III. Ojos pesados.

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―Mari, Tenemos que hablar.

―Bien ―Voltea a verme ―No quiero que tengas una idea equivocada, pero Dexter no es bueno para ti. Eres mi amiga y no quiero que salgas lastimada ―Pausó ―, Dexter McCain no es lo que aparenta.

Asentí lentamente. Mari y yo en los últimos años habíamos creado una bella amistad y nos teníamos bastante aprecio. Confiaba en ella y sabía que nunca me mentiría.

―No te había dicho nada porque te vi tan ilusionada con la idea que no pude ser capaz de advertirte de ese canalla. ―Responde mientras ambas nos sentamos en un mueble de terciopelo que tenía acomodado en el pasillo ―, Fue un error no haberlo hecho, ¿Qué clase de amiga soy?

―No digas eso, eres la mejor amiga que he conocido. ¿Quieres hablar de ello? ―Pregunté.

Ella se removió incomoda en su lugar y en mi mente se empezaban a crear millones de incógnitas ¿Acaso ella y él...?

―En realidad, Dexter y yo tuvimos algo años atrás ―Confiesa cabizbaja respondiendo mi duda ―Lamento no habértelo dicho y por mentirte cuando me preguntaste sí lo conocía, pero... ―Toma mi mano ─Es algo que decidí enterrar y...

―Oye ―La detuve. Pude notar como sus ojos se habían cristalizado y no quería apurarla ―No estás en la obligación de decirme todo en una sola noche. Eres la mejor amiga que he tenido y aprecio de verdad que te preocupes por mí.

―Gracias ─Contesta un poco más aliviada ― ¿Cómo te sientes? ―Me Pregunta con inseguridad.

―Estoy bien ―Me encojo de hombros ―Supongo que mi amor platónico seguirá siendo un cadáver ―Coloqué mis manos en la cara ocultando mi vergüenza.

Lo cierto era que Mari había sido testigo de mi pequeña obsesión por un sujeto de la sociedad inglesa del siglo XVIII de nombre Edward Linsterwood. Por años seguí sus pasos ya que, por alguna extraña y rara obsesión su historia me atrajo con mucho ímpetu.

Edward nació en Inglaterra en el año 1772, era un duque con mucho prestigio en ese entonces. Se pensaba que era el hombre con más virtudes, y a la vez, era considerado un gran partido para el mercado matrimonial. Pero, en el año 1799, se comprometió con la hija de otro duque conocida como Eiren Pembroke, pero dicho compromiso jamás se dió, ya que el conde murió misteriosamente en su baile de compromiso.

Uno de los duques más ricos de Londres había muerto, dejando toda su fortuna y propiedades al hijo de su hermana, Collen Linsterwood, su sobrino. También existía la teoría de que la familia tenía algo que ver ya que no hicieron esfuerzos por buscar al culpable y, desde ese entonces, el misterio se quedó estacando.

Hubo rumores sobre que, posiblemente, el duque fue ejecutado por su cuñado James Pembroke. Era una posibilidad dado que, según las especulaciones, llegaron a encontrar a la pareja discutiendo una tarde de paseo en Hyde Park y el nombre de otra mujer había salido de los labios de la señorita Eiren a todo pulmón. Y que, por eso, la familia de su prometida tomó cartas sobre el asunto.

―Mírale el lado bueno. Ese duque es mejor influencia que el tarado de Dexter.

Reímos. 

Ambas permanecimos charlando una media hora hasta que ya era hora de ir a la cama. Cada una se dirigió a su habitación y, hasta que no toqué la comodidad de mi colchón, no me percaté de que estaba muy cansada y mis ojos los notaba más pesados de lo normal.

―Quiero que te alejes, Dexter ― ¿Era la voz de Mari? ―Ya Le conté, así que vete olvidando de ella.

Apoyé mis brazos en el colchón tratando de levantarme, pero no sirvió de nada. Caí nuevamente. Abrí los ojos y todo me daba vueltas, no era capaz de mirar un punto fijo ¿Qué me pasaba?

N-no, no le conté sobre el bebé ― ¿Bebé? ¿Qué bebé? ― ¡Ya te advertí!, no te quiero cerca, y sí no haces caso le contaré sobre nuestro hijo.

¿Mari era madre y yo no lo sabía?

Logré levantarme como pude utilizando el borde de mi cama como apoyo. ¿Qué me sucedía? Era como sí mi cuerpo estuviera anclado a una gran barra de metal. Arrastrándome con ayuda de mis rodillas, intenté llegar hasta la puerta fallando en el intento. Mi cuerpo empezó a temblar más de lo normal y mi cabeza daba vueltas.

No te atrevas amenazarme pedazo de mierda ―Continuaba escuchando a mi amiga al otro lado del pasillo.

―Mari ―Llamé débilmente ―Necesito...Ayuda ―Y caí en la inconciencia.

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