capítulo 80

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Misterios resueltos:

Narración:

*
( MÁS DE TRES DÉCADAS ATRÁS )
*

Liverpool, Inglaterra.

Ya era noche. Una fría y tormentosa noche relampagueando los cielos, mientras Alexandra yacía en la sala de parto trayendo al mundo a su hijo.
El trato que había hecho con William hace tan sólo tres horas atrás, estaba más que cerrado. Ahora el hombre esperaba abajo, impaciente y ansioso por dejar el lugar con su nieto en brazos. No creía que la mujer se arrepentiría; en sus ojos había visto el regocijo que sintió porque gracias a él, se vengaría de Jedite, sin embargo, aún así no se arriesgaría.

Por qué era tan importante aquel bebé para él? La respuesta no era porque sería su nieto. El primero de muchos. No. El bebé era invaluable para William porque estaba seguro que sería la reencarnación de su difunta y amada esposa Serenity. Al ser el primer nieto de la familia, creía que se parecería a ella y esa ansiedad de tenerla de vuelta, fue lo que lo orilló a tomar tan disparatada decisión a costa de su hijo.

Así de tanto extrañaba a Serenity: Su único y verdadero amor. No podía encontrar consuelo en Haruka, quien apenas tenía poco más de tres años. La niña no había sacado nada de su madre. Físicamente era idéntica a él, y su personalidad, bueno, era todavía muy temprano para saber si poseía la misma bondad que Serenity.
William no estaba seguro del sexo del nuevo bebé y se había referido a él como varón, sin embargo, fuese lo que fuese, no le importaría siempre y cuando mirara a su esposa en él...

* puje, señora! Ya no falta mucho. Los hombros de su bebé ya se pueden apreciar!

Con la frente empapada en sudor y extremadamente exhausta, Alexandra continuó pujando hasta que el dolor físico cesó un poco. Sus gritos se silenciaron, para darle lugar al estruendoso llanto de su recién nacido.

* ya está aquí... Señora, ha dado a luz a un precioso varón!

Con alegría la doctora le dio la noticia. Alexandra no dijo nada, ni siquiera hizo por intentar asomarse. Se dejó caer en la camilla; sólo podía pensar en su dolor. No el físico sino el que le producía la noticia. Un varón. Había dado a luz a un varón que seguramente sería la viva imagen de Jedite. Su anterior ginecóloga ya le había anticipado cuál sería el sexo de su futuro hijo, pero Alexandra tenía la vacía esperanza de que la mujer estuviera equivocada y el bebé en sus entrañas resultara ser una niña. Aunque no pensaba conservarlo, así lo deseaba, puesto que tener a un varón significaría un insulto más para ella.

Y sí, de hecho lo estaba siendo. Incluso le dolía el corazón. Su suerte podía ser más cruel?
Las enfermeras y la doctora no le dieron importancia a su indiferencia. Se lo atribuyeron a lo cansado que había sido el parto. Cuando terminaron el procedimiento a seguir, enrrollaron al pequeño, que seguía llorando, en una sábana y se lo acercaron a la madre. Ella no quería mirarlo. Lo mejor sería entregárselo a su abuelo sin saber cómo sería su rostro. De lo contrario, el recuerdo la atormentaría igual o más que si se lo quedara.

* señora, no quiere cargar a su hijo? Está precioso... Tiene sus mismos ojos...

La mujer estaba por negar, no obstante, al escuchar eso último, le fue imposible no voltear a su izquierda donde la enfermera le estaba ofreciendo al pequeño y tibio bultito que formaba su hijo. Con el corazón martilleando a mil y casi sin ser consciente de su cuerpo, extendió los brazos y la enfermera se lo entregó.

En el instante en que la criatura se sintió en el regazo cálido y seguro de su madre y escuchó su agitado corazón, mágicamente dejó de llorar, abriendo aún más los ojitos. Tenían razón, eran verdes. Idénticos a los de ella. Viéndolo bien, no se parecía en nada a Jedite. Únicamente tenía el cabello rubio pero quizá eso también era por ella, no por el padre. El pequeño hizo un ruidito, mostrando sus diminutas encías. No era una sonrisa pero así lo sintió Alexandra.

El Verdadero Amor Perdona 💞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora