23.

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-Al fin te pude alcanzar.- La voz rota del alfa le hizo abrir los ojos de sorpresa.

Megumi dudo por unos segundos, tenía miedo de que fuera una ilusión como aquellas que siempre jugaban con su mente, y que en el momento que intentara tocarlo este se desvanecería con el aire, pero en el momento que sus brazos rodearon el cuello del mayor y pudo sentir su calor corporal, todos aquellos miedos se esfumaron al instante y solo pudo aferrarse más a él, tal vez de esa forma el no desaparecería, buscaba su preciado aroma que tanto le volvía adicto, llenándose los pulmones de esa deliciosa esencia que emanaba de su cuerpo.
Cerró sus ojos con fuerza y las lágrimas en sus ojos no se hicieron esperar brotando por montones de sus ojos mojando el hombro del mayor en respuesta.

-Idiota... eres un gran idiota....- Soltó el mejor y lo sujetaba con más fuerza.

-Pero soy tu idiota.- La voz tan rota de su albino le hacía dolor demasiado su pecho.

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Gojō estába que le estallaba el pecho por las múltiples emociones que estaba sintiendo, tan desbordantes, raras, cálidas y nada incómodas.

Aquellas emociones que imagino nunca iba a volver a experimentar estaba tocando gentilmente su corazón, que latía como loco al tener frente a el a persona que más amaba en el mundo.

Por fin después de tantos años de espera, estaba con su pelinegro y no con las alucinaciónes que tanto jugaban con su mente y le atormentaban horriblemente cuando dormía.

Estaba inmensamente feliz, además en sus pensamientos se había echo la promesa de no volverlo a perder nunca e iba a protegerlo de cualquier amenaza que tentara contra su vida aún si esto le costaba la suya.

Su alfa interno estaba emocionado y rugía de felicidad al ver a su omega junto a el, al fin estaba completo, Gojō sabía muy bien que no iba a poder reprimir por mucho tiempo sus instintos, que le exigían reclamar lo que por derecho era suyo.

Por otra parte Megumi solo disfrutaba del delicioso toque, aroma y calidez tan protector que tanto extrañaba y anhelaba en sus sueños húmedos. Ahora por fin lo tenía delante suyo en carné y hueso, no iba a irse nunca de su lado.

Ambos ahora estaban tranquilos y solo disfrutaban del contacto que se ofrecían, no decían ninguna sola palabra, pues no eran necesarias, aquel contacto era más que suficiente para expresar cuánto se extrañaban y cuánto se habían anhelando.

Las manos de Gojō se volvieron traviesas por el contacto además de curiosas y deseosas por explorar los nuevos relieves que antes no estaban ahí, dándose cuenta que su omega ya no era un niño como en el pasado, ahora era un joven adulto lleno de vitalidad y sumamente hermoso.

Verdaderamente iba disfrutar la tarea de explorar cada rincón de su cuerpo, sin ninguna prisa y pacientemente, marcaría cada espacio como suyo, grabaría cada lunar, cicatriz, curva, color, expresión, textura, olor, sabor permanente en su memoria.

Ambos querían un contacto más allá que suaves caricias, pues sus bestias internas habían esperado demasiado tiempo por volverse a encontrar, pero sus lados racionales les gritaban que debían ir más lento.

Un Omega DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora