24.Sujeté con fuerza el aro incrustado a un lado de mi cabeza justo en el momento que el carruaje chocó con una piedra, provocando que la caja rodante diera un salto en su lugar. Miré a mi derecha y noté que Mari había hecho exactamente lo mismo. La castaña agarraba el aro tan fuerte que se notaban sus nudillos blancos.
― ¿Estás bien?
―Ah... N-no, S-si... digo, solo tengo un pequeño malestar ―Llevé mi otra mano a su frente asegurándome que no tuviera fiebre.
Estaba en temperatura normal.
Luego de dejar el despacho del duque fuí interceptada por Blaid. La ama de llaves me ordenó alimentar a los cerdos con las sobras de la cena. Recordé que, mientras vertía el cubo, sentí una inquietud inexplicable, era como si alguien tuviera sus ojos clavados en mí, pero los pocos criados que allí había se mantenían realizando sus tareas como si de ello dependiera su vida.
Aunque en cierto modo, así era.
― ¿Por qué la Duquesa y lady Eiren habrán decidido traernos? ―Pregunté intentando que el camino sea más llevadero. Su embarazo que apenas y se notaba le empezaba a crear malestares muy seguido.
Inesperadamente, luego de acabar con mi tarea, nuevamente la ama de llaves se cruzó en mi camino; La señora con su característico porte hizo de mensajera de la joven Lady, la cual requeriría mi presencia y la de mari para que ayudáramos con las bolsas de compras al día siguiente.
— No lo sé —Responde sin interés.
Luego de unos minutos el camino de tierra había desaparecido por completo, pasando a ser un suelo de piedra.
A medida que el carruaje avanzaba, el antiguo Londres se abría paso ante mis ojos y, gracias a un gran letrero de lo que aparentaba ser un negocio de noticias, por primera vez en estas casi dos semanas que llevaba en Londres, me di cuenta del año exacto en el cual me encontraba.
1799.
Cómo sí fuera algo automático, acaricié el colgante con la mano que tenía libre rememorando las letras plasmadas en aquel diario. Lastimosamente, no tuve más información sobre la propietaria ya que era la única hoja que habían dejado sin rasgar, porque si, luego de detallar el diario me di cuenta que la mayoría de las hojas habían sido arrancadas como si no quisieran que nadie leyera su contenido. Sin embargo, dejaron como evidencia una sola hoja junto a otras tres, las cuales, solo contenían dibujos del colgante. Volví al principio, sin nada y con muchas preguntas.
¿Era momento de resignarme y empezar una nueva vida aquí? ¿Debería olvidar y continuar fingiendo ser una criada?, pero ¿Cuánto tiempo me duraría la mentira?
Un sentimiento de incertidumbre de incrustó en mi pecho.
Quizá era tiempo de aceptar mi nueva realidad.
El carruaje se detuvo sacándome de mis pensamientos. Miré a mi alrededor admirando el lugar, cada zona a donde sea que mis ojos se dirigieran solo se podía apreciar lo sofisticado de todo, sin duda, se trataba de las calles de primera clase.
Muchas parejas transitaban con pasos refinados. Las damas eran escoltadas por los hombres, los cuales parecían de lo más complacidos por la compañía femenina, aunque gracias a mí conocimiento histórico, quizá su satisfacción se debía a un posible matrimonio arreglado con una cuantiosa dote que gastar en casas de juegos o prostíbulos.
La mayoría de las parejas iban acompañadas por las madres y doncellas de la señorita que era cortejada. Se dirigían a una especie de parque natural y entonces lo reconocí.
Hyde Park
Procedí a bajar del carruaje imitando a Mari, era la primera vez que salía al exterior desde que desperté esa mañana en la casa de contrataciones y temía cometer algo que me delatara o comprometiera.
Al igual que nosotras, un lacayo procedió a abrir la puerta del carruaje permitiendo ver la imagen imponente del heredero del ducado Linsterwood, el cual, extendía su mano con elegancia hacia el interior; su gesto fue correspondido por una mano enguantada de color blanco. Del carruaje salió Roslin Pembroke, madre de la futura novia, la cual, seguido de su madre, bajó del carruaje de la mano de su prometido, y, por último, Heather, su doncella.
―Es un buen día para comprar un anillo de bodas, ¿No es así lord? ―Preguntó la viuda y en respuesta, el duque asintió con elegancia y una sonrisa encantadora.
Sentí un poco de pena por el hombre, según la historia, nunca llegó a contraer matrimonio por su inexplicable desaparición. Sabía que no le quedaba mucho tiempo, lo que me provocaba un sentimiento de culpabilidad, ¿En serio dejaría que le pasase algo aún teniendo la posibilidad de cambiar su destino?
Era un asunto complicado.
Miré por el cristal y noté que nos habíamos detenido frente a una joyería.
Joyería Brownbear, se podía leer en el letrero.
El duque junto a las tres mujeres ingresaron a la tienda ante las atentas miradas de los pocos transeúntes que allí había, algunos de los que paseaban cerca de la tienda, discretamente, echaban un ojo por el mismo cristal desde donde se podía apreciar como el duque y su prometida miraban unos anillos.
¿No tenían algo mejor que hacer?
Mari y yo permanecimos fuera de la tienda por nuestra "clase social", injustamente, no nos permitían entrar a este tipo de lugares. Me sentía avergonzada por la situación ya que las personas al cruzar nos miraban con superioridad y, en algunas ocasiones, alcanzaba a escuchar a un noble decir que éramos una plaga.
Resoplé y miré a mi acompañante.
― ¿Segura de qué te encuentras bien, Mari? ―Pregunté nuevamente. Por estar metida en mis cavilaciones no había reparado en que Mari no dijo una sola palabra en todo el trayecto ―Sé que algo te pasa.
Algo dudosa me observó y abrió su boca, pero justo en ese momento, una lady Eiren enfurecida salía a toda prisa de la tienda.
― ¡Lady Eiren! ―La llamó Edward caminando igual de rápido detrás de la mujer. Miré a Mari en busca de una respuesta ante tal escena, pero esta simplemente se encogió de hombros.
Roslin Pembroke por igual se detuvo frente al carruaje, el cual, aguardaba paciente a que sus señores lo retomaran, pero ese no era el plan de la señorita Lady Eiren, que, a los lejos, se podía observar como se dirigía en dirección a Hyde Park.
― ¡Tú! ―Los ojos azules de la viuda me miraron desesperados ―Síguelos, anda. No pueden estar solos sin haber oficializado el compromiso.
Obedecí inmediatamente agarrando mi falda para moverme con más libertad y alcanzarlos.
―Es un degenerado, no te lo permitiré. ¡Te casarás conmigo!, no con la criada ―Escuché vociferar a Eiren una vez estuve cerca, pero no demasiado como para estorbar ―Te vi entrar a su habitación, te ví admirándola desde la distancia mientras comprabas mi anillo de bodas.
― ¿Pero que habla Lady Eiren?, se estará confundiendo, yo no... ―La voz del duque tembló, algunas personas se estaban acercando poco a poco para ser testigos del pequeño escándalo que Lady Eiren estaba montando ― ¿De cuál criada está hablando?
― ¡Janne Miller! ―Gritó a todo pulmón y recordé.
Hubo rumores sobre que, posiblemente, el duque se hubiera fugado con alguna amante, ya que según las especulaciones, llegaron a encontrar a la pareja discutiendo una tarde de paseo en Hyde Park y el nombre de otra mujer había salido de los labios de la señorita Eiren a todo pulmón. Y que, por eso, la familia decidió desterrarlo ya que dicho acto era una vergüenza para la familia. Pero solo eran eso, rumores.

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La Viajera
Historical FictionLa vida monótona de Janne Jhonson dará un giro inesperado luego de encontrar una misteriosa joya que llegó a su tienda por error. Sin predecirlo, viajará al año 1799 dónde deberá aprender a ser astuta para sobrevivir como una simple criada bajo el d...