XXVIII. Atrapada.

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"La similitud que hay entre una moneda y una persona, es que ambas poseen dos caras."

28.

―Excelencia ―Exclamé sorprendida.

Luego de asegurarme de que nadie estuviera por los dormitorios, me dispuse a buscar al Duque. La tarea no sería nada fácil ya que sabía con seguridad de que estaba en la mesa principal con su madre y hermana. Lo había visto desde mi lugar segundos antes de recibir el mensaje de aquel hombre extraño.

Mari está en problemas, búscala ―Me susurró al oído un hombre desaliñado. Poseía un traje de los que llevaban los hombres de la nobleza, pero su aspecto parecía al de un aldeano. Sus dientes estaban sucios, su pelo estaba recogido en un intento de moño nada favorable. Todo su exterior no profesaba que era un adinerado.

¿Cómo conocía a Mari? ―Fue lo primero que me vino a la mente. Le eché un vistazo con desconfianza y en algún punto, imaginé que podría tratarse del padre de la criatura, pero la descarté. No sabía por qué, pero algo en mi interior me gritaba que no era el culpable.

Mientras me dirigía al gran salón, pensé en las múltiples maneras posibles que podría usar para llamar la atención de James sin que nadie se percate. A la vez, trataba de comprender como ese hombre estaba al tanto de lo que estaba ocurriéndole a mi amiga.

Pero para mi buena suerte, el duque no estaba en la fiesta.

― ¿Ocurre algo?

Su voz varonil me sacó de mis pensamientos. Me di cuenta de que permanecí estática mirando a la nada. había olvidado con quien me encontraba. Por un último momento sospesé lo que estaba a punto de hacer. Nuestras vidas dependían de lo que dictara el hombre frente a mí, ¿En serio me arriesgaré?

―Necesito que venga conmigo.

***

Un leve apretón de manos fue suficiente para que la castaña a mi lado se relajara, aunque era en vano. Sentí como su otra mano apretaba mi muñeca tratando de hacerme cambiar de opinión.

―Ve, yo estaré bien ―Dije tratando que mi voz sonara segura.

Mari le dirigió una mirada de rabia al hombre de pie frente a nosotras.

―Espero que se pudra en el infierno ―Soltó con rencor.

James Pembroke hizo un gesto de indiferencia clavando sus ojos en mí. Su mirada estaba impregnada de maldad, una maldad que tontamente ignoré y que ahora salió a flote.

―No desperdicie la oportunidad que le estoy brindando señorita, mi paciencia tiene un límite.

Mari dio un paso con la clara intención de abofetearlo, pero fui más rápida y la detuve colocándome en medio dándole la espalda al duque.

―Mari ―La miré suplicante ―Tienes que irte, yo estaré bien. Lo prometo.

Di un respingo al sentir la mano de james sujetarse a mi cintura de forma posesiva. Su aliento llegó a mi cuello. Su cuerpo se pegó al mío y sentí su erección por encima de tanta capa de ropa.

―Alfred la llevará a un lugar seguro. ―Empezó a decir sin despegarse de mi cuerpo ―espero no volver a verla por aquí, o si no, no seré tan bondadoso como lo estoy siendo ahora.

Hice un esfuerzo sobrehumano para retener las arcadas que me provocaba su cercanía. Con una tranquilidad que no tenía en ese momento, por última vez la miré suplicante.

―Ve, hazlo por el bebé.

James hizo una seña con la mano al mismo hombre que me interceptó en el salón de baile y, ahora era consciente de que se trató todo el tiempo de un plan maquiavélico.

El hombre desaliñado obedeció y procedió a empujar a Mari fuera del dormitorio.

―Camina, no tengo toda la noche.

―Que no le haga daño ―Di la vuelta encarando al castaño. Sus ojos azules oscurecidos por la lujuria me observaron fascinados. Desvió su mirada para encarar al hombre que sostenía de un brazo a Mari.

―No me hagas repetírtelo, ya la escuchaste. Que llegue sin ningún rasguño.

―Entendido señor ―Respondió mientras se alejaba.

―Prometo buscarte ―Susurré para que solo mi amiga me entendiera.

Y se fue.

En la vieja habitación permanecimos en silencio unos segundos. Estábamos solos. El cadáver de Edward había sido removido momentos antes de que James sacara a la luz sus intenciones oscuras.

Fuí estúpida.

Al llegar a la habitación se sorprendió de ver el cuerpo sin vida de su cuñado, pero solo eso. No mostró tristeza o enojo por lo que acababa de pasar bajo su propio techo. Era como sí esperaba cualquiera cosa, menos que su cuñado estuviera tendido muerto en el suelo de dos de sus criadas.

No hago nada sin obtener algo a cambio ―Fueron sus palabras luego de ayudarnos a sacar el cuerpo de la habitación. Para nuestra sorpresa, le ofreció a Mari una vida mejor en un campo lejano fuera de Londres. Prometió que su criatura estaría bien cuidado donde sea que fuese y que la comida no sería un problema.

No sería un problema siempre y cuando yo permanezca a su lado, como su amante.

Y ¿Si no hago lo que pide? ―Llegué a preguntar. Al hacerlo su rostro despreocupado se transformó a uno sombrío.

―Sé todo sobre usted. Estoy enterado de aquellos secretos que ni su compañera aquí presente sabe ―Fue su respuesta y por su mirada supe que no mentía.

Me tenía en sus manos.

―Deseo que le ayude a darse un baño y la aliste para mí.

Su voz hizo que saliera de mis cavilaciones. La señora Blaid ―La cual no oí llegar ―Se encontraba de pie en la habitación con una expresión neutra y muy atenta a lo que su señor dictaba.

Asintió sin rechistar y dirigió sus ojos hasta mí.

―Acompáñeme.

Tomó su falda de la parte delantera subiéndola un poco para poder caminar. Pero aún confundida por lo rápido que sucedieron los acontecimientos previos, me quedé inmóvil parada a un lado de mi cama.

―Acompáñala ―Demandó James al ver que no actuaba.

Obedecí en contra de mi voluntad, y justo momentos antes de pasar por la puerta del dormitorio, sentí una leve caricia en mi brazo a lo cual reaccioné apartándolo tan rápido como llegó. Su risa estruendosa fue lo último que escuché mientras me alejaba siguiendo los pasos de la ama de llaves.

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N/A : Los capítulos serán narrados de forma omnisciente permanentemente.
Besos.

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