Capítulo 42: Acercamientos

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Con cierta sorpresa, el dolor del brazo no fue lo que la despertó. Lo hizo una enfermera que trajinaba con su brazo sano. Aun así, el punzante dolor que sintió tras abrir los ojos hizo que su atención se centrara en él. Lo tenía entero cubierto a pesar de que varias tiras de vendas estuvieran cortadas. Miró a la derecha y vio a la enfermera recoger varios tubos de suero y, en cuanto la mujer se dio cuenta de que se movía, la miró y la saludó.

—Vaya... —susurró—. Realmente tu singularidad es un don. Es casi increíble que ya estés despierta.

—¿Qué?

—En cuanto han llegado, te hemos puesto seis sueros más. Y fíjate: ya has abierto los ojos.

No entendía mucho de lo que le hablaba. Aún sentía la cabeza algo dormida. Recordaba vagamente el suceso del patio, pero no cómo había llegado allí.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó la enfermera, aún hablando en bajo.

—Me duele el brazo... y el costado.

—¿Y aparte de eso?

—Estoy algo cansada —contestó cuando se dio cuenta de que incluso hablar le costaba.

—Sería un milagro médico que no lo estuvieras. Te estoy quitando las vías —le explicó de pronto—. Te hemos puesto varias botellas para que recuperaras reservas. Es increíble lo eficiente que es tu cuerpo.

—¿Gracias? —dudó.

—Te hemos tenido que abrir la venda del brazo. En cuanto te hemos puesto las dos primeras botellas, has empezado a recuperar volumen y los dedos se te empezaron a poner morados.

—Ya... —murmuró. De igual forma que perdía masa grasa al usar su singularidad, también la recuperaba con facilidad cuando comía—. ¿Por qué me hablas tan bajo? —le preguntó sin más.

—No quiero despertar a tu novio. Estuvo despierto hasta bien entrada la madrugada.

—¿Todoroki?

No podía imaginar que otro chico se hubiera quedado allí con ella. De hecho, mencionarle le trajo como un fogonazo lo sucedido en la ambulancia. Le había dado un susto de muerte. Nunca le había visto llorar. Debió pasar la noche muy preocupado.

La enfermera se giró hacia atrás para mirarle y se tensó.

—Aunque parece que ya se ha despertado...

Todoroki estaba recostado en un sillón mirándolas atentamente. No le había visto porque la enfermera obstaculizaba su visión. Se le entrecortó la respiración al saber que había pasado la noche allí y pensó, de nuevo, que debió darle un susto tremendo.

—¿Has podido dormir? —le preguntó la enfermera—. No estoy segura de hasta qué punto ese asiento es cómodo para ello.

—He dormido en sitios peores —comentó mientras se ponía de pie.

—Voy a revisarte el brazo —informó la mujer yendo al lado izquierdo de la cama—. Tras cuatro sueros más, seguro que vuelves a tener los dedos morados —añadió con humor.

Todoroki se dirigió hacia la cama y Momo observó su semblante conmocionado. Se inquietó.

—¿Estás bien?

—Eso debería preguntártelo yo —le respondió él.

La enfermera chasqueó la lengua y cortó varias tiras más de venda.

—Voy a tener que reemplazar el vendaje. —Suspiró—. Aprovecharé para hacerte las curas de los puntos. —Dejó su brazo en el arnés y se dirigió a la puerta—. Ahora mismo vuelvo...

El resultado del examenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora