XVII. El secreto

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17.

Sin duda alguna, haber escuchado esa conversación entre las criadas, le facilitaba las cosas al duque.

El heredero del ducado Pembroke, luego de una larga noche degustando la gran comida y las mujeres más bellas de la taberna de Rose, se propuso a emprender su plan, conquistar a Janne Miller.

Esa mañana soleada se dispuso pasar por las caballerizas en busca de su caballo para ir a montar, pero, su repentino deseo de cabalgar se debía a que sabía de manera calculada que su objetivo se encontraba allí. Se las ingenió para acercarse a las mujeres lo más cauteloso que pudo para ser testigo de lo que charlaban.

―Buenos días señorita ―Se hizo notar una vez estuvo a solas con la mujer. El duque sonrió con satisfacción al ver como la muchacha se estremeció en su lugar y se preguntó si también podría hacerla estremecer en su alcoba.

―B-buenos días excelencia.

La mujer se inclinó levemente en una torpe reverencia, permitiéndole una vista de su escote bien apretado a causa del corsé que llevaba.

― ¿Necesita algo? ―Preguntó volviendo a su postura natural.

A ti como mi amante ―Pensó, pero se lo guardó. Aun no era tiempo.

―En realidad, señorita ―Acarició a tormenta, su caballo ―, le quiero hacer la misma pregunta a usted.

―A-a, ¿A mí?

―No quiero que me vea como un entrometido señorita, pero pasaba por aquí y no pude evitar escuchar su conversación con la sobrina de mi ama de llaves.

La mujer se tensó.

―No sé qué habrá escuchado exactamente excelencia, pero no pasa nada.

―Escuché lo suficiente como para saber que la señorita Johnson espera un hijo, el cual fue engendrado en una situación poco convencional. Estoy al tanto de que es nueva señorita Miller, pero este tipo de abusos no está permitido en mi castillo. Así que le pido que me dé nombre de aquél que ultrajó a la señorita Jhonson.

La joven lo miró con un brillo diferente al que siempre utilizaba cada vez que lo veía, que en un principio era con un atisbo de desconfianza, pero ahora, lo miraba con esperanza. Y eso, le agradó a James.

― ¿La ayudará? ―se sorprendió ―. Disculpe mi osadía excelencia, pero no sabía que un duque podría ser así de atento...

―Fuí criado con la mejor educación que se puede pagar señorita, ante todo, soy un hombre de honor y un caballero.

El duque notó como la mujer cambió su expresión de esperanza a uno de desconcierto total, alertándolo.

― ¿Sucede algo? ―Preguntó cauteloso.

―Nada malo excelencia, solo que...

―Puede confiar en mí, el bienestar de mis empleados es importante para mí ―Insistió.

―No sabría decirle quien es ese hombre ―Se lamentó ―. Solo me dijo que es alguien... poderoso.

Sí para conseguir algo debía hacer algo de trampa, James Pembroke estaría dispuesto hacerlo, y más sí se trataba de la belleza que tenía en frente. Lo cierto era que James sabía a la perfección la verdadera situación de la sobrina de su ama de llaves, pero claro, era un dato que no se lo revelaría a Janne. Conocía la identidad de aquél intento de hombre, que en realidad, no le llegaba a los talones.

El duque de Linsterwood Castle, no era competencia para él.

Un buen duque estaba al tanto de todo lo que acontecía bajo su techo. Desde que Edward empezó a visitar con frecuencia su propiedad, supo de inmediato que andaba abusando a la criada. Al principio no le parecía extraño, estaba enterado que muchos duques y marqueses solían buscar refugio debajo de las faldas de las criadas, pero, este caso era totalmente diferente. Un caso totalmente oscuro y retorcido incluso para él, que era considerado como un hombre sin escrúpulos por las cortesanas.

Juró que nunca comentaría nada a nadie, no importaba que pronto unirían sus familias, o que su insufrible hermana se auto condenaba a pasar toda una vida de desgracias a su lado. Nadie sabría de aquel secreto bien escondido, ni si quiera su mejor amigo, el Marqués de escocia.

―No se preocupe, me encargaré de ello, siempre daré mi mano ayuda a mi servidumbre.

―Muchas gracias excelencia, es muy bondadoso de su parte.

James acercó su mano al rostro de la joven con cuidado para apartarle un mechón de cabello que tenía en la frente. Tenía unas intensas ganas de tocarlo y era tal cual como se lo imaginaba, era suave.

―Buenos días excelencia ―Se escuchó la voz de Heather sorpresivamente ―. Perdonad mi tardanza querido, Lady Eiren quería que le elaborara un peinado algo complicado y cuando he acabado me dirigí a su despacho como de costumbre, ¿Me estaba buscando? ―Concluyó a la vez que lograba su cometido.

James apartó la mano del rostro de su futura nueva amante, la cual, agachó la cabeza con incomodidad. Apretó los puños con tanta fuerza que pensaba que sus dedos se enterrarían en la carne de su mano.

―Vamos querido ―Heather no perdió oportunidad y se abalanzó a los brazos del heredero con confianza sin importar que hubiera más presentes presenciando la escena. Después de todo, ella muy pronto sería la dueña de todo y se aseguraba que nadie le quitara la posibilidad ―No perdamos tiempo. ―Ronroneó.

―Y-yo...creo que debo retirarme excelencia, pase buen día ―Se inclinó y se marchó sin darle oportunidad a James de despedirse.

―Heather, cuantas veces te he dicho que fuera del castillo no puedes tutearme. ―Se separó bruscamente del agarre de su antigua amante, para ese momento no recordaba por que se había fijado en ella. ―haber cedido a tus caprichos me están costando muy caro ―La miró con ira ―, que no se te olvide cuál es tu lugar aquí.

Heather se mantuvo en su lugar viendo como el hombre que amaba se alejaba junto con Tormenta, dejándola allí, tirada, con unos montones de ojos observando la escena que acababa de protagonizar.

― ¿Qué están mirando?, vuelvan al trabajo ―Vociferó mientras tomaba su falsa y se dirigía al interior del castillo.

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