23. Reencuentros

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Sonaba una canción mientras conducía el Audi descapotable de color blanco. Llevaba una gran sonrisa puesto que por fin se presentaría en casa de cierta persona.

—Oye Doffy, pon otra cosa... me siento como una niña con esa canción. —se quejó desde el asiento de atrás.

—Relájate Rosi —le respondió muy tranquilo, mirando al mencionado a través del retrovisor—. Sé como Enel y disfruta. —le dio una manotada en el pecho al susodicho para proceder a deslizar la mano dentro del saco que éste usaba, y así pellizcarle el pezón izquierdo sobre la tela de la camisa blanca.

—¡Oye, no hagas eso! —le exigió Enel a Doflamingo, quien le sonrió de manera picaresca mientras le mostraba la lengua—. Es que... —cambió su semblante serio y dramatizó un gesto muy sensual—, me excita.

—Idiotas —murmuró Rosinante, segundos antes de que tanto él como los otros dos estallaran en risas.

Doflamingo accionó el mando del capote para así cubrir el techo del automóvil y subir el volumen a la música a lo que daba. Pronto, los tres traviesos comenzaron a bailar en sus asientos y a cantar a voces, las cuales forzaban para que sonaran agudas. Les resultaba divertido.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se reunieron, de modo que estaban disfrutando a su manera.

Por la forma en la que actuaban y tomando en cuenta lo extravagante que vestían, cualquier persona que les viese pensaría que se trataba de un trío de homosexuales. Ellos estaban conscientes de aquello y en vez de molestarles, les parecía sumamente gracioso. Fingirían ser lo que los ojos de terceros juzgaran si la ocasión se presentaba.

Seguían cantando mientras Doflamingo les conducía a velocidad moderada.

Los tres vestían de traje elegante, y cada uno llevaba un abrigo de plumas. El de Doflamingo era rosa, el de Rosinante: negro, y el de Enel de un tono azul real que favorecía sus hermosos ojos.

Entretanto en North Carolina...

Se encontraba en la cocina leyendo el periódico local, sentado a la mesa, mientras veía a su esposa Lizzie lavando los platos. Hojeaba el papel a la vez que refunfuñaba algo que ni siquiera él lograría comprender. Lucía verdaderamente malhumorado.

—Si esa tonta se corrompe con tanto libertinaje allá en Los Ángeles, será culpa tuya, mujer.

—Luke deja a tu hija en paz, si es «tonta» como la llamas, es porque nunca la has dejado valerse por sí misma —alegó Lizzie al voltear hacia él. Se estaba quitando los guantes de goma color rosa—. No la puedes retener en casa por siempre. Los hijos son como los pajaritos, ellos deben abandonar el nido y emprender su propio vuelo.

—¡¿Es que acaso no te interesa tu hija, mujer?! —le recriminó alzando un poco la voz, al tiempo que fruncía el ceño.

—Claro que sí... ¡hombre! —exclamó al elevar las manos hasta la altura del hombro, a la vez que hacía un gesto de frustración.

En verdad estaba cansada del tono menospreciativo con el que su esposo la llamaba «mujer». Consideraba que era un machista de lo peor.

—Iré a California por ella si no se regresa a final de mes.

—¡No te atrevas Luke Rose! —le señaló—. Tu hija ya casi tiene veintiuno. ¡Deja que viva su vida como mejor le parezca!

—¿Disculpa? —habló con molestia al ponerse de pie—. ¿«Como mejor le parezca»? ¿Y desde cuándo esa tonta sabe lo que es mejor para ella?

—¡Es exactamente a lo que me refiero! —alegó Lizzie al acercarse a Luke—. Mi hija sabe nada de la vida porque siempre la alejaste de todo. No la has dejado tener experi...

ROOMIES ━━  [En curso] 《13》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora