CAPITULO TRES: Una noche ¿extraña?

42.3K 1.8K 77
                                    



Lo pienso y lo pienso y por más que lo pienso no logro entender qué demonios le pasa a mi madre y a mi hermano por la cabeza. ¿Tomarán alguna clase de estupefacientes? ¿Cómo van a dejar que Álex se quede aquí? Si sus padres se van de viaje que se quede solo, creo que es bastante mayor como para saber valerse por sí mismo. Además, aquí no hay sitio, ¿pretenden que duerma en el sofá? Aunque bueno, mi madre suele viajar mucho y próximamente hará un viaje, quizás mi hermana o yo durmamos en esa cama y Álex duerma en alguna de las nuestras.

La pregunta del millón: ¿en la mía?

Ni de cachondeo. Pongámonos en la situación de que una noche, porque sí, porque a él le apetece, se trae a alguna chica a casa. Luego ocurren cosas de mayores, y... obviamente yo no pienso dormir en esa cama de nuevo. Dios... creo que me acabo de traumatizar.

¡Además que es mi cama! Que le zurzan a ese palurdo. Ojalá y duerma en el jardín. Bajo la lluvia. Que coja una hipotermia.

Y pensando otra cosa, ¿cómo podía Dani dejarme con él sin saber si es un psicópata o un violador? Por lo que yo sé (que veo que tampoco es mucho), no lo conoce desde hace mucho. Desde hoy, para ser más exactos. Y, como una persona cuerda y que tiene dos dedos de frente, ¡lo mete en casa! ¡En casa! Tócate las narices. Lo irónico de la situación es que son precisamente ellos los que me repiten varias veces que no le abra la puerta a nadie y que no me acerque a ningún desconocido.

Bueno, recordemos toda esta situación para futuros chantajes.

Escuché la puerta de la calle cerrarse, probablemente mi hermano ya se haya ido a esa estúpida fiesta. Seguía sin entender por qué yo no podía ir. De acuerdo, no tenía muchas ganas de ir, pero detestaba que me controlasen dónde voy y dónde no. Es mi vida y por una vez que me animo a querer ir a una fiesta, es él el que me lo prohíbe. Es un poco alucinante.

Menos mal que no llegó a ver el conjunto que me iba a poner porque si eso llega a ocurrir me lleva a un convento de clausura.

Escuché cómo unos pasos subían lentamente por la escalera. Genial, ahora tenía que aguantar a ese chico tan narcisista. ¿Dios, qué he hecho para merecer esto? ¡Soy demasiado joven, aún no me ha dado tiempo a pecar!

—Bueno preciosa, ¿qué hacemos? —me dijo con una sonrisa pícara y la cabeza daleada, apoyado en el marco de la puerta.

—Existen las puertas para que las toques antes de entrar en una habitación. Su utilidad es dar intimidad a la persona que hay detrás de ellas. —expliqué frunciendo mi ceño. Hagamos una cuenta atrás antes de pegarle un puñetazo querida yo interior. —Tú no sé, yo probablemente dormir, así qué si no te importa... —me di la vuelta dándole la espalda y haciendo un ademán con mi mano para que procediese a abandonar mi cuarto. —Adiós.

—¿Vas a desperdiciar una noche solos durmiendo? —me giré de forma abrupta y lo miré cabrada.

Jamás he sido buena con las cuentas atrás y mucho menos si se trataba de tíos tan capullos.

—Mira idiota, —me levanté de la cama y me acerqué a él con paso decidido. —yo no te conozco de nada ni tampoco tengo interés sinceramente. Olvídate de si crees que soy una chica cualquiera que va a acabar debajo de ti bajo unas sábanas. Aléjate de mí y deja de molestarme porque por tu culpa me he quedado sin fiesta. Que te jodan, imbécil. —y después de todo lo que había dicho, ¿sabéis lo que hizo? ¡Me miró de forma jocosa!

Pero tendrá morro el tío.

—Primero, no te has quedado sin fiesta por mi culpa. Te recuerdo que era tu hermano el que no te dejaba ir; segundo, eso de acabar debajo de mí... —se acercó y puso una mano en mi mejilla. —Ya veremos. —añadió guiñándome un ojo.

Amor y un chico no tan bueno. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora