Capítulo 23: Revelaciones. Shoto

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Tenía una descarga de adrenalina por el cuerpo impresionante. Por suerte para Shoto, Yaoyorozu tenía su cabeza apoyada en su hombro, por lo que no podía escuchar el acelerado ritmo de su corazón.

Pero si lo pensaba bien, no debería sorprenderle lo que le había sucedido. Había estado cuestionándose puntos que en una amistad normal no habrían surgido. Y habían aparecido porque su amistad ya no lo era como tal. Había estado dándole vueltas a algo que en el fondo tenía una conclusión simple y sencilla.

La abrazó más fuerte y aprovechó ese momento caído del cielo en el que tenía una consciencia más clara sobre sus sentimientos y que, al mismo tiempo, era aferrado por la destinataria de ellos. Y lo hizo incluso con una advertencia que le decía desde algún punto de su cabeza que aquello se empezaba a salir de lo prudentemente adecuado.

Pero Yaoyorozu tampoco parecía muy predispuesta a soltarle. Poco a poco se había calmado y recuperado la respiración normal. De ahí que supiera que ese momento de crisis había quedado atrás. Sin embargo, ella se encontraba en una situación similar a la de él: abrazada... y, lo que era más importante, sin querer moverse.

No tuvo muy claro cuánto tiempo permanecieron así, pero sí el hecho de que cruzaron de largo ese «prudentemente adecuado» para adentrarse en lo escandalosamente inapropiado.

Por eso, Shoto se separó un poco de ella para mirarla y casi se arrepintió. Tenía su cabeza recostada hacia él, con los ojos cerrados; como si le importara muy poco el hecho de estar abrazada a un chico. Pero ante esa oportunidad de clandestinidad con sus acciones, la observó... sin restricciones. Yaoyorozu tenía las mejillas aún sonrosadas por el llanto, pero en vez de restarle atractivo, sólo se lo aumentaba.

Suspiró con desgana por tener que apartarla. Le hubiera gustado estar un rato más así porque tampoco sabía si se repetiría de nuevo. Pero debía hacerlo o, cuanto más tiempo pasase, más raro volvería a ponerse todo entre los dos.

—¿Yaoyorozu? —la llamó con un leve movimiento del hombro para que se irguiera.

La vio abrir los ojos, con lentitud; casi como si le costara. Los tenía aún algo rojos, pero también nublados. ¿Se había quedado adormilada?

—Ya estás más tranquila —afirmó con tono amable. Con un gesto inconsciente, le tocó la mejilla sonrosada y sonrió—. Me ha preocupado verte tan alterada.

—Aún me cuesta creer que no estés disgustado —replicó con una ligera voz sorprendida. Le cubrió la mano que tenía en la mejilla y cerró los ojos otra vez para apreciar el contacto.

—Para nada... Me gusta más tu forma de verlo que la mía.

Yaoyorozu rio feliz y abrió los ojos para mirarle. A diferencia de antes, ahora estaban brillantes, lo que terminaba de completar un conjunto que, de inicio, ya era impactante.

Aquello era muy malo, pensó con alarma. Yaoyorozu le atraía mucho. Siempre le había parecido una de las chicas más bellas del instituto, pero aquello empezaba a subir a otro nivel. Le gustaba su contacto; le gustaba la suavidad de su piel en sus dedos. Y en cuanto por instinto movió de forma sutil su pulgar por su mejilla, a ella la oyó suspirar, pero a él se le dispararon las pulsaciones.

Yaoyorozu fijó sus ojos en los suyos con una intensidad inquietante, con su sonrisa desvaneciéndose poco a poco. Notó que apretaba más su mano, probablemente de forma inconsciente, al tiempo que la oía respirar por la boca de forma irregular. Y entonces, por pocos —pero muy desconcertantes— segundos, esos ojos se desviaron a sus labios.

Las pulsaciones que un instante antes las tenía desbocadas se le detuvieron de repente por la impresión, igual que su respiración. Y toda esa tensión que percibía fue reemplazada por una especie de tirón hacia ella que no había sentido hasta entonces.

El resultado del examenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora