7James Pembroke, el único hijo varón del antiguo duque, William Pembroke, miraba la puerta por la cual habían salido las dos chicas de la servidumbre, pero una sola de ellas, lo mantenía pensativo más de lo estrictamente necesario.
― ¿Qué te parece la despistada Janne Miller? ―Preguntó a su viejo amigo de antaño a la vez que saboreaba su nombre en sus labios.
―Insensata, imprudente, poco profesional...
―y hermosa ―Lo interrumpe el joven duque mientras volvía a su silla.
Por supuesto que el marqués escosés había notado la extrema belleza de la joven, pero no sé lo iba a reconocer a su amigo
―Si, tiene algo entre tantas desgracias ―Reconoce a secas ―, pero algo de ella no me termina por convencer ―Concluye ALec Ferguson, copiando a su amigo.
Lo cierto era que minutos antes de que la criada entrara en el despacho privado de Lord Pembroke, ambos estaban revisando algunos papeles, los cuales, se trataban de una parte de la dote de su hermana, quien pronto contraería Matrimonio, uno muy ventajoso para ambas partes.
―Sospechas de cualquier falda de este planeta querido amigo ―Enfatiza ―Esa mujer apenas está empezando a trabajar por lo que pude notar, piel perfecta sin quemaduras, sus manos a la vista son muy suaves, lo que confirma mi teoría ―Hace una pausa y mira a su amigo ―Pero lo que me pareció extraño, es que no me reconociera, ¿Cómo no reconocer a un Lord? Y no uno cualquiera, el dueño de este castillo.
―Como siempre, solo te enfocas en datos insignificantes ─Lo contradice el pelinegro ―Me parece sospechoso que una criada pueda llevar un colgante tan lejos de su alcance. O que tenga un cabello casi idéntico al de una debutante en su primera cacería de marido.
Sí, se fijó en cada detalle.
Mientras revisaban los papeles, lograron escuchar como la puerta estaba siendo forzada por alguien, poniéndolos en alerta para defenderse de cualquier malhechor. Pero justo cuando james iba abrir la puerta, escucharon una voz.
―No.
¿Era la voz de una mujer? ―Se preguntaron.
lo cierto era que al abrir la puerta, James Pembroke no se esperaba ver la imagen de la espalda de una joven mujer. Mucho menos que se tratase de una de sus empleadas.
─Si, también lo noté ─Recargó su mano en su barbilla pensativo ─, pero nada de eso me hará echar para atrás con los planes que tengo para con ella.
―Es tu decisión ―Concluyó, pero le seguiría la pista a esa chica muy de cerca. Algo en ella no le convencía demasiado, se reitera. Desde su aparición tan repentina, hasta su nerviosismo a la hora de dar su nombre a su amigo, le generaban muchas incógnitas.
ALec Ferguson era un hombre de orígen escocés que, a pesar de su responsabilidad con el marquesado, se dedicó al arte de la investigación. El hombre en cuestión, era poseedor de un sexto sentido que sólo una pequeñísima parte de la población tenía el privilegio de llegar a desarrollar. Era más que observador; Notaba más allá de lo que naturalmente se podía, cada gesto o gesticulación, le permitía saber con precisión quién era realmente la persona y, esa criada, no sería la excepción. Sus alarmas se encendieron en el instante en que hizo acto de presencia en el despacho.
― ¿Puedo pasar excelencia? ―Se escuchó tras la puerta. Era la voz de la ama de llaves.
―Pase ―Contestó de manera autoritaria.
Ambos hombres observaron como la mujer ya entrada en edad, se adentraba al interior del despacho con paso firme y elegante aun para su clase. Lo cierto era que la señora Blaid Bell, trabajó para sus padres desde antes de nacer, decidió que sería bueno mantenerla allí poniendo orden en su castillo mientras viajara por negocios.
―A sus órdenes excelencia ―Hace una reverencia la cual es correspondida con un movimiento de cabeza.
―Me he enterado de que usted y las criadas no llegaron al castillo a la hora acordada ¿Puede explicarme? ―Pidió James, aunque lo que más le interesaba era llegar al tema de la nueva empleada, pero debía sonar lo más discreto posible.
La mujer palideció en su lugar.
―Lo lamento Excelencia, tuvimos un contratiempo con una insolente irresponsable, pero ya mismo me encargaré de ella y la despediré para que su insensatez no llegue a mayores.
Aún peor que encontrarse con el amo y señor del castillo sin si quiera saberlo ―James no lo creía.
―No son necesarias tales medidas Señora Blaid, tampoco la he mandado a llamar para recriminarle lo acontecido ―Observó como la anciana se relajó, pero no perdió su porte ―quisiera saber sobre esa criada, ¿Janne...? ―Se hizo el desentendido.
―Janne Miller excelencia ―Lo ayudó la mujer ―sus padres trabajaron por muchos años aquí para su padre excelencia. Enviaron una carta recomendando a su hija para que trabaje aquí.
Ambos escuchaban atentamente a la mujer tratando de que ningún detalle se les escapase, aunque, tenían motivos totalmente distintos.
―Y Archivald la encontró al costado del camino a un kilómetro de la casa de contrataciones ―Ambos fruncen el ceño ―La chica llevaba unas ropas vulgares en ese momento y ambos pensamos lo peor. Cualquier hombre sin honor la hubiera mancillado allí mismo.
― ¿Qué tipo de ropa señora? ―Preguntó ALec intrigado.
―Le soy sincera milord, no sabría decirle. La ropa de la señorita eran desconocidas a mis ojos. Nada que haya visto a mis 69 años. Tenía planeado echarla a la basura, ya que no son ropas propias para el castillo Pembroke, pero se lo devolví con una advertencia.
ALec Asintió. Algo le decía que haría una visita a la intrusa.
―Eso es todo señora Blaid, ya puede retirarse.
―Gracias excelencia ―Hace una reverencia y se marcha.
―Lo que te dije ―James observa a su amigo tomar una copa de vino ―Algo con esa chica no cuadra bien y mi intuición no falla.
Y vaya que no lo hacía.

ESTÁS LEYENDO
La Viajera
Fiksyen SejarahLa vida monótona de Janne Jhonson dará un giro inesperado luego de encontrar una misteriosa joya que llegó a su tienda por error. Sin predecirlo, viajará al año 1799 dónde deberá aprender a ser astuta para sobrevivir como una simple criada bajo el d...