Gojo Satoru me mostró a lo largo de nuestra relación que hay mentiras blancas que deben ser contadas, por empatía, por paz, o incluso, por el bien mayor. Ese día, le mentí a Megumi. Por su propio bien.
Me acerqué al velo verde lodo que se encontraba ante nosotros, lo toque con la mano, sintiendo una fuerza alejarme de él. Suspiré frustrada. Era una pantalla poderosa, plantada por un hechicero poderoso. Aún no sabía si quería mantenernos dentro o fuera, pero tenía que encontrar la forma de atravesarlo, y rápido.
Después de un par de minutos intentando de todo, finalmente la respuesta llegó a mí, o bien, más que una respuesta, una última esperanza. Utilizando mi técnica fantasma, desactivé mi energía maldita. Si esto no funciona, estamos perdidos.
Desactivar mi energía era el último recurso, si eso no funcionaba, mi única opción era huír de ahí con Megumi, y...a pesar de ser yo, de ser una hechicera que peleaba por proteger a los demás, en ese instante, deseé que no funcionara. Porque, de ser así, nadie me culparía por huír de ahí con Megumi. No tenía otra opción. Todos entenderían. Cerré los ojos, y estiré la mano hasta entrar en contacto con el velo.
— ¡Funcionó! — gritó Megumi, brincando.
Funcionó...
— Vamos, Meg. — dije sacando la mano de la pantalla. — Sube — dije agitando las manos hacia mí, Megumi corrió hacia mí, dando un fuerte brinco, rodeó mi cintura con sus piernas, lo abracé. — Sentirás cosquillitas, pero es normal...sólo tengo que desactivar tu energía para pasar, ¿okay?
— Okay, _______...— dijo suavecito, relajándose, recargando su mejilla sobre mi hombro.
Activé mi técnica una vez más, pasando con facilidad por el velo, sintiendo escalofríos al entrar al frío y hostil ambiente dentro de él. Bajé a Megumi, quien miraba a su alrededor confundido, tomó mi mano, apretándola con fuerza. Comencé a caminar, buscando a todos con la mirada. Quien sea. Yaga, Ieiri, Gojo...alguien. Pero la escuela parecía estar desierta. El ambiente se sentía pesado, mientras más me adentraba todo empeoraba. Mi celular comenzó a vibrar, el sonido retumbaba en las paredes de toda la escuela, amplificando el sonido.
— ¿H-hola? — dije manteniéndome alerta a lo que me rodeaba, sin soltar a Megumi.
— ¡__-________! ¿Dónde estás?! — escuché la voz desesperada de Gojo, la señal era muy mala, su voz se cortaba, por lo que sólo me quedaba adivinar lo que decía.
— M-megumi está conmigo...— dije continuando con mi camino, en busca de un lugar seguro para Megumi.
Por un momento creí que todo estaba bien, que el velo había sido para mantener a los hechiceros afuera, pero me dí cuenta de lo equivocada que estaba al ver a tres estudiantes de segundo año tirados en el suelo, cubiertos de sangre. Mi celular cayó al suelo, la voz de Satoru poco a poco se ahogaba debido a aquel espeso líquido rojo se acercaba hacia nosotros, inundando mi celular. Megumi comenzó a llorar, llamaba mi nombre pero mi cuerpo congelado no reaccionaba. Sentía a Megumi jalar mi mano, golpear mi pierna, pero nada funcionaba. Hasta que aquella voz me sacó de mi trance.
— Cuánto tiempo...
— G-geto...— dije con voz temblorosa, volteándome hacia él, empujando a Megumi detrás de mí. El pequeño se aferraba a mi pierna, lloriqueaba, temblaba. Y Geto parecía disfrutarlo.
— Veo que tu instinto maternal se apoderó de tí...— dijo él, sonriéndole a Megumi.
Había sido una estúpida. Tonta, tonta, tonta. Debí haber dejado a Megumi en otro lado al notar la pantalla, haberlo traído conmigo fue un error. No sólo lo había puesto en peligro, me había condicionado a mí misma. Sentí la desesperación adueñarse de mi cuerpo, mi respiración era pausada, agitada, inestable. Geto caminaba frente a nosotros, no se acercaba, simplemente nos observaba. Como un depredador rodeando a su presa, jugando con ella. Saboreándola antes de la cena.
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déjame ir (gojo satoru x lectora)
Fiksi PenggemarGojo Satoru y ______ Osaki, ambos estudiantes del Colegio Metropolitano de Magia de Tokio. Sus habilidades eran superiores a las de sus compañeros, pero, a pesar de sus similitudes, no se atrevían ni a compararse con el otro. Una historia donde el...