XXIX. A su merced.

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Allí de pie en medio de la habitación de James, Janne mantenía sus brazos cruzados sobre sus pechos sintiendo la vergüenza de estar desnuda frente a la ama de llaves, la cual se mantenía con expresión seria y a la vez, Janne notaba que la señora no reparaba en ocultar la melancolía que se instaló en sus facciones. Su entrecejo habitualmente fruncido, en ese momento dejaba de estarlo permitiendo que se reflejaran las arrugas que cubrían sus ojos como una capa. Su boca estaba sellada tal cual una tumba cerrada, tan solo se empeñaba en cumplir con la tarea dictada por su amo como un robot sin vida propia. ¿Qué le sucedía? ―Se preguntó en su interior sin atreverse en decirlo en voz alta.

El agua caliente salía de un pequeño balde que sostenía la mujer detrás suya. Cada gota caía en su cabeza mojando su cabello rubio bajando como cascada por su espalda. Mirando a la nada en aquel silencio sepulcral, su mente se encargó de proporcionarle tal cual como un computador las imágenes de sus últimos cinco años. Desde su experiencia en la facultad, aquel empleo mediocre como camarera que en esos momentos añoraba, la apertura de su tienda de antigüedades, su mejor amiga y... lo que trataba de bloquear.

La muerte de Edward Linsterwood.

Desde muy joven supo que le encantaba la historia. Su adolescencia la describía como un poco aburrida, pocas salidas con amigos, muchos estudios y muchos libros románticos leídos en línea por no contar con los fondos suficientes para tener una colección de libros en papel. Se mantuvo completamente apartada del resto donde allí descubrió su fascinación por la historia y el misterio.

Recordó lo fastidiada que estaba por no encontrar un video en el internet de algún caso misterioso. Aquella tarde calurosa de verano en casa de su madre, viendo documentales, encontró el enigmático caso de Edward Linsterwood. En su mayoría solía ver casos policiacos resueltos antiguos ya que estos no la dejarían con preguntas e imaginandose teorías y, precisamente eso, la ponía en un estado irritable por no saber la verdad de los hechos. Pero ese día fue distinto. Lo describió por mucho tiempo como alguna fuerza sobrenatural que la empujaba a verlo.

Luego de largas temporadas investigando sobre ese caso, se creó un diario dónde permanecia en la comodidad de su apartamento, el cual contenía teorías acerca de lo que podría haberle pasado.

Pero nunca imaginó que ella era la causante y... ¿Cómo? ¿Cómo imaginárselo?

Lo que hizo esa noche para poder salvar a su amiga, con intenciones buenas o no, sería una cruz que cargaría en su espalda durante el resto de su vida.

―Te he fallado ―Susurró la ama de llaves a sus espaldas mientras la ayudaba a secarse, sacándola de sus vacilaciones penosas ―Solo espero que me perdones por no cumplir con mi promesa amor mío. Perdóname, Damián.

Janne se mantuvo quieta. No sabía sí era prudente abrir la boca y preguntar. La relación entre ambas desde un inicio había sido tensa, y estaba casi segura que recibíria una mala respuesta. Consideró que lo mejor era mantenerse al margen. Sólo continúo en silencio dejándose hacer, sin percatarse de unos ojos intrusos que la vigilaban a pocos metros.

Desde la puerta, el duque trataba de controlarse lo mas que podía, no quería apresurar las cosas, pero la imagen de la criada desnuda en medio de su alcoba lo estaba volviendo loco del deseo. Se mantuvo allí en silencio todo el rato en que tardó el baño de la excitante mujer. Quería mantenerse al margen hasta que estuviera lista para él, con ese vestido que mandó a confeccionar únicamente para ella, pero la vista de su esbelto cuerpo mojado por el agua caliente lo distrajo y le hizo olvidar el orden correcto que había trazado para esa noche.

―Puede dejarnos a solas, Blaid.

―Como ordene excelencia ―Respondió la señora de forma automática.

James observó con satisfacción lo que provocó su presencia. Janne dio un respingo al escuchar su voz a la vez que, rápidamente, intentaba cubrirse con la tela de la ropa interior, pero le era imposible.

Janne colocó sus brazos encima de sus pechos tratando de ocultarlos de la vista del duque. Su respiración se aceleró al notar como se acercaba a ella con paso lento. Su mirada felina no se apartaba de su cuerpo, sus ojos azules en ese momento estaban mas oscuros y no le quitaba la mirada de encima y la incomodaba.

―No te cubras ―Susurró.

―N-no ―Consiguió decir pese a su nerviosismo.

Ante su negativa, el duque tomó sus brazos con firmeza apartándolos de su pecho desnudo. Los retuvo a cada lado de su cintura con fuerza mientras se la comía con la mirada.

―He esperado por mucho tiempo este momento.

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