XII. ¿No se le olvida algo?

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El trabajo que hice en tan pocas horas lo sentía igual a como un día entero en mi tienda.

Luego del incidente con el Marqués salí en dirección a la parte trasera del castillo para lavar mi mano y quitar todo rastro de pipi del pelinegro. Pero justo mientras lo hacía, un joven de unos quince años se acercó a pedir que le ayudara a atrapar las gallinas que se escaparon del gallinero.

Luego de correr de aquí para allá intentando capturarlas; Allí mismo, me encontré con topacio la cual estaba tirando un cubo lleno de materia fecal en un pozo, el cual era como una especie de alcantarillado a la antigua.

Olvidé decirte que las puertas rechinan, lo lamento mucho, espero que no te causara problemas ―Fue lo primero que dijo al verme. Luego de resumirle y mentir un poco con un, Todo salió bien; Salí disparada a buscar el plumón que usaba Mari para despolvar los estantes de la biblioteca. Estaba desesperada por buscar el dichoso diario.

Cuanto antes lo tuviera en mis manos mejor.

Así podría volver a mi tiempo o, era lo que mi mente se repetía en un vago intento de mantener mis pensamientos ocupados y no caer en la locura.

Toda el área de la cocina se encontraba hecha un revuelo. Las señoras más ancianas se mantenían preparando postres, amasando harina, otras se encargaban de los vegetales mientras que las mujeres más jóvenes  se dedicaban a limpiar cualquier desastre que se pudiera hacer.

Me abrí paso como pude para llegar a una columna donde había grandes plumones anticuados reposando suspendidos en el aire gracias a unas estacas pequeñas de madera, pero la figura esbelta de Heather hizo acto de presencia en un instante tan rápido que por poco no me enteraba, y cuando me refiero que “Por poco", es que la muy resbalada pasó por encima de los demás con un semblante airado empujando todo lo que tuviera en medio, incluyendome, impidiendo que tomara el plumón con libertad.

―Hazte a un lado Bastarda ―Me empujó saliendo a toda prisa con una enorme mancha de un líquido rojo en la parte del escote y la falda.

¿Y a esta qué?

―Tú ―Volteé a ver. Un hombre de algunos cuarenta y cinco años se acercaba a mí en grandes zancadas desde la misma dirección en la que vino Heather ―Te necesitan en el comedor, ahora.

Pestañeé confundida.

―Se habrá confundido de chica, mi trabajo es limpiar...

―Si, tu trabajo es limpiar, ¡Andando muchacha!

― ¡Ya escuchó señorita Miller!, no me dé una razón más para echarla del castillo sin paga y sin transporte ―Se escuchó la voz de la señora Blaid interrumpiendo cualquier sandez que mi lengua viperina dijera.

Tragué seco.

―Señora Blaid, usted dijo que mi trabajo era limpiar...

―Si, es lo que dije. Pero noto que Emali y Roberto no la han orientado del todo. ―Hace una pausa colocando su barbilla por lo alto ―En esta pirámide están en la cima, los señores Pembroke; toda orden dada desde allá arriba es captada por los de aquí abajo ―Señala a todos en la cocina ―Dígame, ¿Acaso usted está en la cima de la pirámide para no captar las órdenes del ayuda de cámara del duque?

Respiré profundo tratando de controlarme, vivir en el siglo XXI formaba un carácter difícil de ocultar y controlar en este tiempo, pero me obligué a contestar: ―No señora.

Sonrió satisfecha, pero más bien parecía una mueca.

―Me alegra saber que lo sabe, entonces ―Cambia a una expresión seria ― ¡Diríjase al comedor de inmediato!

Con todo el autocontrol que pude recolectar, obedecí y empecé a seguir al "ayuda de cámara del duque". Caminamos en silencio por un pasillo deteniéndonos frente a un candelabro. El hombre delante de mí lo tomó y justo cuando lo hizo, se abrió ante nosotros una puerta secreta escondida.

― ¿Es un atajo? ─Pregunté mientras lo seguía a través de los estrechos pasillos del escondite.

―Es una manera más rápida de llegar a todas las habitaciones del castillo.

―Es decir que hay más pasillos secretos a parte de este.

―Así es ―Responde cortante.

Avanzamos por un muy poco tiempo entendiendo la necesidad de estos pasadizos. Quizá de tomar otro camino, aun estaríamos caminando. La propiedad Pembroke sin duda era un castillo enorme y dudaba que algún día alguien se aprendería cada área del lugar.

―Por aquí ―Me deja pasar primero para asegurarse de ocultar muy bien el pasadizo.

Me dió la bienvenida una puerta gigantesca con los bordes de un color dorado. El ayuda de cámara se detuvo frente a esta dejándome detrás mientras se arreglaba cualquier arruga o imperfección que pudiera tener su traje negro.

─Entre, no haga ruido, solo limitase a hacer su trabajo. El amo no tolera las mujeres parlanchinas, y menos sí son del servicio.

Apreté los labios y asentí.

El hombre abrió la puerta dejándome pasar primero ya que tenía algunas herramientas de limpieza en mano impidiendo que la abriera por mí misma.

Sin duda era el peor día de mi vida.

Justo cuando ambos pasamos por la puerta, me topé con la figura de James Pembroke a la cabeza de la mesa con otros invitados, donde intuía, que entre ellos también quizá estaría el Marqués.

Cálmate y respira Janne.

Solo me limité a hacer el trabajo lo más rápido posible, aunque podía sentir como me escudriñaban. Luego de ver como la mancha desapareció positivamente, me dispuse a ponerme de pie, pero, por segunda vez me di con la sorpresa.

Justo en el lado izquierdo del comedor, se encontraba un hombre que yo conocía bastante bien. Su cabello chocolate algo corto, sus ojos azules, tono de piel algo pálido, pero extremadamente guapo, me miraba fijamente.

No podía ser, no podía ser.

― ¿Acaso eres Edward Linsterwood? ―Es que si no preguntaba me volvería loca. Tenía muchas imágenes en mi laptop llenas a tope de algunos de sus retratos antes de desaparecer y era inconfundible.

― ¡Cuanta osadía!, ¿Cómo se atreve a dirigirle la palabra a un duque? ―Preguntó Eiren a todo pulmón mientras me observaba con una ceja arqueada y con aires de grandeza.

―Y-yo...―Me puse nerviosa de repente. Tenía encima 8 pares de ojos sin contar los criados que estaban cerca, los cuales se mantuvieron expectantes ―Perdone mi desliz, mi lady.

―Espero que algo como esto no se vuelva...

―Ya basta Eiren, no es necesario tanta reprimenda con la dama. ―Interrumpió Edward mientras me miraba con una sonrisa baja bragas.

Cosa que no agradó a Eiren que me miraba con asco. ¿Qué les pasaba a las mujeres de este tiempo?

―Ya puede retirarse y continuar con sus quehaceres ―Rugió James provocando que me espantara un poco por su tono de voz.

―En seguida excelencia ―Hice una reverencia, y cuando me dispuse a caminar hacia la puerta, un carraspeo me detuvo.

― ¿No se le olvida algo? ―Preguntó el pelinegro con una pequeña pequeñísima sonrisa asomándose, casi imperceptible.

Ambos cruzamos miradas y, telepáticamente, me ayudó a darme cuenta de otro error más en el día.

¡Santo cielo! Los utensilios de limpieza yacían regados aun en el suelo.

―Disculpen... ya me encargo ―Contesté avergonzada tomando todo en mano y ya por fin marcharme de allí.

Este día no puede empeorar ¿No?

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