CAPITULO VEINTIDÓS: Casi pero no.

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NARRA ÁLEX.

Me encantaba Ana.

Me encantaba molestarla, hacerla rabiar y que se pusiese roja de furia. Era un juego divertido que me traía con ella y si ahora mismo me lo quitasen, no sé qué haría. Los momentos con ellas eran perfectos, aunque peleásemos mil veces solo necesitaba una sonrisa suya para sentirme totalmente feliz y completo.

Pero no sé qué demonios me pasaba. Nunca había sentido nada así por una tía, es decir, yo solo me acostaba con ellas y al día siguiente ellas desaparecían de mi vida. Pero con Ana era diferente, me quería acostar con ella evidentemente, pero ella me provocaba una cúmulo de sentimientos casi mortales y sin ni si quiera tocarla, simplemente con su presencia, con su sonrisa, con su mirada. Solo con rozar nuestras manos, un escalofrío y una pequeña conexión eléctrica me recorría el cuerpo. Era increíble el efecto que había conseguido producir en mí. Y le dije que la quería...Demonios. No volveré a emborracharme jamás, aunque bueno, sin estar borracho también se lo dije pero eso fue porque me gustaba llevarle la contraria... ¿No? ¿O quizás fuese cierto? ¿Quería a Ana? Está claro que algo sentía por ella porque no me la quitaba de la cabeza ni un solo segundo al día, pero ¿me gustaba? Quizás solo era un sentimiento de aprecio a ella por todo lo que habíamos compartido juntos; por haber estado a mi lado cuando le he contado mi pasado; pero haber sido mi punto de apoyo.

Salí de mi habitación y me acerqué a la suya cuidadosamente. La vi tumbada en su cama, con los auriculares puestos y moviendo la cabeza de un lado a otro mientras tarareaba una canción. Podría quedarme ahí todo el día e incluso toda una vida con tal de observarla. Definitivamente me estaba llevando a la locura.

-¿Qué quieres? -preguntó girándose en mi dirección cuando se percató de mi presencia.

-Me aburro Ana. -contesté haciendo un pequeño puchero. Por lo visto Dani había ido a ''solucionar'' las cosas con Luke y Carol y Ana y yo estábamos solos en casa.

Seamos honestos, eso era una mera excusa para poder estar con ella.

-Pues cómprate un burro y déjame en paz. -sabía que aún estaba un poco molesta por haberle robado el puesto de trabajo, ¡pero yo no sabía nada! Y además, técnicamente no era mi culpa, ese puesto podría haberle tocado a cualquiera.

-No me digas que no me vas a perdonar y vas a seguir enfadada... -me acerqué a ella con mi sonrisa burlona de siempre. Me gustaba cómo reaccionaba ella ante esta sonrisa y este lado mío, era mucho más fácil hablar con ella cuando estaba nerviosa.

-¿A ti qué te parece? ¿Quieres que te aplauda cuando me has quitado el trabajo? -preguntó irónica.

-Me parece una buena idea. -comenté tomando asiento a su lado. Achicó sus ojos en mi dirección.

-Cuando pienso que tu estupidez no puede aumentar más, lo hace. Es algo sorprendente, deberíamos donarlo a la ciencia para que lo investiguen.

-¿Te sorprendo? -alcé mis cejas. Quería chotearme un poco de ella, era mi hobby favorito.

-Me sorprende lo poco que trabajan tus neuronas. -alzó sus hombros. -Y ahora vete de mi habitación y déjame en paz.

-Ya te lo he dicho, estoy aburrido. ¿Ese es el caso que me haces? -fingí ofensa.

-Claro que te he escuchado, pero creía que con mi comportamiento mordaz e indiferente ibas a llegar a entender que me importa muy poco cómo estés. ¿Ves cómo trabajan poco tus neuronas? -se colocó mejor en su cama. -Tienes muchas cosas para entretenerte, ponerte a jugar a la play o ir a ligar con alguna chica. Pero no te la traigas a casa. -apuntó. Me molestaba que me estuviese sacando el tema de las chicas constantemente. Es cierto que había sido un capullo en mi pasado, pero llevaba mucho tiempo sin acostarme o ligar con ninguna y eso era lo que ella no sabía.

Amor y un chico no tan bueno. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora