Capítulo 35: Distanciamientos

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En cuanto Cementoss salió por la puerta del aula dando por finalizada una de las clases más aburridas de literatura moderna dadas hasta la fecha, Kaminari se apresuró a sacar su teléfono móvil y ponérselo a Jiro delante de la cara. Aquélla era una de las ideas más brillantes que había tenido para conseguir practicar solo en su habitación sin la habitual descoordinación en los ritmos y, por eso, no iba a aceptar de su parte un no por respuesta.

Pero la sorpresiva acción de Kaminari consiguió sobresaltar a Jiro y ésta se echó hacia atrás de forma refleja.

—¿Qué haces?

—Quiero grabar cómo cantas —replicó con la condescendencia propia de quien dice una obviedad.

—¿Perdona?

—Cuando practico solo en mi habitación me cuesta más que cuando lo hago contigo —explicó—. Y he llegado a la conclusión de que es porque no tengo tu voz para guiarme.

Jiro ni siquiera fingió el mirarle por unos momentos como si le estuvieran diciendo una tontería... y es que lo era. Porque el hecho de que le resultara más fácil tocar la guitarra cuando estaban juntos, era porque ella le corregía para que tocara mejor, no por su voz.

—No es porque yo cante —repuso con un suspiro cansado—. De hecho, mi voz es una interferencia que podría confundirte porque puede coger otro ritmo distinto a lo que tienes que tocar.

—No es verdad —refutó enérgico—. Cuando toco solo me falta tu voz de fondo. Así que canta —le exigió con el teléfono más cerca del rostro que antes.

Jiro volvió a observarle con el mismo desconcierto que antes, pero esta vez se giró hacia el pupitre de Kaminari para enfrentarle. Y entonces, pensó detenidamente en sus palabras mientras le bajaba el brazo para apartarle de su cara.

Por desgracia, algo de razón sí que podría tener, reflexionó. Kaminari no sabía leer partituras ni podía tocar de oído. Para la representación musical de la clase se estaba limitando a aprenderse la canción de memoria. Y como siempre practicaba con ella —ya fuese solos o en grupo—, podría estar aprendiéndose la canción con el resto de acompañamientos. Era posible que el resto de integrantes le estuviera marcando un ritmo a lo que él tenía que tocar y de ahí que no se concentrara solo.

—No me voy a poner a cantar en medio de clase.

—¿Eso quiere decir que lo puedes hacer luego? —preguntó esperanzado.

—No, tampoco —se negó, para disgusto de Kaminari—. Si quieres oírme, tendrás que ensayar conmigo.

—Ya practicamos juntos un montón de horas —se quejó él—. ¿En serio quieres que sean más? Te vas a aburrir.

Jiro cogió uno de sus conectores y empezó a juguetear con él. Kaminari observó esa acción involuntaria que sabía que ella hacía cuando se sentía incómoda.

—Bueno... —empezó cohibida, con un encogimiento de hombros—, todo sea por el bien de la actuación.

Kaminari se irguió cuando vio un ligero sonrojo formarse en sus mejillas y, con ello, tuvo un momento de lucidez —que no supo bien de dónde le vino—, que le dijo que aquella era la forma de Jiro de proponerle pasar más tiempo juntos.

Su rostro dibujó una sonrisa pícara al darse cuenta de que, a pesar de que ella le había recriminado ser más directo a la hora de pedirle cosas, Jiro no era capaz de acatar sus propias palabras. Así que se apoyó en el pupitre de manera relajada y supo que ese gesto la puso nerviosa cuando la vio mirar hacia otro lado.

—¿Estás segura de eso? Porque podría acapararte mucho tiempo —añadió con sorna.

—Y qué remedio me queda —contratacó ella—. Eres un idiota que todavía no ha sido capaz de aprenderse una simple canción.

El resultado del examenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora