20.

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Aún faltaban tres días para llevar su próxima entrega y no tenía absolutamente nada de lo que Nobara le había pedido. ¿La razón?

Su alfa no quiera dejarlo solo en ningún momento.


Desde que la temporada de celo había terminado, decidieron salir de que aquel cálido nido, para tomar posesión de habitación, si bien en el celo eran dominados por sus instintos más primitivos ahora no había necesidad de ocuparlo, ya que ahora podían razonar y no se dejaban llevar por sus bestias internas.

Mientras tanto un pequeño cachorro, jugaba tan despreocupadamente con un enorme pedazo de carne entre sus colmillos en la cocina. Mordía, rasgaba y lamía, la carne bajo sus pequeñas patitas.

Los pequeños ronroneos eran claros y tiernos, al igual que las pequeñas lamidas que le daba a su "presa' que tenía bajo sus patitas.

Y pensar que hace unas cuantas horas se encontraba jugando con su amado amo, quien le mimaba tan cariñosamente y le decía lo bonito que era... Hasta que la puerta principal se abrió abruptamente, robándole la atención de este, pues llegado del alfa de su amo de su cacería, quien los observo analizando cada movimiento por parte de ambos y sin emitir alguna palabra no dejo hablar al menor cuando camino hasta su encuentro, levantado al menor del suelo hasta cargarlo en su hombro.

Les siguió los pasos pues quería seguir teniendo la atención de amo que se le fue cruelmente arrebatado, pero apenas había atravesado el marco de la puerta, cuando una enorme mano lo tomo por sopresa y lo echo del lugar cerrando la puerta tras de si, en protesta por lo no dejarlo entrar rasguñaba la puerta con la esperanza de que le dejarán entrar, pero nadie salía.

Solo escucho pasos apresurados dirigirse a la puerta, por un momento imagino que le dejarían entrar pero fue todo lo contrario, observo como por la pequeña ranura le arrojaban un enorme pedazo de carne que no lo pensó dos veces y corrió a su encuentro.

-Conoce tu lugar, y si aprecias tu vida no molestes.- Soltó el mayor en amenaza, antes de cerrar la puerta tras de si.

El pequeño solo ladeó su cabeza confundido hacia un lado, hasta que su atención solo se enfocó en el delicioso festín que le habían proporcionado.

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Los jadeos y suaves gemidos del menor eran la melodía más hermosa del mundo para Sukuna, amaba escucharlo de esa forma tan lasiva y erótica a causa de el, corromper la inocencia de su omega le hacía disfrutar en cada ocasión que lo tomaba, las facciones de su rostro por el placer, los temblores en su cuerpo por el orgasmo, las marcas que dejaba en su piel como recordatorio que le pertenecia y los hilos de semen saliendo de su estrecha entrada, le eran jodidamente caliente.

Y ahora disfrutaba la caliente y lasiva imagen de Yuuji le estaba proporcionando.

Sukuna estaba recargado en las almohadas, mientras que su menor sentado en su cadera dandole la espalda.

Sus voluptuosas nalgas engullian tan borasmente su verga, absorviendolo en su totalidad, la tierna estreches le amenazaba continuamente en venirse en cualquier momento.

El menor usaba las piernas de su alfa como soporte y a la vez hacer rebotar su culo en el duró miembro de mayor, dandole una vista lasiva del como ese estrecho agujero le succionaba con tanta fuerza su miembro.

-Ahh, Ahg... Ah.- Los roncos gemidos salieron del fondo de su garganta. El placer invadía hasta cada rincón de su cuerpo, al punto de hacer que si piernas tomarán el impulso y profundizar aún más las embestidas.

Un Omega DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora