veintiséis.

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Tenía que actuar rápido, pero simplemente no podía. Los gritos de la niña, la risa diabólica de Jiro, no podía. El charco de sangre que había formado debajo de mí era cada vez más grande, y fue el momento en el que aquel hombre lo notó, que todo se arruinó. 

— Ah...queda poco tiempo así que apresuraré las cosas. — dijo él, despreocupado. Y sin mucha vacilación, rebanó el cuello de la niña. Solté un fuerte grito, de esos que de verlos en una película, probablemente sentirías escalofríos en todo el cuerpo. Él comenzó a reír en cuanto el cuerpo sin vida de Hanako cayó al suelo. — Ahora, cae...— dijo él, mirándome con ojos negros. 

— Mira a lo que llegaste, Geto...— dije de rodillas en el suelo, intentando contener las lágrimas, la ira...el odio. Rápidamente me puse de pie y junté las manos y dedos, lista para activar mi técnica. 

La expresión de aquel hombre cambió por completo. 

— ¡N-no, NO! ¡Estás muy débil para eso! ¡MUEREEE! — gritó corriendo hacia mí. 

— Técnica fantasma...— dije con voz débil. Y sin moverme ni un centímetro de mi lugar, y justo antes de que aquel cruel hombre pudiese acercarse demasiado hacia mí, paró en seco, estiré una mano, simulando un estrangulamiento, pasó sus manos desesperadamente por su cuello, observé la desesperación en su mirada. Su boca se abrió, pero ningún sonido era capaz de salir. — ¿Duele, no? Imagínate el miedo que sintió aquella pequeña niña antes de morir...— dije mirándolo fijamente, su rostro se volvía cada vez más rojo, con toques de morado apareciendo poco a poco. — Vas a sentir lo mismo que ella...— dije. Y con mi otra mano, estirándola por completo, realicé un sólo movimiento que simulaba una estocada, su garganta se abrió. Sentí su sangre salpicar en mi rostro a pesar de la distancia a la que nos encontrábamos. Finalmente, al verlo volverse sólo un cadáver, desactivé mi técnica, dejándolo caer al suelo. 

Caí al suelo, dirigí mi mirada al cielo. Observé detenidamente las estrellas. Sus diferentes colores, formas, tamaños. Hoy había sido un golpe de suerte, usualmente no tenía suficiente energía maldita para usar mi técnica de esa forma, mucho menos de forma tan...sádica. Giré mi cabeza a un lado, encontrándome con la fría mirada de Hanako. Las lágrimas rodaban por mi mejilla, el sentimiento de culpa inundó mis pensamientos. 

¿Realmente había forma de salvarla? Quizá si no hubiese mostrado interés en ella. Me maldije a mí misma internamente, fui tonta, fui débil. Fui emocional. ¿Cuándo entendería mi lección? ¿Cuándo entendería que demostrar tus sentimientos simplemente te pone en desventaja? No podía evitar culpar a Gojo, pero por más que lo hiciera, siempre llegaba a la misma conclusión, todo era mi culpa. Porque aún casi un año después de su desaparición, era yo la que no podía sacármelo de mi mente, era yo la que arruinaba misiones por su recuerdo, al final del día, fui yo la que rompió mi propia regla de no dejarme llevar por sentimientos, emociones. 

Y en ese momento, observando el cuerpo sin vida de una niña inocente, supe que jamás me lo perdonaría. 

(...)

Una hora después llegó Ijichi con Shoko, quien rápidamente comenzó a tratarme. Observé como varios asistentes llenaban el lugar, dos de ellos transportaban el cuerpo de Hanako en una pequeña camilla. Escuché rápidos pasos aproximarse a nosotros, presenciando una escena que me rompió el corazón. 

— H-hanako....¡NOOOOOO! ¡MI NIÑA! — escuché aquel grito lleno de dolor, que sólo podía provenir de una madre quien había perdido a su bebé. Y así era. La familia de Hanako, quien afortunadamente había sido liberada, descubrieron el cuerpo sin vida de su hija, su hermana. Shoko tomó mi rostro con sus manos y lo giró a la fuerza, obligándome a quitar la mirada de ellos. Me dedicó una débil sonrisa. 

— No es tu culpa, ________... 

Ambas sabíamos que sí. Mis lágrimas cayeron, posándose sobre la mano de Shoko. Jamás había llorado como lo hice esa noche, nunca. Ni cuando Gojo se fue. Era un dolor indescriptible. Una sensación que jamás podría olvidar. Ijichi y Shoko me llevaron con cuidado a mi habitación, donde Megumi se encontraba dormido, era tarde, e intentamos no despertarlo, pero fue casi imposible, estaba demasiado alerta como para evitarlo. Al escuchar la puerta abrir, Megumi brincó de la cama, y con ojos llorosos corrió hacia mí, abrazándome fuertemente, con cierta desesperación.

— Volviste...— dijo en un susurro, embarrando su rostro sobre mi abdomen. Apreté los dientes al sentirlo contra mi herida, pero decidí simplemente aguantarlo. 

— Te dije que lo haría, ¿no? — dije, ocultando cualquier rastro de la miseria que había sentido en el camino de regreso a casa. 

Esa noche Megumi durmió conmigo, al día siguiente me despertó con el desayuno en la cama, y mi programa favorito. Nos sentamos a desayunar juntos, platicando sobre todo lo que había visto en la escuela el día anterior, me preguntó sobre mi misión, pero yo simplemente cambié de tema. Era inteligente, lo entendió al instante. Ese fin de semana no iría con Tsumiki ya que tenía un proyecto escolar, por lo que habíamos empezado a hacer una lista con cosas que podríamos hacer. 

(...)

Llegó el fin de semana, y aún no lográbamos descifrar lo que podríamos hacer hoy. 

— Venga, en la tarde repasamos la lista, es hora de entrenar. — dije poniéndome de pie, él suspiró pesadamente. Le dediqué una mirada amenazante, como las que mi madre solía darme cuando hacía berrinche. Él cambió su expresión rápidamente, y entró al baño a cambiarse, tomando su pequeña mochila donde tenía todas sus cosas. Toda esta semana había decidido dormir conmigo, tanta era su insistencia que incluso movimos su cama a mi habitación.

Un par de minutos salió, modelando el pequeño uniforme que le había mandado a hacer. Saqué mi celular y rápidamente comencé a sacarle fotos, él se mantuvo quieto, sus mejillas enrojecían poco a poco. 

— Ya son suficientes ¿no crees? — dijo él girándose hacia otro lado, intentando ocultar su rostro. Tomé una última foto y lo miré detenidamente. 

— ¿Te cambiaste el peinado? — dije con una sonrisa. Él me miró fijamente, intentando descifrar mi reacción. Usualmente lo usaba todo hacia un lado, ahora lo usaba hacia abajo, tapando un poco su frente. Sonreí al darme cuenta. — Te pareces a Gojo así. 

Su mirada se iluminó por completo.

— ¿De verdad lo crees?! — dijo él, emocionado, corriendo al baño a mirarse al espejo nuevamente

— Definitivamente, te queda bien — dije sonriendo — Anda vamos, antes de que se haga más tarde.

Megumi salió corriendo de la habitación, dirigiéndose al campo donde siempre entrenábamos. Habíamos practicado nuevamente la técnica de shinigamis, finalmente logró sacar a uno de sus lobos, al negro. Ambos celebramos animadamente para después jugar con él. Yaga, quien estaba sentado en las bancas, observándolo, nos dedicó una leve sonrisa y un "pulgar arriba". Cuando se retiró, Megumi y yo chocamos las palmas, discretamente aliviados por su reacción. 

Hacía falta perfeccionar la técnica, y revelar a los demás, pero esto era sin duda alguna un gran graaaan avance. 

— Ve a cambiarte y te llevo por mochi — dije empujándolo suavemente. — Dale, yo te alcanzo. 

Él asintió con una enorme sonrisa y comenzó a correr hacia su habitación a una velocidad nunca antes vista. Reí divertida por su afición a los postres, y comencé a caminar tranquilamente hacia su habitación, dándole tiempo de cambiarse y prepararse. 

Pero un agudo grito acabó con esa tranquilidad. 

— ¡__________-chan! ¡Corre! — escuché la pequeña voz de Megumi retumbar por toda la escuela. Corrí lo más rápido que mis pies me lo permitían, la escuela estaba vacía, asi que nadie más podría ir a ayudarlo. Sentí mi desesperación aumentar con cada segundo. 

— ¡Megumi! — dije al observarlo parado frente a su puerta, en completo shock. — ¡Megumi, qué sucede?! 

Y nada me podía preparar para lo que estaba a punto de encontrarme. Sentí mi cabeza volverse ligera, a tal grado que juré que me desmayaría en cualquier segundo. Megumi, quien se encontraba igual de sorprendido que yo se mantuvo quieto, totalmente congelado, podía apreciar su pecho subir y bajar rápidamente, inseguro sobre cómo actuar, dudando cuál debía ser su siguiente acción. 

déjame ir (gojo satoru x lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora