Primer Beso

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— ¡Mikasa! — gritó un castaño, tocando la puerta de una habitación. — ¿Sigues enojada?

Pero la respuesta nunca llegó, Eren acercó su oído derecho a la puerta por si percibía la voz de la azabache. Silencio.

— Mikasaaa... — se quejó. — Ábreme, soy Eren.

— Con mayor razón no voy a abrir. — al fin le contestó, se escuchaba enojada.

— Miky, ándale. — rogó el castaño. — No era mi intención.

— Sí, claro.

— Ya, lo siento. — dijo mientras se recargaba de espalda en la puerta, dejándose caer; sin saber que la chica se encontraba en la misma posición. — Sé cuanto significaba para ti lo del primer beso, pero no pude evitarlo.

— Eren, lo hiciste porque no querías que se lo diera a Jean. ¡Sabes que nunca lo haría!, y menos si tú no quieres. — reprochó Mikasa, demostrando el fastidio en su voz.

— Lo sé, confío en ti, pero no en ese cara de caballo. ¡Vamos, Mikasa! — respondió el ojiverde. — Sabes que es un casanova, en cualquier momento iba a aprovecharse de ti y yo nunca... — fue interrumpido.

— Dejarías que se aproveche de mí, lo sé. — suspiró.

— ¿Me vas a perdonar? — susurró, sabiendo que ella lo escucharía.

— Está bien. — viró los ojos, ya estaba acostumbrada a la impulsividad de Eren.

— Ahora... ¿Me abres? — preguntó, dispuesto a levantarse antes de que abra la puerta y caer de espaldas.

— No. — contestó mientras se levantaba sigilosamente.

— ¡Mikasa! — resongó. — ¡Esa también es mi habitación!

Abre la puerta y Eren cae de espaldas. — ¡Que niño tan resongón eres! — espetó, agachándose para ayudarle a levantarse.

— Y tú eres muy celosa. — confesó, cubriendo su rostro ante la posibilidad de que lo golpee.

— El burro hablando de orejas. — rodó los ojos.

•°•°•°•°•

— Eren, ¿estás despierto? — preguntó, ya sabiendo la respuesta.

— No. — Mikasa le dió un codazo en las costillas. — Vale, ¿qué pasa?

— ¿Porqué me robaste mi primer beso? — preguntó a la par que volteaba su cuerpo hacia el castaño.

— No sé. — obviamente, la ojigris sabía que mentía, no necesitaba jalarle las orejas para verificarlo.

— Dí la verdad, Eren, o te tumbaré de la cama. — amenazó, después de todo, ambos compartían cama.

El moreno suspiró. — Ese también fue mi primer beso, Mika. — confesó, sorprendiendo a la asiática.

— Pero... Annie...

— Fue mentira, lo dijo para alejar a Berthold. — dirigió su vista hacia el techo.

— ¿Entonces...? — insistió, con notable e inocente curiosidad que le pareció tierno al chico.

— Solo no quería que te sintieras mal si Jean te dañaba, ya sabes, va de chica en chica y no quería que tú fueras una de ellas. — delató a medias.

— Eren... — expresó en su tono de voz que sabía que eso no era todo.

— Si te digo, ¿prometes no hacerme dormir en el suelo? — por la expresión de Mikasa sabía que no prometía nada. Rodó los ojos, divertido mientras se preparaba mentalmente para lo que venía a continuación. — Me gustas. — y finalmente, dirigió su vista a la asiática.

Ante tal confesión, Mikasa no supo cómo reaccionar, así que por reflejo, tapó su rostro con sus manos para ocultar el imprevisto sonrojo que apareció en sus mejillas.

El castaño tomó sus manos delicadamente y las retiró para entrelazar sus dedos. — Lo siento, sé que no fue adecuado decírtelo y menos si dormimos en la misma cama. — rió ligeramente.

— No me esperaba que sintieras lo mismo que yo. — murmuró en un volumen que creyó que Eren no escucharía.

— ¿Qué dijiste? — ella lo mataría, eso era seguro, pero quería escucharla decirlo una vez más.

— Nada. — contestó sin ninguna intención de repetirlo.

— Dime. — insistió.

— Me. — y le sacó la lengua. Su actitud infantil era una de las facetas que Eren adoraba de Mikasa y no la cambiaría por nada.

— No me obligues a sacartelo. — amenazó.

— Ni lo intentes. — ya sabía lo que se avecinaba. — ¡Mam...! — antes de terminar, el castaño le empezó a hacer cosquillas. — ¡No! ¡Suéltame! ¡Mami, ayuda! — gritaba mientras reía. — ¡No es justo! — y entre tanta risa, en un mal movimiento que realizó, ambos cayeron de la cama.

Ante tal estruendo, la señora Jaeger llegó a la habitación dando un portazo. — ¿Están bien? — preguntó al ver a los chicos tirados en el suelo jadeando, mientras la cama estaba desordenada. — ¿Qué pasó?

— Cosquillas. — contestaron ambos, resumiéndole la situación.

Carla suspiró ya más calmada. — Niños, ya es hora de dormir. — comentó, ayudándoles a acomodar el desorden que ocasionaron.

— Buenas noches, mamá. — hablaron los dos, al mismo tiempo.

— Buenas noches, chicos. — dijo para darles un beso en la frente a cada uno. A pesar de ya no ser unos niños, para Carla, seguían siendo sus bebés.

•°•°•°•°•

— Mikasa... — la chica no contestó. — Mikasa, sé que estás despierta.

La chica volteó su cuerpo hacia él. — Dime.

— Me. — bromeó y la azabache rodó los ojos. — Lamento si te incomodé con lo de hace rato.

— No me incomodaste, fue todo lo contrario. — confesó mientras veía como el moreno se volteaba en su dirección, justo como ella. — Me alegra saber que sientes lo mismo. — le sonrió, contagiando su sonrisa al contrario.

Eren acercó su rostro a la blonda y le dió un tierno beso en los labios, después la rodeó con sus brazos. Mikasa lo abrazó por el torso y pegó su cabeza en él, escuchando la melodía de los latidos de su corazón.

— Buenas noches, Mikasa. — murmuró, dándole un beso en la frente, aspirando el aroma a jazmines de su cabello y recargando su cabeza en la de ella.

— Buenas noches Eren. — dijo de igual manera para después ocultar su rostro en el torso del castaño, en donde depositó un beso.

De párrafo en párrafo • Editando, PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora