13.
3A
Me alegraba saber que Mari recordara la sección donde encontró el diario. La biblioteca del duque era gigantesca. No podía si quiera imaginar la cantidad de libros que habría allí.
Luego de mi pequeño bochorno en el comedor, Blaid me interceptó con el mismo plumón que unos minutos atrás quería tomar. Nunca imaginé que ir a limpiar una biblioteca me llenara de tanta alegría.
Porque si, me daba alegría limpiar una biblioteca. Una frase que nunca pensé que diría en mi vida, pero, al fin tendría respuestas.
La biblioteca era tan inmensa que se necesitaba alrededor de treinta personas para limpiarla en su totalidad, y no exageraba, no. Ya llevaba como cinco minutos y ya había visto como veinte jovencitas pasar de aquí por allá sacudiendo y acomodando. Algunas me ignoraban y seguían en lo suyo, mientras que otras me miraban de reojo, otro grupo, miraba sin pudor alguno en mi dirección totalmente sonrojadas y riendo como colegialas.
Raro.
Avancé entre las estanterías con mi plumón sacudiendo algunos libros, a la vez, miraba hacia todos lados verificando de que nadie me estuviera observando para llegar a la sección 3A, la cual, se apreciaba al fondo.
El estante 3A, era muy alto, pero a diferencia de las demás estanterías completamente llenas, este en particular, tenía alrededor de unos cien libros. Se notaba, además, viejo y chueco.
Y sucio. ─Me dije al pasar mi dedo por la madera vieja, volviendo totalmente negro la punta de mi dedo.
―El diario está en la última cola de libros. Es del mismo color de la piedra que llevas en el cuello ―Fueron las palabras de Mari antes de salir de nuestro dormitorio.
Busqué con la mirada el diario entre los pocos que allí yacían abandonados, juraría que tenían mucho tiempo allí expuestos sin recibir atención de un lector, ya que se apreciaban telarañas en las tapas de los libros, y también el bicho responsable de dicha red atrapa moscas haciéndome compañía.
―Creo que debería limpiar más y cotillear menos señorita.
Con el corazón en la boca voltee rápido hacia la persona que se encontraba detrás de mí.
El Marqués.
El recién llegado se mantuvo a una distancia prudente con su porte serio, que novedad. Su pelo negro como el carbón estaba muy bien peinado como si se pasara horas cepillándolo para que no quedara un solo flequillo fuera. Sus ojos iguales al color de su cabello me miraban sin ninguna expresión, ¿Este hombre acaso vivía todo el día serio?
―Buenos días milord, ¿En qué puedo servirle? ―Me limité a responder mientras hacía una reverencia ignorando su comentario, aunque muy, pero muy en contra de mis principios habladores.
―Me sorprende sus modales señorita, aunque permítame decirle que las palabras carajo y mierda, no son muy bien vistas que las diga una mujer.
Mi cara era de ser un poema. Abrí los ojos sorprendida sin decir otra palabra. Simplemente las palabras se atoraron em mi garganta. Pero no hacía falta que dijera nada o preguntara, la respuesta era clara. Era obvio que estaba despierto justo en ese momento y no dormido como pensé.
―Desde que llegó aquí no ha mostrado más que imprudencia, falta de coordinación, despistada, no sabe entrar a una habitación sin hacer el menor ruido; Su falta de coordinación la llevó a colocar su mano en mis deshechos. Y ahora me encuentro con que, aparte de la larga lista de fallos, es holgazana y cotilla ―Hace una pausa mientras inclina levemente su cabeza ―Tiene unos quince minutos en la biblioteca y solo ha sacudido unos cuantos libros y no muy bien que digamos. dígame, ¿Realmente es una criada?
Un momento.
― ¿Estabas espiándome todo este tiempo? ─Me crucé de brazos mirándolo inquisitivamente Olvidando todo el protocolo y demás cosas.
Ahora entendía por qué las demás jóvenes estaban sonrojadas, el Marqués estuvo detrás de mi todo el tiempo.
―Si, no la he perdido de vista desde que puso un pie en el castillo.
Me removí algo incomoda por su mirada. No pensaba que sería capaz de admitir algo como eso a la ligera. Pensé que se sentiría avergonzado al verse descubierto, pero no, no le importaba en lo más mínimo.
Carraspeé.
─No tenía idea de que un Marqués se dedicaba al asecho. Pensé que tenía cosas más importantes en las que ocupar su tiempo.
―Y las tengo señorita, no se equivoque. No confío en usted si le soy sincero, muchas cosas de su persona me tienen algo intrigado y no me terminan cuadrando.
― ¿Intriga por qué milord?, soy una simple criada que viajó desde muy lejos, con la única intención de solicitar empleo en la casa de contrataciones Pembroke. Digamos que soy una mujer que tuvo suerte de encontrarse el carruaje justo antes de partir, mi viaje se retrasó un poco por percances en el camino que lastimosamente se me iban de las manos...
Me detuve al notar que el pelinegro se acercaba a mí como un león a su presa listo para atacar.
Tragué seco cuando me tuvo contra la pared. Su perfume me embriagó de inmediato, junto a sus ojos profundos, hicieron un buen trabajo para conseguir descolocarme en su totalidad.
―Está mintiendo.
― ¿P-por qué cree que lo hago milord? ―Susurré. Estábamos muy cerca y su cercanía me afectada e intimidaba.
―Un pajarito me contó otra historia distinta.
―Gran respuesta milord para un niño de diez años ―Reí ― ¿Tanta curiosidad le causo?, se ha tomado muchas molestias al seguir una criada mientras realiza su labor.
―No la seguía, buscaba un libro de cuentas. Solo fue mucha casualidad que usted se haya puesto a limpiar la sección dónde están esos libros que busco.
Miré hacia el lado derecho echando una vista rápida a los pocos libros que allí estaban.
―Está mintiendo milord ―Enarqué una ceja ―Aquí solo hay libros de recetas para ungüentos.
Ahora quien tenía las cartas sobre las mesas era yo. El pelinegro abrió los ojos como platos; Se separó de mi cuerpo a gran velocidad mirando el estante totalmente sorprendido con una expresión entre impactado y desencajado.
Se sentía bien.
― ¿Cómo lo sabe? ―Ni se tomó las molestias de negarlo.
Fruncí el ceño.
―Ahí claramente dice "ungüento con rosas" ―Dije mientras señalaba el borde de los libros donde yacía el título ―Solo una persona que no sabe...
Y caí en lo que había hecho.
Los criados no tenían el privilegio de estudiar. La mayoría no sabía leer ni escribir, faltarían muchos años y luchas para que se implementara la educación a todos sin importar la clase social. Para el Marqués, yo era una criada con incapacidad de aprendizaje.
Y le acababa de mostrar que no lo era.
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La Viajera
Historical FictionLa vida monótona de Janne Jhonson dará un giro inesperado luego de encontrar una misteriosa joya que llegó a su tienda por error. Sin predecirlo, viajará al año 1799 dónde deberá aprender a ser astuta para sobrevivir como una simple criada bajo el d...