VIII. Heather.

532 18 2
                                    

 8

Mi cuerpo dolía con creces y pedía a gritos una cama para descansar. Me pasé el resto del día ayudando a Mari con sus tareas ya que la señora Blaid aun no me encomendaba mi trabajo fijo, y siendo honesta, esperaba que no fuera tan pesado como el de Mari o el de Topacio, una de las amigas intimas de mi compañera, la cual, no era muy agraciada por lastima. Topacio compartía una que otra tarea en común con mi reciente amiga; Con la diferencia de que a topacio le tocaba recoger los desechos de la Señorita Eiren Pembroke, la hermana del duque.

―Indudablemente la señorita es hermosa por fuera ―Comenta Topacio mientras sacude unos cuadros ―Pero por dentro...―Hace una mueca ―No querrán ser testigos de ver las sobras de lo que come al final del día.

Las tres reímos.

Ajam...―Alguien carraspeó. Las tres giramos hasta el origen del sonido donde a un metro de nosotras, se encontraba una mujer muy bella. Tenía el cabello largo hasta la cintura el cual se mantenía peinado en una elaborada trenza. Poseía un vestido pastel que pude identificar como la vestimenta común que solía usar una doncella. Pero, a diferencia de los vestidos habituales, aquél vestido en específico era demasiado extravagante para ser de una doncella, por un segundo, llegué a creer que se trataba de la mismísima Eiren.

―Ah, solo eres tú, Heather ―Se adelanta a decir Mari.

La chica que ahora la identifico como Heather, clava su mirada con veneno en mi amiga.

― ¿Por qué tan relajada?, podría ir con el chisme a mi señora en este momento y deshacerme de ti por una buena vez.

―Me encantaría que lo hicieras, quizá me despida de ella y de paso le cuento sobre tus atenciones a su hermano. Que por cierto, ambas sabemos que le agradará la noticia ―Hace notar su sarcasmo ―No me amenaces y sigue en lo tuyo ―La mira desafiante.

Topacio y yo nos manteníamos al margen de la pequeña dispuesta entre las dos mujeres. Ambas continuamos limpiando, pero sin perdernos detalle de lo que decían.

― ¿Crees que ser la sobrina de Blaid te da alguna clase de impunidad?, En cualquier momento pueda que me convierta en la nueva duquesa de este lugar, y con gusto, echaría a patadas a la vieja de Blaid y a su sobrina bastarda ―Escupe con veneno.

¿Mari era sobrina de la ama de llaves?

―Sigue soñando querida ―ignora su insulto ―Todos aquí sabemos cuál es tu lugar en este castillo, pero la única que aparentemente aun no lo sabe eres tú, así que te ayudo a aclararte ―Mari le hace frente y Topacio y yo andábamos alerta, ambas parecían que se agarrarían de los pelos ―Eres una simple doncella con aires de superioridad que cree que, por ser la puta de un duque, ya sueña con ser la futura señora y no. Despierta, eres una puta más entre un millón. Quizá la atención del duque pase a alguna de nosotras.

Los ojos Marrones de Heather se dirigen a la figura de topacio y luego a mí, se detiene a analizarnos de pies a cabeza con una mueca de asco.

―Tienes buen sentido de humor ―Enarca una ceja ―James jamás se rebajaría a tanto.

― ¿No?, pero sí ya lo ha hecho al estar contigo.

Auch.

Señoritas...―Se escucha una voz profunda que pude reconocer y me tensé.

―A sus órdenes excelencia ―Dicen las tres mujeres a toda prisa mientras hacen una reverencia, exceptuándome a mí, que no me acostumbraba a la tarea. Copié la misma acción un poco tarde sintiendo la mirada azulada del castaño en mí.

Sin dejar de mirarme, el duque hace una seña con sus manos para que regresemos a nuestra postura natural, y en un mini segundo, noté como Heather me veía de reojo con desagrado.

―Mi hermana requiere de sus servicios en estos momentos ―Dice dirigiéndose a Heather y a Topacio. Esta última, nos observó con una mueca que solo Mari y yo entendíamos.

Le tocaba limpiar los deshechos de Eiren.

―Como ordene excelencia ―Ambas se marchan sin antes hacer otra reverencia.

―Usted señorita Jonhson puede continuar con su tarea y... ―Me mira ―En cuanto a usted señorita Miller, la señora Blaid la anda buscando para asignarle las tareas correspondientes, ya es tiempo de que ejerza su papel correctamente en este castillo.

―Con permiso excelencia ―Decimos al unísono mientras realizamos otra vez la misma reverencia.

Luego de volver a nuestra postura miré a Mari significativamente, ella debía guiarme y lo sabía, ya que corresponde con una sonrisa burlona y asiente para luego emprender camino. Me propuse seguirle el paso. Justo cuando pasaba por el lado del Duque, sentí un pequeño roce en mis manos con las suyas en un efímero segundo, ocasionándome escalofríos.

Ignorando aquel hecho, continúe avanzando lo más rápido posible sintiendo como mil agujas estaban siendo clavadas en mi espalda.

La ViajeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora