V E I N T I N U E V E

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CARMÍN

Me moví en mi cama inquieta. No podía dormir, y los recuerdos de la noche eran demasiado excitantes y nuevos que no los podía despegar de mi cabeza.

La noche que había pasado con Kaiden había sido... otro nivel. Sus manos en mi piel hirviendo, sus ojos grises azulados buscando los míos, sentir sus besos en todo mi cuerpo mientras gemía rogándole más...

Vi la hora y noté que me la había pasado toda la noche en vela. Eran las siete de la mañana, y en media hora tenía entrenamiento para nuestra competencia.

Me dispuse a levantarme y ducharme riéndome sola hasta que vi las marcas múltiples en mi cuerpo que demostraban el placer y la brutalidad de Kaiden Rouge.

Aquel tipo era un animal. Un bruto. Un cavernícola. Y me encantaba. Más de lo que jamás imaginé. Más de lo que alguna vez me gusto Tom.

Me vestí con mi ropa de pila negra de gimnasia y saqué mi bolsa antes de bajar. La casa estaba silenciosa ya que como era sábado papá se levantaría más tarde de lo usual, así que caminé despacio hasta su habitación para avisarle que saldría, pero me llevé la sorpresa de notar que no estaba.

Fruncí el ceño. El ayer estuvo conmigo platicando e incluso vimos la nueva película de Zombies que salió. Luego se acostó con Marcia que ya estaba dormida, y yo me fui a mi cuarto.

Dudaba que se haya ido a casa de su novia. Tal vez salió al trabajo por alguna emergencia. Luego le llamaría.

Salí y caminé tranquilamente sintiendo la agradable brisa en mis brazos tapados por la sudadera negra que traía. El día recién comenzaba, y mi humor estaba de lo mejor.

Agarré mi móvil luego de veinte minutos y le escribí.

CARMÍN: Te invito cordialmente a mi lugar favorito de la tierra. ¿Aceptas o eres un cobarde?

Enviar.

Era el mayor riesgo. Si habían cosas preciadas en mi vida era la historia de mi cicatriz, y mi lugar preferido; el lugar donde iba con mamá antes que falleciera...

Esperé unos minutos pero no llego respuesta ni dejó en visto. Seguramente estaba dormido, así que apagué la pantalla y troté los últimos dos kilómetros hasta llegar al gimnasio elite.

Más sorpresas pasaron. Asfil y Electra no estaban.

Les marqué pero tampoco me contestaron. Así que me dispuse a entrenar con Sam y Julie mientras Karen me corregía los últimos detalles de mi coreografía.

Según ella esta sería mi mejor presentación. Además de que usaba una canción alegre (la de la famosa película de la mascara de Jim Carrey) y un leotardo de diamanticos dorados con las clavas el mismo color.

Cuando mis piernas no daban más y estaba sudada completa me senté con las chicas que me empezaron a mostrar las mallas que irían a usar, y de pasada Sam nos contó cómo había estado saliendo con un chico.

Aquello me recordó el mensaje de esta mañana. Ya habían pasado casi cuatro horas así que gateé hacia mi mochila y saqué mi móvil nuevamente.

Pero nada.

Me trague mi decepción. Era un lugar sagrado y quería mostrárselo por fin. Tal vez no le interesaba, o seguía ocupado. Pero no dejaría que aquello me amargara el día.

Fui arreglando mis cosas para irme. Caminé sola nuevamente y la extrañeza de nuevo me inundó por cada uno de mis mensajes ignorados.

Iba llegando a casa cuando papá llamó. Le contesté mientras observaba a mi alrededor. Estaba en la calle cuando papá habló un poco inquieto, algo un poco inusual.

Mi cruel obsesión《+21 》(borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora