CAPITULO TREINTA Y SEIS: ¿Dani y Carol en problemas?

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NARRA ANA.

Me levanté con la mínima energía y ¿qué os esperáis? Después de todo lo que corrí ayer detrás de esos mocosos, estaba segura de que podría haber ganado hasta un maratón. Por desgracia me tocaron tres niños, ¡tres! Chicos que no se estaban quietos con nada. Me di cuenta que los hombres no cambian, ¿un claro ejemplo? Álex. Él no se entretenía con nada, pero nada de nada, ni si quiera con la tele, no duraba ni con un mismo canal más de media hora y ya no hablemos ni de su mentalidad, era peor que la de un niño de tres años. Los críos que vinieron ayer eran más maduros que él.

Aunque bueno, quizás generalice demasiado, pero por ahora a todos los chicos que he conocido no me han demostrado lo contrario.

A regañadientes intentaba mentalizarme de que hoy, de nuevo, tendría que cuidar a esos pequeños monstruitos porque supuestamente ''lo había hecho muy bien'' o eso me dijo la madre cuando los vino a recoger. Que era difícil entretenerlos y que iban felices a casa, claro, normal, después de la tarde que me dieron... Yo creo que los niños se estaban riendo de mí o algo. Sé que ellos son los que han pedido volver conmigo, eso es porque quieren volver a torturarme. Lo que tengo claro es que no lo he pasado más mal en mi vida y no, no soy una exagerada, ¡a esos muchachos no hay quien los controle! Entiendo que la madre quiere tener tiempo para ella porque a mí me toca a unos hijos así y me suicido directamente.

Fui al cuarto de baño, me duché y vestí, me pinté e intenté arreglar mi perfecta y fabulosa cara de por las mañanas —nótese la ironía— pero como de costumbre, la mala suerte no me abandona y los intentos fueron en vano.

Bajé las escaleras con desgana y arrastrando los pies. Me dirigí a la cocina y vi a Álex tomándose un zumo.

—Buenos días futura mamá de mis hijos. —comentó el moreno jocoso. Pues honestamente no sé dónde le ve la gracia, casi muero ayer de un infarto debido al estrés que me provocaban esos pequeños demonios. Me encantan los niños, claro que sí, pero a esos en concreto los mataba.

—Álex, no está el horno para bollos. —le amenacé con mi dedo. Era demasiado temprano para aguantar las bromas de Álex. Él, sin embargo, soltó una carcajada. No sé por qué se reía, mi amenaza iba totalmente en serio. —Y menos me hables de niños.

—Te he dicho que dejes el trabajo. —comentó dándole otro sorbo a su zumo.

—¿Cómo te tengo que decir que necesitamos el dinero? ¿En inglés? —pregunté cansada mientras que me hacía una tostada y me echaba un vaso de café bien cargado.

—Inténtalo. —se encogió de hombros.

—We need money baby. —le guiñé un ojo.

—Yo gano dinero. —lo más gracioso es que lo decía como si ganase un pastizal todos los días.

—El dinero lo necesitamos para dentro de dos días. —cogí una silla y tomé asiento en ella, posicionando la taza de café sobre la mesa mientras que comenzaba a comerme la tostada. —Y o aportamos todos o no terminamos hasta dentro de un año o más.

—Pero que no quiero que te pase nada. —rodé los ojos. Ya empezaba con su miedo paranoico a que me ocurriese cualquier cosa. No lo entiendo. Sé que se preocupa por mí porque yo también lo hago por él pero lo suyo ya es excesivo, es como pánico a que me ocurra algo y él debería comenzar a ver que no puede protegerme y controlarme siempre, además de que eso no está bien y a mí me agobia que estén constantemente encima de mí. Soy lo suficientemente mayor como para saber cuidarme por mí misma.

Amor y un chico no tan bueno. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora