Adopción (6/15)

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Ella llevaba un buen tiempo encerrada en su habitación y por más que él quería, ella no le permitía entrar.

Y no puede decir que la entiende, por esta vez, no. Le dolía ver que su esposa estaba sufriendo y que él no pudiera hacer nada, lo mataba.

Pensar que ésta mañana ella traía la sonrisa más bella que le hubiera visto.

— Mikasa... — musitó el castaño, abriendo la puerta de su habitación, viendo como su esposa se encontraba hecha ovillo en la cama matrimonial que ambos compartían. Se recostó a su lado y le empezó a acariciar el cabello. — No llores, ya verás que todo va a estar bien.

— Nada va estar bien, Eren. — replicó con voz seca y áspera.

— Miki... — detuvo sus caricias por unos cortos segundos. — No digas eso, podremos solucionarlo.

La azabache se sentó en la cama y le dirigió la mirada, Eren no recuerda cuando fue la última vez que vió su rostro en ese estado.

— ¡Esto no tiene solución, Eren! — gritó y empezó a llorar. — No soy una mujer completa... — murmuró con voz quedita. — Tal vez deberías conseguirte a alguien más.

Al ojiverde se le detuvo el corazón por unos momentos, no creyó que aquella alocada y precipitada idea pasase por su mente.

— No quiero otra mujer, yo te quiero a ti. — la abrazó y la acurrucó en su pecho.

— P... Pero tú quieres hijos. — se dejó mimar por sus caricias.

— Lo sé, Miki, lo sé. — esa respuesta dejó un sabor amargo en la boca de su mujer. — Pero también sé que te amo más a ti que a cualquier deseo que tenga, puedas o no, darme hijos propios, yo te sigo amando como la primera vez que te ví... Y eso que estabas un poco desarreglada. — soltó a modo de broma con el objetivo de hacerla reír, cosa que logró.

— Eres un tonto... — murmuró después de su corta risa.

— ¿Qué se siente saber que te casaste con un tonto?

— Que cada día será diferente al anterior por tus ocurrencias — empezó a acariciar su pecho. —, ocurrencias que me enamoran cada vez más de ti.

— Yo me casé con una Ackerman y es un récord seguir vivo. — la azabache le dió un golpe en el pecho.

— Deja de decir eso, mis padres te aman.

— Tu madre si, todo el tiempo, pero tu padre y Levi, solo cuando no estoy cerca tuyo. — la asiática rodó los ojos. — ¿Mikasa?

— ¿Eren?

— ¿Y porqué no adoptamos? — propuso, deseando que su chica no renuncie a la idea de ser madre. — Podemos traernos a todos los niños que quieras.

— ¿Qué?

De párrafo en párrafo • Editando, PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora