Límite

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— Hay un límite de vidas por las que me preocupo y decidí cual era la principal hace seis años.

Esa simple frase no dejaba de hacer eco en su mente desde el momento en que sus labios la entonaron. Siempre supo que era importante para ella, pero nunca pensó que tanto.

Sin embargo, terminó de aceptarlo cuando se lanzó de cabeza a una muerte segura con tal de liberarlo de Berthold, cayendo presa en una mano titán, estando a punto de ser devorada pero gracias a Jean, aquello no sucedió.

Nunca lo admitiría en voz alta, pero estaba agradecido con ese cara de caballo por salvar a su única familia.

Por un momento creyó sentir a Berthold tensarse cuando ambos vieron como aquel titán acercaba su mano hacia la azabache. ¿Eso significa que tiene alguna clase de sentimientos hacia ella? Siempre creyó que solo era Annie quién se encontraba en su mente.

Si conocías a Mikasa Ackerman en persona, sabrías que ella es más fuerte que cualquiera del escuadrón; pero, si la conocías tanto como él y Armin, te darías cuenta que muchas veces le exigió sobreesfuerzo a su cuerpo.

Y esta, era una de ellas.

A pesar de sus insistencias y estando gravemente herida, fue a auxiliar a Hannes, quién no tuvo tiempo de reprocharle debido a lo rápido que pasó todo. Obviamente, ella no lo obedeció, haciéndose más daño.

Tras salvar a quien los rescató de aquel titán hace cinco años, Mikasa no se percató que ahora se dirigía a Eren, quién terminaba de regenerarse y ante ojos expectantes de todos, ocurrió lo inesperado.

Acaso... ¿Él controló a los titanes?

•°•°•°•°•

Se encontraban escondidos en una cabaña en el bosque, esperando órdenes de sus superiores y así mismo, que la azabache se recupere.

Por la explotación de fuerzas de su cuerpo, ella cayó casi desmayada, teniendo él que cargarla y salir de la zona de riesgo –a pesar de que los titanes se encontraban entretenidos con Berthold, Reiner e Ymir–.

— ¿Cómo está? — preguntó el castaño, entrando en la habitación donde ella aún se encontraba dormida.

— Un poco mejor, pero aún necesita descansar.— contestó Sasha, quién, a falta de la presencia de Hanji, se encargó de la curación de la Ackerman.

El ojiverde la volteó a ver, hacia mucho tiempo que no la veía dormir con un semblante pacífico, recordando cuando al fin pudo lograr que conciliara el sueño tras la muerte de sus padres.

— Eren, tienes que comer. — pidió Sasha, pero tras recibir una negativa de éste, se dirigió al comedor. Ella si iba a comer, después de todo, le entraba más el hambre al estar preocupada.

Cuando se hubo asegurado que la chica patata se alejó lo suficientemente del cuarto, tomó su brazo derecho y lo colocó sobre su abdomen.

Le subió la manga de la ropa y le empezó a retirar aquella venda –de la cual nadie sabía de su existencia más que él– de su muñeca, dejando a la vista aquel emblema que le mostró años atrás, cuando recién se conocieron.

— No debiste excederte, Mikasa. — empezó a lanzar sus reproches al aire.  — Pudiste haberte matado y no me lo perdonaría.

Limpió la zona y dejó que le llegara un poco de aire, todo mientras pensaba en la vez que su madre le pidió protegerla.

— Eres un hombre, ¿no? — se agachó a su altura. — Pues aguanta y protege a Mikasa.

Si su madre estuviera viva, de seguro ahorita mismo le estaría jalando la oreja por toda la cabaña. Castigo que siente que lo tenía más que merecido.

De párrafo en párrafo • Editando, PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora