Iba camino al centro comercial. Tenía que encontrar un trabajo decente y que pagasen más o menos bien, sino el único recurso que me quedaría sería tener que trabajar como niñera y, no me malinterpretéis, me encantan los niños y se me dan bastante bien (¿habéis escuchado hablar del hombre que susurraba a los caballos? Pues yo susurro a los bebés), pero igualmente no me veo capacitada para cuidar a diez o más de golpe. Todos juntos en una misma habitación. Conmigo. Probablemente no solamente ellos romperían cosas, seguramente que mi enfado, impaciencia y yo, destrozaríamos mucho más.
Así qué mis mejores opciones eran o camarera (había trabajado varias veces de ello) o dependienta. Prefería trabajar en una tienda que trabajar en un bar, pero lo que el destino tuviese determinado para mí... Eso y rezar por tener suerte, que esa es la que menos suele estar a mi lado cuando más la necesito. Si todo iba bien y la suerte decidía acompañarme hoy, no tendría que recurrir a mi plan C de niñera. Y eso sería un alivio para mí, para el ambiente en dónde debería trabajar y los padres de los niños que se llevarían un trauma por ver a su niñera gritando frente al espejo del baño y hablando sola para intentar mentalizarse de que todo saldría bien y de que necesitaba el dinero.
Entré en el centro comercial, un gran edificio con miles de locales por todos lados. Anunciando los productos que vendían y desprendiendo una serie de luces que centelleaban en los letreros que había sobre sus puertas automáticas, informando del nombre del local. Desgraciadamente, a pesar de ver muchos productos con ofertas y un juego de luces en los escaparates, no había rastro de un cartel en el que pusiese que se necesitaba dependienta o que buscaban camareras.
Me estaba desanimando y acababa de emprender mi búsqueda.
En mi mente solo pasaba la frase de negación sobre el trabajo de niñera, realmente no quería tener que recurrir a ello, sería bastante agotador y a penas tendría tiempo de nada. Esto tenía que salir bien, esperaba poder encontrar algo un poco menos cansada y que no rompiese mi tímpano entre llanto y llanto; pero si no era afortunada, no quedaría más remedio que aceptarlo. Tenía que ayudar a mi hermano y al chico problemático.
Subí a la segunda planta esperanzada de encontrar algo ahí, para mi suerte había muchas más plantas que visitar si en esta tampoco encontraba esos estúpidos carteles. Creo que mi cansancio físico y mi mente vaga, solamente de tener que pensar que tenía que subir más pisos y buscar tanto, mandó una alerta al destino, suerte o karma, y fui más afortunada esta vez. En mi campo de visión divisé una tienda de carpintería al fondo de ese pasillo con un enorme cartel. Era mi salvación (o perdición si tenemos en cuenta mi estado de torpeza. Si me daba el trabajo, el primer día me cortaría con una sierra o algo por el estilo. Pero había que arriesgarse por esos dos chicos insensatos). Es cierto que mi hermano me ha enseñado algo del tema y tenía un poco de ''experiencia'' pero esa se echaba a perder solamente por el hecho de que soy más patosa que nadie o nada en este mundo.
Suspiré y me encaminé hacia ella con valentía y decisión. Cuando entré me quedé asombrada. Desde fuera, se veía una tienda muy superficial, pero una vez dentro, era pequeña y acogedora. Olía a madera y a ese olor tan peculiar que tienen las cosas nuevas, incluso podías apreciar también el aroma del rotulador permanente. Un largo y limpio mostrado se extendía a mi izquierda; mientras que a mi derecha había varias estanterías con diferentes productos, al igual que una bastante enorme tras la barra. Podía verse una puerta tras el mostrador, al fondo, que supongo que llevaría al almacén y, evidentemente, había otra puerta de un color idéntico al finalizar uno de los pasillos de las estanterías con un pequeño letrero en el que anunciaba que era el lavabo. Después de analizar la tienda debidamente y despacio, pude observar que una mujer—de unos cuarenta años aproximadamente—me miraba con curiosidad y sonriente.
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Amor y un chico no tan bueno. (Terminada)
Ficțiune adolescențiAna, una chica de dieciséis años. Es responsable, buena hija, buena hermana, en todo intenta ser perfecta. Nunca ha hecho locuras y sigue las normas, hasta que lo conoce a él, Álex. Es problemático y todo un experto en el sexo, cosa que Ana desconoc...