Sorpresa

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La campana estaba a punto de sonar y por más que intentaba despertar delicadamente a su novia, ésta no cedía.

Poco a poco, Mikasa comenzaba a abrir los ojos al sentir unas suaves caricias en su cabello. Sonrió ligeramente ante la tierna mirada que Eren le dedicaba.

— Ya deberíamos vestirnos, Mika. Ya va a ser hora de... — antes de terminar la oración, fue interrumpido por las tonadas de la campana. — Bueno, ya es hora de vestirnos.

La chica suspiró. — Pásame mi ropa, Eren. — se incorporó tapándose con las sábanas, Eren rió ante eso, al parecer aún no perdía la vergüenza. Mikasa estaba cansada, eso se le veía en su semblante, pero era de esperarse, después del arduo entrenamiento y la actividad extra con Eren anoche.

El castaño le pasó la ropa a su novia y la ayudó a vestirse, cuando terminaron, le dió un beso en la frente.

-— Deberías quedarte aquí, Mikasa. — comentó él preocupado, debido al estado actual de su novia.

— Estaré bien, Eren. Iba a las expediciones antes de enterarnos. — respondió la azabache mientras terminaba de ponerse la chaqueta.

— Eso es lo que me preocupa, Mikasa. Ambos sabemos que conforme vaya avanzando, más delicado será y no quiero que te pase algo. — confesó mientras terminaba de envolverle el cuello con aquella bufanda.

— Eren, no discutiré contigo. Iré quieras o no. — y con esto, se dió por terminada la conversación.

Eren sabía que perdería el tiempo intentando convencerla, la chica era más terca de lo que cualquiera se pudiera imaginar. Y eso él lo sabía perfectamente.

Antes de salir de expedición —y a escondidas de Mikasa—, Eren le pidió de favor a Armin y los demás que la vigilaran, todos aceptaron con notable confusión en sus rostros.

¿Porqué deberían de cuidar a Mikasa? Todos sabían de lo capaz que era ella de protegerse.

•°•°•°•°•

Afortunadamente, la expedición que debían realizar era corta y no se encontraron con muchos titanes como se lo esperaban, los pocos que aparecían eran eliminados por los Ackerman; después de lo de Annie, Mikasa tuvo el privilegio —o el fastidio— de luchar lado a lado con Levi —el enano de su primo—, cosa que preocupó a Eren debido al esfuerzo que estaba haciendo y el cansancio que se le notaba en su rostro, a pesar de que podía pasar desapercibido por su semblante serio, pero Eren la conocía bien. Y sabía que se estaba agotando.

Llegaron al cuartel, y en cuanto Mikasa bajó del caballo, se desmayó. De no ser por Eren —que estaba cerca y trataba de alejarse de su novia lo menos posible—, quien la atrapó y la cargó al estilo nupcial. La llevó dentro del cuartel y Hanji le pidió que la acostara en la cama dónde le indicó. A pesar de su insistencia, el capitán Levi lo obligó a ir al comedor a almorzar con los demás soldados.

Eren se encontraba nervioso por que sabía lo que iba a venir a continuación, Armin no paraba de preguntarle de tanto en tanto que qué pasaba —aunque el rubio tenía una ligera sospecha desde hace un tiempo—.

Unos minutos más y Mikasa ya entraba al comedor, la mayor Hanji le pidió que comiera; sí, ahora ella lo sabía y era necesario hacerselo saber al capitán y al comandante. Le dijo que en unas horas la llamarían, mientras, que disfrutara del resto del día, justo como lo harán sus compañeros de escuadrón.

— ¡Mikasa! ¿Estás bien? — preguntó alarmado el castaño, ayudando a sentar a su novia en el comedor.

— Sí, solo fue por eso. — empezó a comer luego de sentarse. Estaba hambrienta.

De párrafo en párrafo • Editando, PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora