CAPITULO VEINTISIETE: El collar y mi pasado.

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—Anda, deja de decir estupideces y vamos a desayunar. —le di un pequeño golpe en el hombro a Álex y él asintió divertido.

—Vístete y yo voy a hacer el desayuno. —dijo dándome un corto beso para después salir del cuarto de baño.

Abrí mi armario y busqué la ropa apropiada para un día como hoy, es decir, para no hacer nada.

Sí, para días como estos tiene que haber un conjunto preparado, un maquillaje y un peinado único y exclusivo.

Por si alguien aún no me conoce lo suficientemente bien, esa frase iba cargada de dosis y dosis de sarcasmo.

Tenía yo el cuerpo como para hacer nada... Eso sí, estoy feliz de la vida. No sabía yo que hacer el amor con una persona pudiese provocarte esta explosión de emociones interiormente. Cuando una persona habla de esto y lo pintan como el mejor regalo que ha sido caído del cielo, no exageran, realmente lo es.

Opté por ponerme unos vaqueros negros y una camisa blanca de tirantas ancha que dejaba ver algo de mi sujetador de encaje (tendré que ir a confesarme el próximo Domingo, soy toda una pecadora por favor). Dejé mi pelo suelto y bajé las escaleras tocando el frio suelo con mis descalzos pies. Salté trotando los escalones y al entrar en la cocina, me encontré con Álex haciendo el desayuno. Llevaba unos vaqueros negros que caían por su cintura y una camisa de manga corta con la frase 'Fuck you' en ella. La gran pregunta es: ¿y cuándo se había cambiado? Seguramente que mientras vigilaba que el desayuno no saliese por los aires y la cocina no cundiese en la anarquía, había estado poniéndose la ropa.

Cuando bajé de mi nube y dejé de mirar a Álex embobada, vi que la cocina estaba hecha un desastre. Sartenes esparcidas por toda la encimera, cascara de huevos en ella también. Miles de vasos fuera y las pieles de diversas frutas caídas por el suelo.

Confirmado: había fracasado en su tarea de vigilar atentamente que no se produjesen cambios en la cocina.

—¿Pero qué ha pasado aquí? ¿Un terremoto ha venido y ha dejado así la cocina? —pregunté parada en la puerta volviendo a divisar todo aquel desastre. No daba crédito a lo que mis ojos estaban observando.

—Culpa mía. —contestó Álex levantando su mano mientras seguía haciendo el desayuno. —Lo siento. —oh, que inteligente es, yo que pensaba que había venido Cupido con ganas de emparejar y enamorar a cada objeto de esta habitación y se había vuelto loco lanzando flechas, provocando así este estropicio.

—Álex, ¿para qué cojones ha sacado todo esto y por qué hay mierda por todos lados? —comenté resignada mientras recogía las cascaras de los huevos y las pieles de la fruta.

Por favor, llamar a la fábrica de cerdos y decidle que se les ha escapado uno y está de ocupa en mi casa.

—Quería darte un desayuno digno. —anunció girándose hacia mí y dejándome ver todo lo que había en la bandeja.

Tostadas de mantequilla, huevos fritos, beacon, salchichas, zumo, café, cola-cao, batidos y un combinado de diversas frutas.

Este chico tenía complejo de chef estadounidense.

Me acerqué cogiendo una fresa del combinado y me senté en una silla cerca de él y de mi grandioso desayuno. Bebí un sorbo de un batido de chocolate. Querido cacao, como te he echado de menos.

—Tú quieres engordarme. —le lancé una mirada llena de dagas, pistolas y dragones. Para quedarme 100% tranquila de que moriría, pero parece ser que a él le causó más gracia que otra cosa. Bueno, si él no se quiere tomar en serio mis amenazas indirectas, él allá con su tambaleante existencia.

Amor y un chico no tan bueno. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora