Capítulo 1

9.5K 388 141
                                    

Escucho un sonido agudo y constante a lo lejos. Las figuras que se visualizan frente a mi se desvanecen y tras fruncir el ceño abro los ojos.

¿Por qué diablos siempre que sueño con hombres guapos, la alarma me despierta? Justo en el momento en que... me callo al pensarlo. Suelto una risa nerviosa.

Me paro de la cama tras estirarme unos breves segundos, me pongo las pantuflas y voy directo al baño a hacer mis necesidades. Una vez termino, me doy una ducha rápida con agua fría.

Cuando salgo, abro el armario buscando qué ponerme. No suelo ir con ropa muy formal, pues me siento un poco incómoda y no me permite hacer bien mi trabajo.

Debes ir vestida de acuerdo al lugar al que vas a trabajar. En mi caso utilizo prendas básicas y prácticas para sentirme cómoda y no darle cabida a las miradas quisquillosas.

Saco un suéter color beige el cuál me llega por debajo del ombligo, una falda de tablas color marrón, botines del mismo color y alrededor del cuello me cuelgo una pashmina beige. Rocío un poco de loción y seco mi cabello con la misma toalla, lo desenredo con las amplias cerdas del cepillo y aplico crema para peinar mis ondas. Me maquillo ligero como siempre y recojo mi habitación.

Bajo a la estancia vacía y me preparo un rápido desayuno antes de irme. Procuro siempre comer algo. No quiero recibir alguna mala noticia y sufrir las consecuencias. Ya sea un desmayo o un bajón de azúcar.

Y es que los chismes en la Editorial van y vienen. Sí, me mantengo siempre a raya y procuro no hablar de mis cosas personales para no tener que lidiar con habladurías en mi contra.

"No me agrada la gente chismosa".

Termino de desayunar, me lavo la boca y salgo hacia la estación del metro. Me subo al primer vagón que se me cruza y me voy al único asiento disponible que veo.

Durante el trayecto leo un libro que descargue hace no mucho y estoy justo en una escena subida de tono. Mis mejillas se tornan rojas con el pasar de las páginas digitales y me acaloro de repente. A mi lado, se encuentra una señora de mediana edad queriendo ver lo que estoy leyendo y descubrir el por qué de pronto me he puesto como jitomate.

Se acomoda y se inclina completamente para ver la pantalla.

¿Es en serio? ¡Qué sinvergüenza!

Bloqueo la pantalla del móvil y lo pongo en mi regazo a la vez que volteo a ver a la señora con una mirada interrogante.

—¿Se le ofrece algo?—Mi tono de voz es arisco y ella sólo se encoge de hombros chistando la lengua.

—No deberías leer esas cosas niña, mira cómo te has puesto, ya me imagino de qué trataba ese libro—Ruedo los ojos ¿En serio?

—¿De verdad? Y... ¿Por qué no? Digo, no le veo nada de malo, es un libro solamente—Suelto cínica—No es como si fuera algún tipo de manual de "¿Cómo torturar personas?"

—Porque es pecado leer ese tipo de contenido—No puedo creer lo que está saliendo de su boca—No es correcto leerlas y menos en un espacio público.

—Señora,
una pregunta indiscreta ¿Tiene usted hijos?—La miro y se pone de todos los colores.

—¡Eso a usted no le interesa, señorita! ¡Qué barbaridad!

—Me dedica una mala mirada y yo sonrío por dentro, pues he dado justo en el clavo.

—Así como a usted no le interesa si leo o no este tipo de contenidos, porque ¿Cree que usted siendo una desconocida le haré caso? No pretendo ser grosera, pero yo leo lo que me gusta y eso no tiene nada de malo. Hay bastantes géneros para todos los gustos y si a usted no le gusta este tipo de libros en particular, lo respeto, pero no debería decirles a las personas que sí y que no leer—Me quedo callada un segundo—¿Y sabe? No es pecado leer libros eróticos, pecado es andar de chismosa y opinar sobre en dónde no le dieron ni voz ni voto—Ella abre y cierra la boca queriendo alegar pero el metro emite un pitido el cuál me anuncia que ésta es mi estación.

Insaciable Deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora