Capítulo 7

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      Ese día, Armando estaba pensando en Beatriz y la emoción que sintió cuando la sintió totalmente alrededor de él. No recordaba la primera vez que había estado con una mujer tan dulce y enamorada. No entendía por qué se había entregado a él. Necesitaba hablar con ella y aclararle. Estaba perdido en sus pensamientos. ¿Quería a Betty o se arrepintió de lo que había sucedido entre ellos? ¿Y ahora? Necesitaba hablar con ella, nada volvería a ser lo mismo. No podía ser solo el plan. ¿Sentio algo por ella?

Entonces, Adriana Arboleda, su ideal de belleza, entró por su puerta.

Ya conocía la presencia de la súper modelo colombiana en su empresa. Era común que Hugo recibiera visitas, pero verla cara a cara con él era diferente.

Adriana era todo lo que podía soñar, todo lo que le gustaba de una mujer: era perfecta. Alta, morena de pelos irizados claros, ojos color miel, cuerpo delgado y perfecto. Se parecía a la modelo Cindy Crawford, por el lunar. Y estaba allí, en su oficina. Por primera vez em esse dia, no pensaba en la noche que pasó con Beatriz. Adriana llenó sus ojos. Fue tan evidente que despertó los celos de Betty y Marcela, asi como la atención del cuartel y Mário.

Mario, por cierto, fue quien le hizo despertar y darse cuenta de que estaba haciendo. (Me gusta Mário en este capítulo).

-Sé que no le gusta Betty y todo lo que hiciste anoche fue por obligación.

-¿Qué hombre? -ahora empezó a entender de qué Mário estaba hablando. Había herido a su asistente. La mujer que le dio su cuerpo, su deseo, su amor. -¡No es eso!

-Yo te entiendo. Adrianita es la mujer que quieres. Incluso le gana a Marcela, pero tiene que ser más profesionales. No puede lastimarla así, és la dueña de la empresa!

"Y después de haberle hecho el amor. Soy un bastardo insensible. Tengo que arreglar esto". -pensó

Pero Betty no quería saberlo. Armando era el hombre de su vida, el hombre a quien, traicionando el consejo de sus padres, se había entregado. Sabía que era un mujeriego, que tenía novia. Lo perdonaría si fuera con Marcela. Pero fue con Adriana, la mujer a la que ya le había escuchado confesiones de amor. La mujer que le hizo abandonar una reunión esencial de la empresa para asistir. Sabía que él la deseaba y, al ver cómo era ella, lo entendía perfectamente.

-¿Qué esperabas, Betty? Fue un momento de ensueño. Fue especial para ti, pero para él fue otra noche. Sólo eso. Y entre la fea y la bonita. Ya sabes quién elegiría. Pero no necesitas tratarme de esta manera! –pensaba Betty triste em su hueco.

-¡Betty, la llevo a casa! -dijo Armando

-No necesita.

-¡Quiero llevármela!

-¡No es necessário, pues no me voy a mi casa!

-¿Como asi?

-¡Me voy con el cuartel!

Ella agarró su bolso y se fue, dejándolo sin saber qué hacer.

De hecho, saldría con el cuartel, ya que hacía tiempo que no salían juntos, salvo para almorzar. Pero como doña Catalina había invitado los empleados de Ecomoda a visitar una exposición de Pablo Picasso, de la que ella era una de las promotoras y Beatriz no podía faltar, ya que una de sus pasiones era el arte. (Tanto es así que pintaba cuadros en sus ratos libres). Entonces, acordó con las chicas del cuartel que fueran primero a la exposición y despues irian de rumba.

Betty, el cuartel, Hugo escuchó las explicaciones de Catalina sobre la Exposición y la vida de Picasso, cuando Betty sintió el aliento de Don Armando en la nuca. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, afortunadamente nadie se dio cuenta. Por supuesto que dio la excusa de que estaba allí por invitación de Catalina.

-¡Betty, inventa una excusa y sube las escaleras! -susurró en su oído

-Mejor no. Ellos pueden nos ver juntos.

-Si somos discretos, no. –susura -Betty, necesito hablar contigo.

Ella no quería, pero su cuerpo tenía vida propia y lo siguió. En el otro piso, Armando intentó por todos los medios convencer a Betty de que lo acompañara al auto. Pero ella lo resistió. Lo recordaba babeando por Adriana. En ese momento apareció Bertha.

- Bertha, baja y finge que no viste nada. ¡No me viste! Si dices algo, ¡lo sabes!

-Sí, Don Armando1

Bertha se mordió la lengua, no podria con un chisme.

-¡Voy contigo, Bertha!

-No, Beatriz, tenemos que hablar. Mañana viajaré y tengo cosas que explicarte.

-Mañana llegaré temprano y hablaremos. Vamos, Bertha!

Las dos bajaron las escaleras.

-¿Tienes el valor de tratar así a Don Armando y no te grita?

-Ojojo yo se lo que estoy haciendo!

Armando no reaccionó. Betty era la única mujer que le había dicho "no".

Y para empeorar, Marcela estaba en el museo con Patricia, persiguiéndolo. Ella ya lo había llamado al celular varias veces. Pero no tenía ganas de responder.Tenía que salir de allí, de forma encubierta. Armando se dio la vuelta y salió por la outra salida, se dirigió a su coche, al otro lado de la esquina.

La exposición estaba a punto de cerrar, vio salir a Marcela y Patrícia. Poco tiempo después, Catalina y el cuartel se fueron, junto con Freddy y Wilson. "¿A dónde irían?"

Algunos se fueron con Catalina, otros con Betty en un taxi, aparentemente yendo al mismo lugar. Pero, ¿a dónde irían? Los siguió. Fueron a un bar. No era como estos clandestinos que Caldeirón solía indicar para llevarse a Betty, pero tampoco era el tipo al que iría.

-¿Cómo frecuenta Cata un lugar así?

Decidió entrar. No tardó en ver en medio de la habitación, Aura Maria bailando con un chico.

-¡Que Betty no esté, que no esté con nadie! -suplicó a los cielos. Y funcionó, Betty estaba sentada con Inesita y Sandra, Mariana estaba bailando con alguien.

-¿No vas a pedir nada? -dijo el mesero.

-Estoy de passo, solo mirando.

-¿Y creo que esta es una galería para mirar? ¡Tienes que consumir!

-Está bien. Un vaso de su mejor whisky. Con hielo, ¿vale?

No quería emborracharse. Necesitaba estar sobrio.

El camarero trajo su whisky, le dio la vuelta de inmediato y pidió otro.

-Trae un puñado de papas fritas.

Llevaba algún tiempo allí, cuando vio que una chica se levantaba y se dirigía al baño. Era Betty, así que fue tras ella. Y se plantó en la puerta, recibiendo miradas de desaprobación de las mujeres que salian del baño.

-¿Qué hubo? Estoy esperando a mi esposa, ella entró sintiéndose enferma y la estoy esperando.

Pronto, Betty salió también.

-¡Betty!

-¡Don Armando! ¿Que haces aquí?

-¡He venido a por ti! Lo que pasa es que no hablamos y necesitamos hacerlo.

-Don Armando, hablaremos mañana. ¡No quiero hablar ahora!

-¡Yo tampoco quiero hablar! -la empujó para besarla.

Betty quiso resistir, quiso hacerlo, pero no pudo.

-¡Ven conmigo, ven!

-Pero mis amigas ...

-Shiu. ¿No prefieres estar conmigo? -Beso

-Estarán preocupados.

-¿Y si alguien nos ve?

-Nada pasará.

Armando paga la cuenta y Betty le pide al mesero que entregue una nota en la mesa donde está sentado el cuartel, diciéndoles que tenía que irse con su novio.

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El lado "B" de BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora