Capítulo 32: Y ahora, ¿qué?

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Si algo había aprendido Shoto sobre lo que había sucedido en esos últimos minutos, era a no volver a tener una conversación importante en medio del pasillo del instituto. Tres veces le habían interrumpido. Tres.

Había sido un momento crucial para él: se le había declarado por primera vez a una chica. Pero en lo que había durado el proceso, le habían interrumpido tres veces y de las formas más variopintas.

Primero lo habían hecho para informarle de algo irrelevante para él cuando estaba intentando sonsacarle una información que sí que le interesaba a Yaoyorozu. Después se había encontrado con las preguntas impertinentes de Hado cuando lo que quería era centrarse en su situación previa. Y, por último —y lo más sorprendente de todo—, le habían revelado que sus compañeros estaban convencidos de que eran novios justo cuando estaban teniendo una conversación para saber si lo eran.

Era increíble su mala suerte, pero al menos había aprendido una valiosa lección.

Revisó el pasillo y como aún quedaban algunos rezagados, decidió entrar en el aula más cercana para poder meditar tranquilo. Comprobó que no hubiera nadie y cerró la puerta.

No tenía ganas de ver a nadie en ese momento. Estaba sintiendo un bajón anímico bastante importante, aunque suponía que eso era lo normal dadas las circunstancias. A fin de cuentas, él quería otro tipo de relación con ella. Sin embargo, Yaoyorozu no parecía ni querer contemplarlo, tal y como había mostrado al huir de allí en vez de enfrentarlo.

Reconocía que Yaoyorozu siempre conseguía sorprenderle y esa vez no había sido para menos. No era la primera vez que reaccionaba de una forma imprevisible para él. Porque podría haberse imaginado multitud de escenarios tanto buenos como malos sobre lo que había sucedido, pero jamás habría esperado que se llevara ese disgusto.

Shoto observó el pupitre despejado que tenía enfrente y se sentó en la silla con un suspiro decepcionado.

Con todo lo que les había pasado en los últimos días, había tenido la esperanza de recibir otra respuesta. Pero al final, todo se podía resumir en que estaba en su cabeza. Quizás sólo había sido un juego en el que retorcía la realidad para amoldarla al resultado que quería. Porque, ¿acaso no había pensado más de una vez que Yaoyorozu sólo quería que fuesen amigos?

Volvió a suspirar cuando sintió que se le iba formando un nudo en el pecho.

Era un poco deprimente, pero así estaban las cosas. Y no debería sorprenderle que su ánimo cambiase de una forma tan drástica por ello. Reconocía que no lo había meditado lo suficiente. Aunque contemplara la posibilidad del rechazo, no se había detenido a pensar en cómo se sentiría por ello. Había sido imprudente por su parte no valorar todas las opciones en profundidad. Tendía a actuar rápido ante un problema para solucionarlo, pero a veces no veía toda la extensión de las consecuencias que traían sus actos al hacerlo.

Sonrió afectado. Yaoyorozu era mejor que él en eso, pensó con algo de envidia. Era una chica muy inteligente y ésa era una de las cosas que le encantaban de ella. Le gustaría tener esa capacidad tan minuciosa de analizar las cosas. Y, por supuesto, eso le habría venido bien tanto antes como ahora.

Pero lo hecho, hecho estaba y ahora no le quedaba más remedio que valorar qué iba a hacer. Aunque se sentía desanimado no quería deprimirse por esto. Quería intentar verlo como un tropiezo más que como una caída. Ésa era una lección que, por desgracia, su padre le había enseñado a base de palizas. Siempre que había creído no poder hacer algo, su padre se había encargado de conseguir que lo hiciera. Y justamente esto no quería que fuese diferente, más cuando sabía que había un factor perjudicial clave en todo este asunto: el tiempo.

El resultado del examenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora