Capítulo 23

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Claudia.

Me causaba una emoción de felicidad enorme al saber que ella estaba en casa y que todo este tiempo lo estuvo aquí. Además de que se encontraba bien —al menos físicamente— ya que tanto como Niall y yo creíamos que le pudo haber sucedido algo malo.

Me abrazaba a ella con fuerza, su cuerpo seguía húmedo, pero más su cabello y eso no era algo que me molestará ahora. Todo lo contrario, me hacía sentir bien el sentirla, poder abrazarla y que ella me permitiera cuidar ahora de ella, después de que todo parecía que terminaría peor de lo que estaba.

El día había pasado ya, ella apenas y se encontraba tranquila ahora; suspiraba de manera cansina y me abrazaba cada vez más. Admitía que seguía llorando pero, más tranquila sin hacerlo como antes. No me ha dicho nada, cualquier cosa a la que le preguntaba, solamente asentía o negaba, le daría su tiempo, haría lo que fuera para que estuviera bien y esperar a que me contara lo que le sucedía.

El porqué de éste comportamiento tan repentino.

—¿Ya te sientes mejor? —Pregunté con cautela, mis dedos enredándose entre tus húmedos y castaños cabellos— Mi deber ahora, aquí contigo, es cuidarte y protegerte. No te dejaré sola.

Mis labios se pegaron en su coronilla, la besé cariñosamente y sentí como se pegó más a mi. Estaba ya acurrucada en mi pecho, envolviendo mi cintura con sus brazos.

Una vez más, sólo recibí un asentimiento de su parte.

No pregunté nada más. Sabía que después de todo, ella tendría que hablar, sé que en cualquier momento me contaría lo que le sucedía.

La dejé dormir en su cama, quitándome de ahí lentamente para no despertarla. Era seguro que no había estado durmiendo todos estos días; cerré la puerta de su habitación, dejando la luz de la mesa de noche encendida, salí y bajé a la cocina, le prepararía algo de cenar para cuando ella despertara.

Había oscurecido hace unos minutos, así que ya me había encargado de encender la luz del pasillo del segundo piso y de la cocina, también la del porche para que no se viera como si fuese una casa abandonada.

Traté de hacer el menos ruido posible para que no fuese a despertarse y alterarse de nuevo. Había tenido un ataque de pánico y vaya que hace tiempo no había tenido uno. Me desconcertó que ahora sí lo tuviera.

Preparé todo, pique verdura y la carne por igual, en pequeños trozos. Cocí algo de arroz blanco y a los cuarenta minutos ya estaba todo listo. Lo dejé tapado sobre la estufa y me senté en una de los banquillos de la isla.

Crucé mis dedos entre sí, jugando con mis pulgares. No miraba a ningún punto en fijo, permanecía más tiempo pensando y tratando de saber cómo debía de solucionar este problema. Porque desde ahora era nuestro, entre las dos, estaba para cuidarla y saber porqué había llegado a todo esto.

Pensándolo así, llegaba a sentirme insuficiente para ella, porque de alguna u otra manera, presentí que algo no andaba del todo bien con ella.

—Prometo ayudarte, Dayan. —Susurré a la nada— Estoy aquí por ti. Siempre lo estaré, solamente permíteme ayudarte.

Me dolía tanto el alma de saber cómo se encontraba mi mejor amiga. Lo peor de todo esto es que se trató de días en los que estaba así, ¿Por qué no actúe con más tiempo? Sé que pude evitar que no llegáramos hasta aquí, pude evitar que tuviera ese ataque de pánico y sobre todo, si hubiera estado más tiempo junto a ella, brindándole mi apoyo justo como lo prometí desde que éramos amigas, me consta que nada de esto estuviera pasando ahora.


Yo:

La puerta principal está abierta. Entra con cuidado y sin hacer mucho ruido, está durmiendo.


La Nerd Más Hermosa; Horan1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora