|VEINTE|

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|20|No hay más que hablar

Oscuro, simplemente todo era oscuro. Sentía como alguien le cubría sus ojos y tarareaba una melodía desconocida. Balazo. No recuerda mucho lo paso ese día. Su mayor recuerdo era la oscuridad y fuerte miedo que ambos sentía en ese instante. Otro balazo sonó a las lejanías del pequeño cuarto del conserje donde se escondían, temblando, sentados detrás del estante de productos de limpieza.

Eran tan solo unos niños de 10 y 12 años que tenían miedo de que los descubrieran.

Pico aferraba al pequeño niño –quien era un completo desconocido para él– sobre su pecho, tarareaba una canción sin sentido para distraerlo del terror que surgía allá afuera, tapaba sus ojos con sus manos ensangrentadas con la misma sangre de una de las maestras cual ignorantemente intento ayudarla después de recibir los balas (una en su frente y otra en el pecho).

Todo paso completamente rápido para él, no se encontraba en el salón cuando empezó el tiroteo, simplemente huyo por los pasillos tratando de ignorar los cadáveres esparcidos por los pasillos como si fueran basura. Al cruzar por los salones de grados inferiores escucho un llanto dentro uno de los casilleros rojos.

Al abrirlo se encontró con un niño castaño (podía notar a simple vista que era menor que él) llorando y temblando. Sin dudar lo saco de allí, sabía bien que si lo dejaba seria descubierto por el tirador. El menor se negaba completamente salir, se hizo bolita en el fondo del casillero. Tenía miedo del mayor le hiciera daño.

–Tranquilo, solo vamos a escondernos en otro lado –comento tratando de tranquilizarlo.

–¿No me harás daño?

El pelirrojo negó su cabeza con suavidad, extendió su mano para ayudarlo a salir de allí. El pequeño miro sus ojos plateados aun dudando de creerle o no. Pero al momento de ver la sonrisa del más alto le dio confianza para seguirlo, se armó de valor y tomo su mano para salir.

Una vez afuera le tapo sus ojos con sus manos para evitar que viera los cadáveres.

–No veas, son cosas feas.

El menor simplemente asintió y se dejó guiar ciegamente hacia su actual escondite.

Keith quien intentaba ignorar todos los gritos y el ruido de las armas se aferró más al cuerpo del pelirrojo, quien aún no dejaba de abrazarlo con sus piernas.

–Procura ignorar todo –susurro intentando de ser valiente.

–Tengo miedo.

Comento entre lágrimas escondiendo su carita en el suéter verde que portaba el más grande, Pico no sabía que hacer, él también tenía ganas de llorar pero su padre le enseño a ser fuerte y a proteger a los demás.

Con sus manos levanto un poco el rostro del niño y deposito un suave beso en su frente y otra en su nariz. Como lo hacía su tío cuando él le aterraba la oscuridad de su habitación. Un afecto inocente que logro cesar las lágrimas de cocodrilo del chico.

–Todo estará bien –comento tratando de creerlo él también.

Aquella frase fue la última que surgió entre ellos, Keith quedo dormido mientras que Pico seguía tarareando –cerraba sus ojos cuando escuchaba a gente correr y gritar por el pasillo de a lado o cuando escuchaba otro balazo– no soltaba de sus brazos aquel desconocido niño.

Quería ser valiente como un héroe, su héroe. Como su padre.

Cerró sus ojitos y siguió tarareando.

[...]

Pico tomo asiento en el borde del sofá, estiro sus brazos. Sentía un enorme dolor en su cuello por instinto volteo su mirada a su costado encontrándose con el cuerpo del menor hecho ovillo sobre las sabanas cafés del colchón. Se le quedo observando un momento. Su rostro parecía tan pacifico, había olvidado como se veía dormido.

Suspiro. Observó el cristal de la puerta de la pequeña terraza, la lluvia seguía cayendo pero ahora más calmado. Acomodo las sabanas con las cual durmió y se dirigió a la cocina. Si no antes detenerse en frente de un viejo marco –que comenzaba a ensuciarse de polvo– con la fotografía de Keith y el abrazados, recordaba bien el día que tomaron aquella foto.

Keith y Pico después de lo sucedido comenzaron a ir obligatoriamente a terapias (por parte del instituto) para los chicos que sobrevivieron a la masacre. Era un maldito infierno estar allí. Aunque Keith no salió tan afectado gracias al mayor. Pico solo recordaba las estúpidas drogas disfrazadas de medicamentos, palabras falsas de apoyo y sobre todo ser tachado como loco por tener el miedo que un evento como ese llegara a pasar de nuevo. Según solo era cuestión de tiempo para que otro alumno ocasionara un evento así.

Pero...

Keith siempre estuvo pendiente de la salud mental de su héroe, con tan solo diez años estaba al pendiente que el chico pelirrojo tomara su medicinas, que comiera (incluso le preparaba un emparedado simple para que comieran juntos en el receso). Incluso lo llegaba a esperar para acompañarlo al autobús. Una de esas tardes donde la pasaban juntos, el tío de Pico, Steve, se acercó a ellos y con una vieja cámara tomo la foto.

[...]

Para los recuerdos de Keith, Pico siempre fue un héroe que no le temía a nada.

Cuando un oficial de policía los encontró en su escondite, Pico nunca lo soltó, tomaba su mano con fuerza y si había algo que no quería que viera tapaba sus ojos para protegerlo de todo mal.

Aún recuerda cuando una vez fuera de la escuela, varios para médicos y oficiales estaban atentos a ellos. Hasta que llegaron con toda prisa dos adultos mayores que lograron separarlo del pelirrojo paro abrazarlo con fuerzas, se notaba que el niño de pecas le incomodaba el contacto de ellos.

No paso mucho para ver entre la multitud a un hombre alto –casi siendo de dos metros–, de tez negra y calvo se acercó hacia el pequeño castaño. Parecía preocupado a la vez que asustado, incluso podía jurar que había una pisca de terror en su mirada. Entre sus brazos cargaba a una niña pequeña que miraba a su alrededor con curiosidad.

–Keith.

–Matt –susurro mirándolo.

Una vez estando parado en frente de él se arrodillo para estar a su altura, analizándolo que no tenga ninguna herida.

–¿Estas bien?

El niño asintió ligeramente, fijo su mirada por todos lados notando múltiples familias abrazando con tristeza a los niños o padres llorando a mares tras recibir terribles noticias. Buscaba entre el público pero no encontró lo que tanto anhelaba.

–¿Dónde esta ella?

–Ella...–suspiro y lo miro con tristeza– ella está ocupada.

El menor bajo la mirada.

–Como siempre...–comento decepcionado.

El adulto fue hablar con los oficiales dejándolo solo. El pequeño niño miro a su alrededor parando su mirada sobre el chico que lo cuido, quien hablaba como hombres que lo abrazaron con anterioridad. Por un momento sus miradas se cruzaron, el pelirrojo movió su mano con lentitud, acción que fue imitada por el castaño.

[...]

Despertó gracias al silbido de la tetera, con pereza tomo postura (igual a la de un indio) sobre el colchón. Soltó un enorme bostezo, estiro sus brazos y miro a su alrededor reconociendo el lugar al instante. Escucho la voz de su hermana en la cocina, al parecer hablaba con el dueño de la casa.

Se levantó sin muchas ganas y se dirigió hacia ellos.

–La lluvia está más calmada para que puedan irse sin problemas –comento el pelirrojo.

–Si, no hay problema, gracias Pico.

–No hay de qué.

Salió de la cocina, se topó con el cuerpo del menor. Sus miradas chocaron, no dijeron nada solo admiraron aquellos orbes que desde hace años que lograban perderse en ellos sin darse cuenta.

Keith fue el primero en desviar la mirada, Pico simplemente soltó un suspiro y se dirigió hacia la salida del departamento. Le dedico una última mirada al menor quien solo observaba sus movimientos en silencio. Ambos por impulso movieron sus manos en un ligero movimiento.

No pudieron evitar sentir una sensación de calidez en su interior, se regalaron una diminuta sonrisa y sin decir nada el mayor salió del lugar.

|| Afterglow || BF x PicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora