4
Ya era otro día y aun podía sentir el dolor de cabeza de la noche pasada. Quería abrir mis ojos, pero estos no me respondían. Intenté agudizar mi oído tratando de captar algún ruido que me indicara que Mari estaba cerca para llamarla, pero no se escuchó nada. Solo podía oír el cantar de los pájaros fuera de mi departamento, lo que era extraño, tomando en cuenta que vivía en la ciudad más ruidosa que jamás dormía.
―Mari ―Intenté llamar, pero mi voz sonaba rasposa, necesitaba agua.
―No señorita, Soy la señora Blaid Bell ―Dijo una voz de fondo.
¿Quién? ¿Cómo demonios hay alguien en mi casa?
Empecé a removerme incómoda en el colchón y no recordaba que mi cama fuera tan... dura.
―Tranquila niña, no debes esforzarte demasiado. Debes guardar el mejor reposo posible antes de partir al castillo ―Demandó de nuevo la voz de lo que parecía ser de una señora mayor.
―Hágale caso a la señora Bell, sabe lo que hace ―Se escuchó esta vez la voz de un señor.
¡Santo Cielo!
No hice caso y continué removiéndome hasta estar sentada en la cama consiguiendo abrir mis ojos, pero la claridad de la habitación fue tan cegadora que tuve que cerrarlos nuevamente con fuerza.
No recordaba que mi habitación fuera tan luminosa.
Pestañeé varias veces seguidas para que mis ojos se adaptaran a la claridad para luego Enfocarlos en dirección a las personas que se encontraban en mi habitación. Lo primero que capté fue una señora sentada con una postura recta en una mecedora y, detrás suyo, un hombre de mediana edad se mantenía de pie sosteniendo un sombrero.
―Gracias al todopoderoso que despiertas niña.
No sabía cómo explicar lo que sentía en ese momento, sí tenía terror por ver a dos extraños o confusión, porque aquella habitación resultó no ser la mía. El espacio era de un color gris algo desgastado y apagado. Tenía una sola ventana anticuada como único acceso al exterior. Justo a mí izquierda reposaban en una mesita una velas ya casi extintas, estas aún humeaban como si recién la habían apagado luego de una larga tanda usándola. Todo era tan antiguo que casi lo podía comparar como una habitación de museo histórico.
Me eché un poco hacía atrás en el momento en que ambas personas se acercaron al borde de la cama. Pegada a la pared, los analicé fríamente; La señora ya entrada en edad llevaba vestido hecho a mano con un auténtico corsé como el que había visto en la tienda, solo que este era un poco más pequeño. Se notaba que no estaba viejo y era muy elegante. Mientras que el señor, llevaba unas ropas de montar completamente desgastadas y algo arrugada.
¿Dónde estaba? Mordí el interior de mi mejilla para no meter la pata.
― ¿Dónde estoy? ―Susurré ya que aún no podía hablar muy bien por la sequedad de mi garganta.
―Estás en la casa de contrataciones de los señores Pembroke. Archivald te encontró a un kilómetro de aquí desmayada y como buen hombre la socorrió ―Contesta con sus manos entrelazadas por debajo de su estómago con un tono autoritario.
―Bien ―Es lo único que pude decir ―. ¿Pueden darme un vaso con agua? ―Pedí suplicante, ya no lo aguantaba.
La señora hizo una seña al que nombró como Archivald y este inmediatamente tomó un pequeño jarro que no había visto antes para luego entregármelo. Lo Tomé agradecida.
―Espero que prestes mucha atención niña ―Empezó a decir la señora ―. Teníamos que haber partido exactamente hace dos horas. Los señores Pembroke odian la tardanza. Por tu insensatez estamos retrasados. Hemos estado esperándote todo un día y cuando pensamos que no llegarías te apareces toda vestida indecorosa y, para el colmo de los males, tirada en el camino.
― ¿Esperarme a mí? ―Pregunté aturdida.
― Si, ¿Acaso no es la señorita Janne Miller? ―Pregunta ―, o es de esas damas de compañía que andan por ahí con hombres casados. Eso explicaría el vestido tan vulgar que llevaba. Nunca había visto algo como eso.
Miré mi vestimenta y hasta ese momento noté que no llevaba el vestido que me Coloqué para salir con Dexter, estaba usando un horrible camisón con las mangas extremadamente largas y anchas.
Toda la situación me empezaba a superar. Tenía ya una vaga idea de donde estaba, la ropa, la forma de hablar de la señora, sus vestimentas... me decían la respuesta a puerta abierta de lo que no quería aceptar.
―Si, soy la señorita Janne Miller ―Mentí.
―Espero que no se repita su retraso y que sepa que se le será descontado de su sueldo señorita Miller ―Se acerca a la puerta junto al hombre ―, y vístase, que partimos al castillo Pembroke en media hora ―Y cierra.
Estoy en el siglo XVIII.

ESTÁS LEYENDO
La Viajera
Historical FictionLa vida monótona de Janne Jhonson dará un giro inesperado luego de encontrar una misteriosa joya que llegó a su tienda por error. Sin predecirlo, viajará al año 1799 dónde deberá aprender a ser astuta para sobrevivir como una simple criada bajo el d...