33.

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Yuuji llevaba más de dos semanas sin saber absolutamente nada de Sukuna, le preocupaba demasiado, lo máximo que tardaba en llegar eran unas cuantas horas... Más nunca tardaba días, la preocupación y la angustia lo atormentaban duramente.
Y el no saber nada de él, hacía que se sintiera demasiado inquieto y solo rogaba a sus padres y abuelo que este se encontrará bien y no estuviera haciendo una locura.

Esperaba pacientemente dentro de la seguridad de su nido, añorando que pronto regresará a casa, como siempre lo hacía, contándole como le ha había ido en su día, que lo reconfortara en sus fuertes brazos y lo envolviera con su protector aroma dominante.
Porque el poco aroma que estaba en la ropa de su alfa, se estaba desvanecido con el paso de los días, pronto su omega no estaría satisfecho con los placebos y saldría a buscar al propietario de tan deseado aroma.

Pero su mente siempre lo abrumaba con los peores escenarios que podía imaginar, haciendo doler su pecho y sofocado sus pulmones.

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¿Estaba comiendo bien?

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¿Estaría herido de gravedad?

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¿Dónde estaba durmiendo?

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¿Tendría frío?

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¿Si quiera se estaba bañando?

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Tantas preguntas y ninguna maldita respuesta que logrará tranquilizar...

Incluso los pequeños inquilinos en su vientre se movieron inquietos por el estado de su mami dándole ligeros golpes para que solo se enfocara en sus movimientos. La sonrisa amarga no tardó en aparecer en el rostro del ojiambar, pues se daba una idea de lo que esos pequeños intentaban hacer, pero unos momentos después dejaron de moverse, suponiendo que ya habían quedado dormidos.


Minutos después le fue inevitable no morder su labio inferior por la preocupación, sumando que intentaba ahogar inútilmente sus lágrimas, pues estás salían de sus ojos sin permiso alguno, a pesar de haber pasado una semana de aquel horrible día, sus cuerdas vocales estaban totalmente dañadas y de hacer el intento de hablar se lastimaria más de lo que ya estaba.

Su habitación nunca se había sentido tan fría, solitaria y descolorida. Lo único que lo hacia permanecer de pie, eran los preciados cachorros que tenía en su poder. Si Sukuna no estaba el tendría que ser lo suficiente fuerte defender sus preciados tesoros.

Cuánto deseaba verlo aparecer en el marco de la puerta, que sin perder ningún momento corriera a su encuentro y se aferrara a el con un protector abrazo.

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El mantener su mente ocupada en otras cosas fue la mejor decisión que pudo haber tomando de esa manera evitaba hacerse más daño mental del que ya estaba teniendo.

El estruendo de las cosas cayendo sin cuidado alguno fue el único sonido que podía escucharse en la silenciosa cabaña.

Las cosas que tomaban sus manos, salian disparadas de sus manos descartadas al no ser lo que estaba buscando en su almacén. Incluso la vena en su cien se maraca de clara molestia por no encontrar lo que quería.

Un Omega DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora