30.

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Tenía que despertar.

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De lo contrario.

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Perdería lo que tanto había anhelando.

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Su amada familia...

.

La repentina sensación de su cuerpo caer al vacío, lo había echo volver a la realidad.

Su cuerpo lo hizo aspirar todo el oxígeno que su nariz y boca podían meter a sus pulmones, a causa de ello... su corazón latía desbocado y rápido, como nunca antes, haciendole llevar su mano al pecho con la esperanza de que así este se regulara además de calmar el horrible dolor en su corazón.

Sus ojos hacían todo su esfuerzo para lograr adaptarse a la poca iluminación en la zona, las nubes cubriendo en su totalidad el cielo le impedían saber con precisión cuanto había sido el tiempo que permaneció inconsciente.

Aunque para el solo fue abrir y cerrar los ojos.
Pudieron haber pasado minutos, horas o inclusive días. Cada bocado de oxígeno era el infierno en sus pulmones, pues el aire frío entraba tan amargamente los su nariz.

Su cuerpo cansado y adolorido, así fue como las crudas imágenes de la emboscada volvieron a su mente, nunca en su vida había sentido tanto miedo por perder algo.
Ver bajar esa espada directo a su cara, de haberse demorado aunque fuera un segundo en retroceder le hubiera destrozado el cráneo.
Fue solo suerte que el tipo lo diera por muerto con ese golpe.

Inmediatamente las saladas lágrimas bajaron por montones, deslizándose por sus mejillas hasta que congelarse antes de caer a la fría nieve.

Llevar sus manos frías manos a su cálido vientre fue su único consuelo, el lugar por el que tanto se había esforzado en proteger estaba intacto. Sus cachorros estaban a salvó.

-Su... k... un... a...- Por más que intentara hacer salir su voz esta nunca sería escuchada.

Sus cuerdas vocales estaban dañadas, cada palabra que saliera de sus labios le traíria un horrible dolor a su garganta y tardarían varios meses para sanarse por completo.

Lágrimas, heridas y cicatrices lo habían marcado por el resto de la vida.


El chillido de llamado de su pequeño Ares hizo buscarlo con la vista. Sus orejas se bajaron por la tristeza pegandose a su cabello, verlo como mordía la bufanda con que lo había envuelto arrastrandose en la fría nieve solo para llegar a dónde el estaba.

Tenía que ser fuerte, no solo por el sino también por los pequeños que dependían totalmente de el.

A pesar de todo el dolor que sentía en sus extremidades, las ignoro por completo, la pesades de su cuerpo hizo que casi cayera de rodillas en la nieve en reiteradas ocasiones, aún así con un andar torpe que no lograba estabilizar fue ayudar a su pequeño Ares.
Quien al verlo de pie solo movía levemente su colita por la felicidad de verlo bien, cuando al fin lo levanto de la fría nieve pudo sentir los espasmos en su cuerpo a causa del frío.

El pequeño tigre solo dió pequeños ronroneos al sentir al fin una cálida fuete de calor y las dulces feormonas de su amado amo, por breves momentos el dolor en su pequeño cuerpo de había desvanecido.

Un Omega DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora