Capítulo 4

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Llegamos a casa. Me tire en el sofá, demasiado cansada y estresada por esos mareos y dolor de cabeza que no parecía querer irse y dejarme tranquila. Cerré mis ojos, tendiendo presente que sentía la mirada del ojiazul sobre mi en todo momento, por igual escuchaba como trataba de hablar, de comenzar de alguna u otra manera una conversión conmigo.

No dije nada. No tenía nada que decir, mucho menos como para entablar una conversación entre ambos, una que tuviera que ver entre los dos y no por la verdadera razón por la que él estaba aquí.

Esperé unos minutos antes de ponerme de pie de manera rápida, haciendo que el mareo fuera más fuerte; esperé que no fuera notorio para él, porque lo tendría encima de mi, buscando la manera de acercarse, de que todo vuelva a ser como antes.

—¿Quieres algo de tomar?

—Un refresco estaría bien... —Respondió.

Entré a la cocina, mirando en el refrigerador las latas de soda que había comprado el fin de semana. El cometido que tenía para esos dos días no se dio, solamente se me fue de las manos y terminé haciendo algo más.

En cambio, yo tomé una botella de agua y una manzana verde para mi. Para el rubio que seguro aún estaba sentado en el sofá, llevaba la soda y una bolsa de botana. Mis piernas temblaron demasiado, era frustración, desesperada, dolor de cabeza, mareos, estrés y debilidad. Sentía perder la poca fuerza que me quedaba.

—Aquí... Tienes.

Dejé las cosas en la mesa del centro, tomé nuevamente mi lugar, bebí rápidamente del agua de la pequeña botella y terminé por igual, comiendo de la manzana verde, mordisco tras mordisco.

—¿Te encuentras bien?

—Lo estoy. —Asentí— No es más que cansancio lo que me pasa.

—Siento que... —Alzo mi mirada hacia él, esperando a que continuara— Siento que el estar aquí, en tu casa, es incómodo para ti. Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que estuvimos juntos. —Bebió de la lata— También es incómodo para mi, estando en tu casa, me da tanta vergüenza que sea yo el que esté aquí. He sido una mierda de persona, lo sé.

—Detente, Niall. Estoy más que consciente se la clase de persona que has sido, así como tú piensas de ti mismo, yo también lo pienso de ti. Pero, debes de saber que todos hemos cometido errores y de ellos se aprende. —Suspiré, dejando mi comida en la mesa— Seguro que ya estás aprendiendo de tus errores, ¿No?

Me puse de pie, acomodando mi ropa, ignorando mis síntomas.

—En eso estoy. —Dijo.

—Iré por los libros, para empezar con la asesoría.

Subí apresurada a la habitación, las escaleras se me hacían eternas y mis pies chocando contra el suelo era el sonido más fuerte que había en la casa. Me estresaba, al igual que tenerlo a él en casa, quería que terminara todo pronto.

Entré al baño antes de poder siquiera ir y recoger los libros y las cosas que podría utilizar en la asesoría. Necesitaba empeñarme en ayudarle al rubio y que se marchara cuánto antes, había mentido con que mi madre llegaría temprano a casa, yo estaba sola, lo estaría por varios días, tal vez hasta semanas.

Al terminar de hacer mis necesidades lavé mis manos y rostro, secándome pronto. Estaba por abrir la puerta cuando mis manos y piernas temblaron, caí de rodillas al suelo, de golpe escuchando mi propio crujir de huesos al llegar al frío suelo. Mire a mi alrededor, los mareos se volvieron fuertes y mis ojos parecieron nublarse de a poco.

Todo se volvió negro para mi.






Cuando me removí, apenas un poco, me sentí sofocada. Mi cuerpo dolía terriblemente, todo. Desde la punta de mis dedos hasta la punta de mis cabellos; mis ojos los apreté fuerte, intenté abrirlos pero mi alrededor parecía estar demasiado iluminado, impidiéndome así que pudiera abrir mis ojos. Cualquier leve movimiento que pudiera hacer, me lastimada.

La Nerd Más Hermosa; Horan1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora