CAPITULO CATORCE: El chupetón y las peleas con Dani.

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El sol inundaba la habitación y una pequeña brisa entraba por la habitación de Álex. La luz perfilaba algunos rasgos de su cara. El pelo despeinado caía sobre la almohada y sus brazos estaban entrelazados en mi espalda. Me quedé mirándolo, era curioso cómo podría estar contemplándolo todo el día. Se le veía relajado, en armonía y con una sonrisa dibujada en sus labios. Rodé los ojos. No era capaz de dejar de sonreír ni en sueños, a saber que estaría imaginándose... De repente, muchas escenas de la noche anterior pasaron por mi cabeza velozmente, como si fuese una película. La que más estuvo insertada en mi cerebro era la de Álex como un chico fuerte y extraordinario. Me costaba admitirlo porque era demasiado enojoso, pero había pasado mucho a lo largo de su vida y eso tenía que ser reconocido.

Pero todo lo que pensaba sobre él y sobre su constancia por luchar en la vida, fue pateado por la imagen de sus besos. Había una pregunta que me inquietaba: ¿por qué me había besado? Es decir, sé que era parte de algún estúpido juego, pero creo que eso era una mera excusa para poder lanzarse. ¿Se comportaría hoy como si nada o querría hablar de los besos? Quizás, al ser un juego simplemente, lo hizo sin pensar o como modo de agradecimiento o cariño por todo lo que habíamos pasado por la tarde. Habíamos vivido muchas emociones juntas y demasiado contradictorias. Puede que solo fuera eso, una unión por todo lo que habíamos experimentado. O, también cabe la posibilidad, de que le gustase.

No, eso es imposible.

Eso sí que es imposible.

Lo más imposible del mundo.

Álex me odia, quizás ahora me tenga algo de cariño porque hemos confraternizado más y haberme contado muchas cosas de su pasado y vida íntima, pero eso no quita que me siga teniendo un poco de manía.

Aunque, en cierto modo, sí que valoraba mucho que hubiese confiado en mí de esa manera. Inconscientemente, pasé mi mano por su mejilla y achiqué mis ojos, observándolo de forma analítica. ¿Qué demonios estoy haciendo? Siendo consciente de mi error (otro más de todos los que cometí a noche), fui a apartar la mano de su cara pero sus manos me apretaron más hacia él y la sonrisa que tenía en sus labios, se amplió.

Simio neandertal.

—¿Estás despierto? —pregunté mirándole entre sorprendida y molesta. Él abrió uno de sus ojos azules, me miró indiferente y volvió a cerrarlo para acomodarse mejor.

—No, estoy dormido. —si se hubiese estado callado, podría haber pensado que era sonámbulo.

—Tenemos que levantarnos, si viene mi hermano y nos ve dormidos juntos, esta vez sí que va a pensar que pasa algo entre nosotros. —gruñó y negó con su cabeza. —Álex... —dije con un claro tono de advertencia.

—Ana... —susurró con cansancio y abriendo los ojos completamente. —Por una vez no te preocupes.

—Luego a quien riñen es a mí. —lo miré con el ceño fruncido.

—¿Acaso no te gusta estar aquí conmigo? —estaba segura de que eso era una pregunta trampa. Claro que me gustaba estar así con él, tranquilos y sin discutir, pero era obvio que no lo iba a admitir en voz alta, así que agaché la cabeza y empecé a juguetear con mis dedos. —Lo sabía. —comentó con un tonto egolatría.

—Oye que yo no he dicho nada. —repliqué.

—¿No sabes lo que dicen de que quién calla otorga? —preguntó divertido.

—O simplemente no quiere discutir con idiotas. —contraataqué y él alzó ambas cejas.

—¿Me estás llamando idiota de una manera sutil? —¿en serio me estaba haciendo esta pregunta? ¿No era evidente?

Amor y un chico no tan bueno. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora