Capítulo 34: Yo te veo

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Era el segundo cambio de clase y de nuevo se quedó sentada en su pupitre. Mashirao observó a Hagakure con su teléfono en las manos y sin moverse ni un ápice. En los diez minutos del anterior descanso entre clases había hecho lo mismo.

Entonces ella se levantó y salió del aula. En un inicio pensó que iría al baño, pero en realidad no fue muy lejos. Lo supo cuando se acercó a la puerta a mirar por el pasillo y la vio a un lado, apoyada contra las ventanas y con el móvil en el mismo sitio.

¿Habría pasado algo en su familia y esperaba alguna llamada?

Se acercó hasta ella.

—Hagakure, ¿estás preocupada por algo?

—Ah, Ojiro... —saludó enfática al tiempo que escondía su móvil contra el pecho—. Estoy bien. ¿Por qué lo dices?

El tono exagerado de ánimo que utilizó le hizo saber que algo no iba bien.

—Normalmente, en cuanto inicia un descanso, eres la primera que se levanta para ir donde alguien y hoy no lo has hecho en dos descansos seguidos.

—¿Ah, no? —se extrañó ella.

Para empezar, Toru ni siquiera se había dado cuenta de que hiciera eso. Pero también sabía que había muchas interacciones que hacía de forma automática guiada por la costumbre, por lo que tampoco podía descartarlo.

—No, te has quedado mirando el móvil todo el tiempo —expuso él—. ¿Ha ocurrido algo en tu familia? ¿Estás esperando alguna llamada?

—Nooo... ¡Qué va, qué va! —se apresuró a corregir—. De verdad que no ha pasado nada. Es sólo que... —Pero se calló. Separó su móvil del pecho y miró la pantalla con aflicción—. Pensaba en el baile.

—Ah... Entonces, ¿estás esperando la respuesta de alguien?

Lo dijo de una forma tan natural que a Toru le llamó la atención.

—¿Qué?

—¿No estás pendiente del móvil porque has invitado a alguien?

Toru no pudo notar ni un amago de broma. Era como si para él eso fuese lo normal.

—No —contestó cohibida, y miró la pantalla de su móvil—. Ojiro, ¿vas a ir al baile?

—Mmm... Supongo que dependerá de lo cansado que me encuentre. Pero tampoco estoy seguro de que me apetezca ir —dijo tras una breve pausa—. No me resulta muy cómoda la idea.

—¿Por qué? Estas cosas parecen gustarte. He visto que te divertías en los entrenamientos para la representación de clase —repuso ella.

—No es lo mismo —se defendió—. Una cosa es participar en un concierto coreografiado y otra muy distinta, «ese tipo» de baile —explicó. No tenía problemas con salir de fiesta con sus amigos, pero un baile de parejas era otra historia... y no era el único que lo pensaba—. De hecho, sé de varios de clase que no tienen intención de ir.

—Entiendo... —Porque en realidad lo entendía. Ella sabía perfectamente cuál era la diferencia. De ahí que pensar en su concierto la animara, pero el baile la dejara decaída—. Yo sí quiero ir.

—Ya... Tú sí eres de esas personas a las que le gustan estas cosas —rio divertido. Ya se había dado cuenta de que era una chica a la que le gustaban mucho las actividades en grupo.

—El otro día las chicas hicimos una quedada.

—Eso suena divertido... —No sabía por qué había cambiado tan de repente de tema, pero lo dejó estar. Hagakure le orientó su móvil y él lo cogió—. Así que estabas viendo las fotos que os hicisteis —dedujo él—. Ésta es tu habitación, ¿no?

El resultado del examenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora