Capítulo 46: Incertidumbres

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De verdad que ya no entendía nada, y eso empezaba a exasperarle.

Shoto se recostó de nuevo en el banco tras verla huir del patio y resopló con disgusto ante otro evidente rechazo. Si era sincero consigo mismo, no esperaba algo tan cortante, a fin de cuentas, se suponía que habían llegado a una especie de acuerdo para valorar si podían llegar a algo más. Pero tenía que haberlo visto venir si se atenía a la forma en la que le había invitado. Era el muro más alto que había construido entre ellos hasta la fecha.

Visto en retrospectiva, se podía decir que había sido un error de cálculo por su parte, pero realmente, no se le había ocurrido que tuviera esa reacción. Después de la conversación que mantuvieron en la clínica, esperaba poder ser más sincero con ella con respecto a sus sentimientos. Yaoyorozu iba a colaborar... o al menos, eso era lo que le había dicho. Y él le había prometido que iba a intentar ganársela.

Sin embargo, en cuanto había hecho una mínima mención a sus sentimientos, Yaoyorozu había reaccionado como si acabara de presentarse el diablo enfrente.

No entendía nada, volvió a pensar, esta vez enfadado. ¿Qué demonios pretendía que sucediera cuando hablaron de ello en la clínica? ¿Pretendía que él se quedara sentado sin hacer nada mientras ella se lo pensaba? Porque él esperaba justo lo contrario. Creía que podría tener un mayor acercamiento a ella; que pudiera vislumbrar algo mejor lo que sería estar con él.

Sin embargo, era evidente que ella tenía otra cosa en mente. Si tan mínimo paso le generaba tanto rechazo, eso sólo podía indicar lo diametralmente opuestos que eran los sentimientos de ambos. Y Yaoyorozu tenía que ser consciente de ello cuando lo hablaron, pues era ella la que sufría el no poder corresponderlos por mucho que quisiera.

Pero, entonces, ¿por qué le habría dicho que iba a valorarlos si sabía que no podía? ¿Quizás porque de esa forma esperaba que la dejara tranquila?, pensó desconcertado.

Shoto se sentó erguido cuando cruzó esa posibilidad por su cabeza.

¿Podría ser eso?, reflexionó aturdido. ¿Podría ser que su intención fuese hacerle creer que se lo estaba pensando y, de esa forma, evitar que insistiera y dejase correr el tiempo sin hacer ningún movimiento?

«No», rechazó al momento. Le costaba creer que esas fuesen sus verdaderas intenciones. Sería una artimaña demasiado ruin para ser ella, porque le estaría dando esperanzas cuando en realidad no las tenía... por mucho que eso explicara por qué se había indispuesto de esa manera al no conseguir detenerle.

Para su desgracia, por mucho que buscó, no encontró otra alternativa a ésa. Y deseaba que la hubiera, pero no la encontró. Sin embargo, se negaba a creer que aquel día ella actuase de mala fe con él. Y por eso prefirió tranquilizarse recordando el consejo de su hermana y aceptar que Yaoyorozu había actuado en base a algo que él no podía comprender.

Aunque eso le dejaba en el mismo punto que al principio: que no entendía nada.

No podían seguir así... y lo decía tanto por él como por ella. Debía tomar algún tipo de determinación por mucho que a Yaoyorozu no le gustara. Si por casualidad le había mentido en un intento de mantener su amistad, aquello sólo sería un indicativo más de lo presionada que estaba para soportar algo que no quería. No podía continuar exponiéndola a algo que la hacía sufrir por una amistad que de seguir así acabaría por romperse. Y él tampoco estaba muy dispuesto a recibir sus reiterados rechazos mientras eso ocurría.

Todo tenía un límite —concluyó mientras se levantaba para volver a la residencia—, y al menos él ya empezaba a ver el suyo.

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