T R E I N T A Y C I N C O

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CARMÍN II

Sabía que algo malo pero muy tentador iba a salir de esto, pero debía seguir estudiando y mis morales gritaban que estábamos en mi escuela, en una biblioteca.

En. Una. Biblioteca. Escolar.

Kaiden estiró su mano y tomó la mia antes de empujar bruscamente hacia el. Caí sobre su regazo y el me recibió con una mano en mis muslos y otra en mi cadera.

—¿Así que ya no estás molesto? ¿Me haz perdonado por ignorarte y herir tu frágil ego?—pregunté acomodándome cundo sentí su gran ereccion por debajo mío, este pareció gruñir ante el roce.—Parece que olvidas rápido...

—¿Perdonar y olvidar?—murmuró levantando una ceja.—Primero, no soy Dios. Segundo, no tengo Alzheimer.

—Eres un egocentrico...—calló mi boca con su dedo pulgar y lo paso por mi labio inferior.

—Olvida lo que dije.—sonrió como un estupido muy atractivo.—Si soy Dios. Tú Dios.

—Patan.

—Habladora.

—Narcisista.

—Sabes como va a terminar esto si seguimos insultándonos.—movió sus caderas por debajo mío.—Y ademas, ser narcisista es pensar que todos son inferiores que yo.

—Entonces di en el clavo.

—No.—me tomó más fuerte.—Porque todos son inferiores menos tú, superas a todo miserable que pisa esta tierra, víbora.

Le pegué de juego en el brazo y sentí que uno de mis lápices se cayó recordándome que debía entregar esto antes del viernes.

—Muy buena tu visita. Pero tengo cosas que hacer, Señor Rouge.

—Me pones como no te imaginas cuando me dices así.—habló agarrando mi barbilla.—Y no creas que me iré.

Se reclinó un poco agarrando de mi cadera y recogió el lápiz para entregármelo en la mano.

—Estudia.—me dijo entregándomelo con un aire depredador. Volvió a sentarme a su gusto esta vez viendo hacia el escritorio.—Vamos, estudia.

No puedo. Quería decirle, pero mi yo competidora me lo prohibió. Moví mi cabello hacia uno de mis hombros y continué escribiendo.

De reojo podía ver las manos de Kai. En como me recorría la blusa efímeramente, como movía mi cabello ahora medio corto entre sus dedos jugando con el, en como rozaba su nariz contra mi cuello, justo en el pulso.

Intenté respirar hondo y pasar por alto su presencia que me ponía nerviosa. Los dedos de mis pies se enroscaron dentro de los zapatos cuando soltó un pequeño beso, casi indescifrable en mi cuello. Luego se alejó de esa zona y creo que escribí palabras que ni yo entendí.

—Léeme lo que estás escribiendo...—susurró pero me había quedado helada.

—Yo...

—Quiero oírlo.—sus dientes atraparon el lóbulo de mi oreja.—Vamos, lee.

Negué con la cabeza riendo, solo para tal vez, no tartamudear.

—Quiero que me leas, Carmín. Lee para mi.

Tomé aire profundamente e intenté enfocarme. A veces me preguntaba de donde salía tanto desafío de mi.

Empecé a leer mi ensayo apretando mis manos en mi cuaderno con fuerza, como si aquello iría a apagar las llamas que me recorrían.

—¿Que harías si te dicen que morirás mañana? Lo pensé muchas veces. Llegaba a las conclusiones que no aprovechamos...—gemí ante ver como sus dedos subían por mis muslos—la vida como quisimos, o al máximo. Que no pasé el tiempo suficiente con mis parientes, que era lo que más me dolía de imaginar...

Mi cruel obsesión《+21 》(borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora