Capítulo 51: No es un sueño

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A Shoto se lo llevaban los demonios cuando salió a la calle a que le diera el aire. Llevaba días con la sensación de que Yaoyorozu jugaba con él, pero aquello, no sólo se lo confirmó, sino que rebasó todos los límites.

Por mucho que estuvieran en esa especie de «intento de llegar a algo», no tenía derecho a hacerle eso. Había entendido que se acercara a él durante la canción; muchas parejas habían hecho lo mismo y él se había limitado a disfrutar el tenerla abrazada a él. Sentirla pegada a él, sentir su calor, el olor de su suave perfume... le había encantado ese momento y había pensado que quería más canciones lentas para poder repetirlo. Porque, a pesar del nerviosismo por tenerla tan cerca, lo había interpretado como lo que era: un inocente baile.

Pero se le hacía evidente que Yaoyorozu lo había hecho con otra intención. Esa forma de restregarse contra él y pedirle que salieran fuera los dos sólo podía hacerlo con el objetivo de excitarle y lo había hecho a propósito; sin un mínimo miramiento de lo que eso le haría sentir a él cuando sabía positivamente que no harían nada. Eso le había cabreado como pocas cosas: mientras él estaba disfrutando de un agradable baile con la chica que quería, ella estaba incitando una respuesta más fuerte en él. ¿Y todo para qué? ¿Para divertirse? ¿Para hacerla sentir mejor? Con lo modosa que parecía, era increíble que Yaoyorozu fuese de «ésas».

—¡Joder!

Estaba tan enfadado que casi le dio una patada al primer banco que se encontró de camino a los dormitorios. No esperaba que hubiera otra persona que consiguiera cabrearle tanto como lo hacía su padre. Pero mientras que lo de su padre era un odio visceral por todo lo que les había hecho sufrir a él y a su madre, lo de Yaoyorozu era algo más profundo. Que jugara de esa forma con sus sentimientos era algo que le dolía de una forma que no había sentido nunca. Y por eso mismo, no podía consentírselo más. Se sentía como un muñeco de trapo al que cogía y luego tiraba, para después cogerlo de nuevo y volverlo a tirar. Pero eso se iba a acabar.

Se apoyó con los brazos estirados en el respaldo del banco y dejó escapar el aire de sus pulmones con fuerza. Debía serenarse; igual que intentaba hacer cuando veía a su padre, debía controlar esas emociones negativas y no dejarse arrastrar por ellas. A fin de cuentas, su situación con Yaoyorozu tenía una relativa fácil solución que ya se había planteado cuando habló con Midoriya: alejarse de ella.

Y entonces, sólo le quedaría esperar a que esa cosa que había surgido por ella en esas semanas desapareciera en el mismo tiempo.

—Torodoki...

Resopló con disgusto. Porque, al parecer, el hecho de ponerlo en práctica tendría que esperar un poco más.

—Para ser la más lista de clase, no entiendes una orden sencilla...

—¿Podemos hablar?

—Si te digo que no, ¿esta vez me harás caso?

Shoto se giró y, por un desconcertante momento, pensó que no debería haberlo hecho. Se le había olvidado que Yaoyorozu tenía la capacidad de manipularle, pero, con las mismas, afianzó su resolución de tragarse lo que fuese y no permitírselo más. Se apoyó contra el respaldo del banco y se cruzó de brazos, haciendo caso omiso de sus lágrimas silenciosas.

—Qué quieres.

Yaoyorozu se frotó las manos en un gesto nervioso, aunque acto seguido se llevó una de ellas a la cara para retirar las lágrimas que le seguían cayendo y Shoto inspiró hondo para seguir mentalizándose de no compadecerse por su estado.

—Lo siento mucho —empezó con voz temblorosa—. Sé que no es excusa, pero es que me puse muy nerviosa.

—Parece que eso te pasa muy seguido —contratacó beligerante.

El resultado del examenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora