Capítulo 27: Fuyumi

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No tenía a nadie con quién hablar de algo así. Shoto cogió el teléfono y revisó su escasa lista de contactos. Ni siquiera tenía a todos sus compañeros de clase; no llegaba ni a media docena, lo que indicaba las pocas personas con las que tenía cierta confianza. Sin embargo, esos suponían muchos más que los que tenía de su antiguo colegio cuyo cómputo era cero. Pero, en el fondo, tampoco le apetecía tratar con ninguno de ellos lo que le ocurría con Yaoyorozu, pues al estar en la misma clase y dormitorio, tenían contacto constante con los dos. Podría ser incómodo que alguien de su alrededor estuviera al tanto de lo que le pasaba.

Deslizó la lista y llegó a sus hermanos. Podría intentar hablar con alguno de ellos, pero tampoco tenía muy claro qué preguntarles. No podía decirles que no sabía que hacer porque no tenía ni idea de qué pasaba por la cabeza de la chica que quería.

Una chica... Fuyumi.

Quizás su hermana pudiera aconsejarle algo desde esa perspectiva. Desde luego, era la persona más conciliadora de su familia y mucho menos efusiva que sus hermanos. Quizás podría hablarle con más cabeza que ellos. Además, después de su padre, posiblemente fuese la persona con la que más tiempo había pasado desde niño, a fin de cuentas, ella y su abuela habían tenido que suplir a su madre.

Pulsó el contacto casi antes de que pudiera pensar sobre qué hablar y Fuyumi contestó mucho más rápido de lo que hubiera esperado.

—¿Shoto?

—Hola, hermana —saludó.

—Qué sorpresa que llames. —No podía culparla por decirlo. Sólo llamaba a casa una vez a la semana y aquel no era precisamente el día correspondiente—. ¿Qué tal estás?

—Bien. ¿Y vosotros?

—Como siempre... Parecido a cuando te marchaste —comentó con una risa nerviosa—. Hemos vuelto a tener un problema con los muebles.

Cuando su padre se convirtió en el héroe número uno por el retiro de All Might, en un ataque de ira quemó la sala de entrenamiento. Y justo antes de entrar en el internado, había reducido a cenizas la televisión por una noticia sobre ello. Imaginaba que esos percances debían seguir sucediendo.

Por suerte, él ya no tenía nada que ver con eso. Por fin se había librado del radio de acción de ese hombre. Y ni siquiera había tenido que ser mayor de edad para conseguirlo*.

—Shoto, ¿de verdad estás bien? —preguntó tras el silencio que se hizo a ambos lados de la línea.

—Sí, ¿por qué?

—Normalmente llamas al teléfono de casa, pero lo estás haciendo a mi móvil. Eso me dice que querías hablar conmigo —adujo ella.

Pero, en realidad, eso había sido medio minuto antes, cuando Fuyumi aún no había descolgado el teléfono. Porque ese valor —o inconsciencia— que había tenido hacía un momento, se había perdido en el instante en que oyó la voz de su hermana. Lo que en un principio había pensado que sería una buena idea desde una perspectiva racional, poco a poco había dejado de serlo ante la inminencia de enredar en sus emociones frente a otra persona, por mucho que fuese su hermana.

—No es nada... Sólo llamaba para ver qué tal estabais.

Se hizo otro silencio y pudo imaginarse a Fuyumi en su habitación. No había ningún sonido de fondo, ni de la nueva televisión ni de otras conversaciones. Con seguridad la había interrumpido mientras leía en su cuarto.

—Shoto —le dijo con su voz más tranquilizadora—, ¿qué ha pasado?

Se autoconvenció —tras varios intentos— de que debería comentárselo en ese momento o no volvería a tener la impulsividad para llamar de nuevo. Y en verdad no tenía con quién hablar del tema. Si colgaba se quedaría sin una segunda opinión o algún consejo que pudiera aportarle algo de luz a toda esa situación.

El resultado del examenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora