II. La piedra que quema.

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Miré mi reflejo en el espejo y la verdad había quedado mejor de lo que esperaba, pero sentía que algo me faltaba. Me decidí por un vestido sencillo pegado al cuerpo y un poco atrevido; Mi pelo estaba totalmente suelto y mis pies los había calzado con par de sandalias que había comprado reciente y, aun así, no me sentí completa del todo.

Resoplé frustrada.

Ya no puedes tardar más Janne, Dexter pensará que lo dejaré plantado de nuevo.
Me reprendí.

Di la vuelta dispuesta a tomar mi bolso y salir de la habitación, pero cuando estaba por salir, lo vi.

El cofre.

Me acerqué a mi mesita de noche para tomarlo, aunque por dentro sentía que aquello estaba mal, no pude evitar sentir curiosidad por su contenido. Era consciente de que no era un cofre  común. Estaba casi segura que sería alguna reliquia importante de algún país británico, pero... lo iba a devolver.

Una única vez que lo pruebe no pasará nada ―Me dije internamente

***

―No puedo creer que lo hicieras ―Dije entre risas.

―Lo juro, esa fue la única vez que hice trampa en un examen. 

―Creo que eres el único que fue capaz de pasar un examen del profesor Higgins ―Agregué mientras intentaba encontrar las llaves de mi departamento en mi bolso. Habíamos decidido mutuamente regresar temprano. Ambos teníamos compromisos laborales y por más que quisiéramos pasar un rato más fuera, no podíamos.

―Soy el único que aprobó un examen del viejo Higgins por hacer trampa ―Recalca mostrando una sonrisa encantadora.

Dexter McCain era guapo, mucho. Su cabello dorado hacía contraste con su tono de piel; Sus ojos eran de un color canela muy hermosos que lograban hipnotizarte si te quedabas viéndolos por mucho tiempo. Su cuerpo, era esculpido por los Dioses. Me había pasado toda la noche viendo como se le marcaban sus músculos por debajo de la camisa en cada movimiento que daba

Mis mejillas ardieron al darme cuenta a donde se dirigieron mis pensamientos.

Ambos nos quedamos en silencio mirándonos fijamente ― ¿En qué momento había quedado atrás la charla? ―Permanecí inmóvil con mis manos reposadas detrás de mi cintura apoyadas en el picaporte. Dexter empezó acercarse lentamente y mi corazón saltó como loco.

¿Me besará? ―Me pregunté mientras seguí el movimiento de su mano la cual se acercaba peligrosamente a mi cuello.
A poca distancia de mi rostro, su mano tomó el colgante que había tomado prestado.

―Es casi tan lindo como tú ―Dijo mientras que con su purgar dibujaba pequeños círculos.

―Gracias ―Susurré a la vez que cerraba mis ojos esperando que uniera nuestros labios.

Pero nunca pasó.

― ¡Demonios! ―Exclama sorprendiéndome poniendo distancia entre nosotros.

― ¿Qué sucedió?

―No lo sé ―Responde mientras mete su pulgar a la boca ―Quería besarte ―Confiesa ―, Quise ser un poco discreto y pensé que halagando un poco tu colgante podría acercarme más y besarte, pero me quemó, tu colgante me quemó ―Lo miro confundida a la vez que acariciaba la piedra para corroborar lo que decía.

Estaba Frío.

―No siento nada.

Frunció el ceño y volvió a tomar la piedra entre sus dedos.

―¡Dios!―Se quejó de nuevo.

― ¿Hay algo en que te pueda ayudar? ―Dije al darme cuenta que no lo socorri como debía.

Pero él tenía otra cosa en mente.

Dexter me acorraló contra la puerta mientras que con la otra mano que no está lastimada la apoyaba a un costado de mi cabeza, dándole así, un porte intimidante.

―Si hay algo en lo que me puedes ayudar ―Sentí su aliento muy cerca y mi respiración se cortó.

―Creo que tu mano requiere de atención médica ―Insistí con mi mente bloqueada ¿Dejaré que me bese? ¿Quiero que me bese?

―Requiero otro tipo de atención. ―Susurra a pocos centímetros de mis labios.

Justo cuando pensé que Dexter McCain me besaría al fin, la puerta de mi departamento se abrió provocando que ambos tropezáramos al no tener apoyo para sostenernos.

Olvidé por completo que Mari se había quedado a dormir en mi casa. Ella se mantenía con una expresión neutra con la mano apoyada en el picaporte.

Mari Carraspeó incomoda ―Ya están de vuelta ―Dice mirando fijamente a Dexter.

Dirigí mis ojos hacia Dexter y me di cuenta que este también la observaba a ella. Sentí ganas de vomitar, de alguna manera entendí que yo estaba fuera de lugar allí. Ambos se observaban de una manera desafiante ¿Acaso ya se conocían más allá de un saludo como Mari me había asegurado hoy?

Eso me recordaba que había olvidado por completo interrogar a Dexter sobre si conocía a Mari.

―Te veré otro día preciosa ―Dexter Rompe el silencio y, sin mediar otra palabra más, se acerca, me besa la mejilla y se marcha, al igual que Mari, la cual, se introduce en el departamento sin mediar palabra conmigo quedando completamente sola entre el pasillo y la entrada de mi departamento.

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