Conociéndonos

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Continuación de Conociéndote.

Se encontraban entrando a una acogedora cafetería, la favorita de Mikasa. Ya habían pasado a dejar a Carla en el preescolar, del cual estaba por graduarse.

La salud del padre de Eren mejoró después de conocer a su nieta, tal parecía que se le había dado la oportunidad de disfrutar de su nieta.

Durante todos estos meses, Eren y Mikasa se habían dedicado a conocerse, más que nada por Carla, pues las primeras veces que habían convivido como familia se habían sentido algo incómodos.

— ¿Y qué les gustaría hacer hoy? — Mikasa lo miraba al tiempo que bebía de su frappé.

— Mmmm, yo estoy bien con cualquier cosa, pero no sé Carla, la has malcriado. — le respondió la mujer después de pasar el trago.

— Claro que no, sólo la llevo a donde quiere. — respondió inútilmente a la defensiva.

Mikasa arqueó una ceja mientras se cruzaba de brazos, a lo que Eren suspiró.

— Bueno, quizás un poco.

— ¿Quizás? 

— Está bien, mucho muy poco. — la azabache soltó una risa ante su respuesta, causando un sonrojo en el hombre frente a ella, quien lo disimuló mirando a otro lado y rascando su nariz.

Si bien, ha sido poco el tiempo en el que se habían estado conociendo, habían desarrollado una muy buena amistad entre ambos, descubriendo en el otro similitudes con su hija, como el hecho de que Carla era muy impulsiva y solía meterse en problemas como su padre cuando era niño, o el hecho de que por su fuerza atemorizaba a los niños como su madre de niña.

Impulsividad y fuerza, una peligrosa combinación.

Pero también se desarrollaron sentimientos hacia el contrario, o bueno, al parecer sólo en el caso de Eren, quien últimamente había encontrado adictiva y cómoda la compañía de Mikasa, buscando pasar el máximo tiempo posible a su lado, tanto como sus respectivos trabajos les permitiera.

No nada más era consentidor con su hija, sino también con la mujer que se fue ganando su corazón de poco en poco, aquella de la que se estaba enamorando y ella parecía no darse cuenta.

— Carla saldrá en tres horas, ¿gustas hacer algo en especifico mientras tanto? — la voz de la blonda lo sacó de sus pensamientos.

— No en realidad, el estar contigo me basta. — aquello causó un repentino silencio y un sonrojo en ambos. — ¡E-Eh! Quiero decir que… Yo… Uhm, olvídalo. — desvió la mirada, perdiéndose de la mirada enternecida que causó en Mikasa.

Tal parecía que la azabache no era la única despistada con los sentimientos del otro, pues Eren tampoco se daba cuenta de la forma en que Mikasa le miraba cada vez que estaban juntos o la forma en que sonreía cuando le hablaba.

— De acuerdo. — miró al lado contrario de él.

A pesar del tiempo que llevaban conociéndose, aún les faltaba bastante por saber del otro, eso o el ser sincero entre ambos, pues ninguno lo admitía en voz alta, pero sentían que estaban destinados a encontrarse, como si llevaran mucho buscando al otro y que, después de un largo camino recorrido, al fin se encontraron.

Todavía recordaban su primer encuentro.

— Pasemos para que Carla conozca a su abuelo. — dijo la madre del castaño, abriendo la puerta de la mansión Jaeger. 

— ¿A mi abuelo? — la menor se separó del abrazo, mirando a su abuela.

— Así es, querida, él se encuentra en cama porque está enfermo. — se adentró a la estancia, siendo seguida por su hijo, quien seguía cargando a su nieta, y Mikasa. 

— Parece un castillo. — dijo Carla mirando hacia todos lados, sus ojitos brillando por la curiosidad.

— Y puedes venir cuando quieras a visitarnos. — la mayor tocó suavemente la punta de la nariz de la niña.

— ¿Cómo se dice? — Mikasa miró a su hija.

— Gracias. — se escondió en el cuello de su padre.

— Es tímida, ¿no? — la pelinegra mayor miró a Mikasa.

— Ja, por ahora, después no le va a parar la boca.

Raza, eso dijo una vez mi amá de mí era aún una chamaca xd.

— Me pregunto de quién lo sacó. — desvió la mirada a su hijo.

Eren entrecerró los ojos. — Sí entendí la indirecta.

— Yo no dije nada… — se hizo la desentendida.

Mikasa soltó una pequeña risa ante eso mientras su hija seguía recargada en el hombro de su padre.

Habían llegado frente a dos puertas elegantemente decoradas, las cuales fueron abiertas desde adentro por dos empleadas domésticas, dando paso a una amplia habitación y cuando digo amplia es porque es AMPLIA, más que mi casa del infonavit, jsjsjs, chales.

Sáquenme de Latinoamérica, esto no es un meme.

— Wow… — la Ackerman menor se volvió a maravillar con su alrededor.

— Querido, ya llegaron. — la señora Jaeger, después de acercarse, le habló a su marido, haciendo que abriera sus ojos.

— ¿Ya? — se intentó incorporar rápido, sacando un quejido de su garganta.

— Papá. — regañó Eren, viendo como su madre ayudaba a su padre a sentarse.

— Lo siento, pero estoy ansioso por conocer a mi nieta.

— ¿A mí? 

Aquello hizo que el mayor alzara la cabeza en dirección a la voz infantil, encontrándose con una réplica de un par de esmeraldas que podría reconocer en cualquier lugar. 

Aquellos ojos pertenecían a una niña de piel perlada y cabello azabache, el cual estaba atado en dos tiernas coletas adornadas por dos pequeños moños azules, combinando con el bonito overol que llevaba puesto sobre una blusa blanca.

Una pequeña masita que quería abrazar justo ahora.

— Hola, pequeña, soy tu abuelo Grisha. — dijo con lentitud.

— Hola, abuelito, me llamo Carla. 

— ¿Carla? — miró a su esposa, quien le sonrió.

— Sí, como mi abuelita. — respondió inocentemente.

— Ven, quiero abrazarte. — extendió sus brazos hacia ella.

Carla miró a su madre, quien asintió con una sonrisa, pasando de estar de entre los brazos de su padre a estar entre los de su abuelo, quien la abrazó suavemente.

— Me alegra al fin conocerte. — besó la cabeza de su nieta.

Sabían que ahorita Carla no entendía la situación y probablemente tendrían que empezar a frecuentarse más, por lo que Eren aprovechó la distracción de sus padres con su hija y se acercó a Mikasa.

— ¿Te gustaría salir un día de estos? — la azabache lo miró con sorpresa. — Digo, para ir conociéndonos. — se explicó rápido.

— Seguro.

— ¿Te gustaría caminar por el parque? — Eren habló, aún con la mirada desviada.

Mikasa ignoró el revoloteo de las mariposas que sentía en su estómago y sonrió. — Seguro.

De párrafo en párrafo • Editando, PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora