XVIII. Gloucestershire.

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18.

El Marqués agradecía que faltare poco más de una semana para volver a su tierra natal. La espera se le estaba siendo eterna aún para él, que se consideraba un hombre con mucha paciencia.

Lo cierto era que se encontraba algo agobiado con la temporada social respirándole la nuca, la cual ya había empezado recién apenas unas dos semanas atrás. Justo en esos días entraba en su mejor apogeo con los eventos más extravagantes y los lujos tirados por la ventana.

La sola idea de pensar sobre tener que aguantar a las madres de las debutantes que estrenan por primera vez los eventos sociales, le asqueaba. Toda la falsedad e hipocresía se veían en ese tipo de fiestas, que, siendo honestos, nunca serían de su agrado. Prefería allá la tranquilidad de su propiedad sin dolores de cabeza provocados por madres desesperas por buscarles un buen marido forrado en dinero

―Hemos llegado milord ―La puerta del del carruaje es abierta por Matías, su lacayo.

―Tómese el resto de la tarde amigo ―Le palmeó la espalda al bajarse.

― ¿No desea que lo acompañe milord?, no confío en esta gente.

El marqués lo observó con burla.

―Preferiría que se tome el día. Al verlo conmigo pensarán que intentará robarles ―Dijo mientras señalaba a una señora ya mayor, la cual, al notar la presencia de ambos hombres, espantada caminaba casi trotando en dirección opuesta.

Los rasgos de un escoces eran difíciles de ocultar, especialmente su Kit, característicos de ellos.

―Como diga milord.

El lacayo hizo una reverencia tomando nuevamente las riendas de los caballos para poner en marcha el carruaje.

Gloucestershire

Ante sus ojos estaba el pequeño pueblo a las afueras de Londres. Donde según los datos residía la familia Miller. El condenado pueblo estaba un poco retirado del castillo del duque, costándole al Marqués todo un día de viaje. En otra situación nunca hubiera aceptado la petición de su amigo, pero no podía negar que poseía una enorme curiosidad que debía ser saciada cuanto antes y, de paso, quería vengarse de la intrusa.

Empezó a moverse entre los pueblerinos que con cada paso que daba, desprendía toda la elegancia de un noble. Los pocos transeúntes lo observaban como sí fuere una escoria por su Kit, mientras que otros lo miraban con admiración.

―Buen día señor, ¿Podría indicarme la vivienda de Emali y Roberto Miller? ―Le preguntó a un hombre que paseaba con un niño pequeño.

―Por supuesto Milord ―Se inclinó ―, su casa queda al final de esta calle ―Señala con su mano.

El Marqués asintió agradecido entregándole unas cuantas monedas, las cuales fueron recibidas con mucho ánimo.

Hizo caso y se dirigió al lugar donde el hombre le había indicado, y si, se apreciaba al final una casa de dos niveles. Al llegar, notó que la vivienda se encontraba en un buen estado, se notaba que la pareja aun siendo de una clase muy baja, la mantenían bien cuidada.

Frente a la misma, se encontraba una joven colocando unas sabanas blancas a secar al sol.

¿Sería hermana de la intrusa?, era extraño. En las notas no había información de otra hija.

―Buenos días Buen hombre ―Se hizo notar una mujer más mayor que la primera, supuso que sería Emali Miller ― ¿Busca a mi esposo?

―Permítame presentarme, mi nombre es ALec Ferguson, Marqués de Huntly Castle, vengo de parte del nuevo duque del castillo Pembroke.

La señora abrió los ojos sorprendida. Hacía tanto que no recibía noticias de donde una vez trabajó por tantos años.

― ¡Que mal educada!, milord, pasad ―La señora lo condujo al interior de la vivienda ―Vamos muchacha, prepara un Té para el caballero.

La más joven asintió dejando al Marqués y a la señora regordeta a solas. Emali lo guío hasta un pequeño comedor, donde arrastró la silla que supuso era el puesto donde el esposo tomaba lugar a la hora de cenar, y ahora se lo cedía a él.

―Gracias ―Agradece el gesto.

―Con todo respeto milord ―Empieza a decir Emali mientras tomaba asiento―, Imagino que el Duque lo ha enviado a investigar sobre mi niña, ¿Es así?

ALec pestañeó confundido, ¿Cómo podría saberlo?

―No puedo mentirle ―Se acomodó en la silla ―, está en lo correcto Señora Miller. Disculpad si aquello le parezca una falta de respeto.

―No pida disculpas ―Niega ―. Somos yo y mi esposo quienes debemos hacerlo. Cuanto lamento lo que pudo haber causado mi hija, pido mis más sinceras disculpas, no sé que voy hacer con esta niña ―Exclama en el mismo instante en que la hermana de la intrusa entraba en la sala con dos tasas de Té ―. Bien muchacha, dile al Marqués las razones por las cuales no llegaste a la casa de contrataciones.

¿Escuchó bien?

― ¿Cómo dice?, ¿No llegó a presentarse?

La señora negó tomando un sorbo de su Te.

―Vamos niña, explícale al Marqués. Es una vergüenza que tuvieran que llegar hasta aquí cuando te hemos recomendado Roberto y yo. Así nos pagas, poniéndonos en vergüenza con esa familia.

La muchacha agachó la cabeza apenada.

―Tuve un pequeño retraso culpa de mi insensatez, tomé otro camino junto a unas amigas y me llevaron en dirección opuesta a la casa de contrataciones. Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. La señora Blaid había partido al castillo. Pido disculpas y me hago responsable de lo que haya causado mi falta de compromiso

―Disculpad por la pregunta ―La cabeza de Alec pronto estallaría ―. ¿Tiene otra hija señora Miller?

―No señor ―Responde Emali ―. Janne es mi única hija. Iba a empezar a trabajar en el castillo como lo hicimos yo y mi esposo antaño, pero como ya escuchó, dejó pasar la oportunidad y no sabe lo apenada que estamos todos aquí por el desplante que le hicimos a la señora Blaid.

El Marqués se mantuvo en silencio mirando un punto fijo. Se encontraba sin palabras y su cerebro era incapaz de ordenar sus pensamientos.

Y recordó:

―Archivald la encontró al costado del camino a un kilómetro de la casa de contrataciones. ―Ambos fruncen el ceño ―, La chica llevaba unas ropas vulgares en ese momento y ambos pensamos lo peor. Cualquier hombre sin honor la hubiera mancillado allí mismo.

― ¿Qué tipo de ropa señora? ―Preguntó ALec intrigado.

―Le soy sincera milord, no sabría decirle. La ropas de la señorita eran desconocidas a mis ojos. Nada que haya visto a mis 69 años. Tenía planeado echarla a la basura, ya que no son ropas propias para el castillo Pembroke, pero se lo devolví con una advertencia.

De alguna manera todo tenía un poco más de sentido. Desde aquella vez que la sorprendieron en el despacho privado desorbitada. Las observaciones de su amigo sobre su aspecto tan peculiar. su acento americano y no inglés.

Todo encajaba.

No era la verdadera Janne Miller. Entonces, ¿Quién era realmente la intrusa?

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