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Mirar a lo lejos las tenues luces del pueblo fue un gran alivio para todos y más en especial para el beta de cabello rubio

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Mirar a lo lejos las tenues luces del pueblo fue un gran alivio para todos y más en especial para el beta de cabello rubio.

Después de casi tres semanas estado lejos de aquel omega castaño, finalmente volvería a verlo y en esta ocasión, se aseguraría de no volverlo a dejar solo por tanto tiempo y menos aún que se acercaba el nacimiento del cachorro del pequeño omega pelinegro.
Unos meses en qué iba necesitar de compañía para poder sentirse seguro de cualquier amenaza para su cachorro.

Esperaba que en esta ocasión, tuviera el valor suficiente para expresarle sus sentimientos, pero, el temor de ser rechazado y alejado era algo para lo que no estaba preparado.
Ya eran lo suficientemente cercanos como para hacerse llamar amigos, más no quería correr el riesgo de que al declarar sus sentimientos este lo alejara y terminará por romper lo que tanto esfuerzo le costó construir.

Si no podía tener su corazón, al menos podía estar a su lado velar por su seguridad y la del pequeño cachorro que pronto llegaría al mundo.

Incluso eso... Era suficiente para el.

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Nobara apenas observo que estaban por entrar al pueblo se aseguró de la capucha del pequeño pelirosa entre sus brazos estuviera bien puesta, acomodando que está no se fuera salir en la más ligera corriente de aire y dejara expuestas sus peludas orejas a la vista de personas que pudieran hacerle algún daño.

Acto seguido se encargo de cubrirlo con su propia túnica, de esa manera nadie se atrevería de siquiera voltear a verlos. Pero incluso así, no pudo evitar llevar su mano derecha a el empuñadura de la espada, preparandose para el peor de los casos.

Incluso el pelirubio hizo lo mismo, haría todo lo posible por proteger a la persona que podía salvar a el continente de la total aniquilación.

-No bajes la guardia...- Escucho decir a la beta en voz baja.- No es seguro.

En respuesta el solo pudo asentir con la cabeza e hizo lo mismo que la beta preparando su espada para cualquier cosa que se les saliera de control.

(...)

Yuuji despertó de entre los brazos de la beta apenas detecto el olor a humo y madera.
Al abrir los ojos, pudo notar las desoladas calles del pueblo, en toda su vida imagino presenciarlo de ese modo, todo el lugar estaba sumido en un silencio sepulcral, no había nadie en las calles, hasta cierto punto llegó a imaginar que era un pueblo abandonado, de no ser por su sensible olfato que podía distinguir las fuertes feromonas de miedo y agustia, era que lograba detectar la presencia de los habitantes.

Tan densas y saturadas eran las feormonas en el aire que hasta cierto punto le picaban su nariz y por reflejo solo podía llevar sus manos hasta la nariz esperamos que de ese modo estas filtraran un poco el horrible aroma del aire.

Un Omega DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora