JULIANA
Los besos pasaron de ser de los labios, a el resto de mi rostro para luego esconderse en el hueco de mi cuello.
Su respiración era un soplo de vida para mí, no sabía muy bien qué había pasado, y cómo es que estaba aquí, pero tenerla cerca era suficiente.
Valentina rompió el silencio que se hizo por un momento.
–Te extrañé tanto, mi amor. Tengo tanto por contarte. No sabes lo preocupada que estuve por ti, pero mi ilusiona saber que estás a mi lado en este momento
–Yo también te extrañé y amo que seas la persona que vea al despertar.–haciendo mucho esfuerzo le dije– Ven, acuéstate a mi lado. –Hice el intento de moverme.
–Por mas que desee hacerlo, tengo que ir a llamar a papá o a la enfermera, para que sepan que ya despertaste. Es de madrugada aún.
–No, quiero ver el amanecer contigo, un amanecer más a nuestra lista.
–Falta todavía tiempo para que llegue, pero iré a llamar a papá y te prometo que regreso a verlo contigo. ¿Si?
Asentí.
–Te amo.
El doctor Carvajal vino tan pronto como pudo, realizó el chequeo general, realizó preguntas y respondió las mías, todo a tiempo justo para ver el amanecer con Valentina.
La vida me había regalado la dicha de ver uno de los amaneceres más espectaculares que he podido apreciar, sentada entre las piernas y recostada en el pecho de Valentina. Las personas fuera podrían decir que es un amanecer más, pero mi nueva oportunidad para vivir hacía que todo se viera mejor. Los colores naranjas y rosas me llevaron a un nivel de paz y tranquilidad que no podía explicar.
Sentí a Valentina mover mi cabello a un lado, depositar un suave beso en mi mejilla y recostar su cabeza en mi hombro.
–¿Puedes creerlo? Contra todo pronóstico estás aquí conmigo, nuestro amor es tan fuerte que pudo vencer contra esta maldita enfermedad.
Voltee a verla directamente a los ojos, había estado llorando, definitivamente.
–Gracias por estar aquí conmigo.
Nuestras miradas se chocaron una vez mas, nos conectamos tan profundamente que sentí que fueron minutos.
–Me casaría contigo en este momento Juliana Valdés. –Valentina dijo de repente, con la voz quebrada y lágrimas en los ojos. – Eres mi ser mágico, y te amo tanto.
–¿Lo haces?
–De aquí al infito.
–Yo también te amo tanto mi amor.
– Se que ahora no podemos casarnos, porque ni siquiera hemos terminado la escuela, pero – encontró un alambre con el que venía una tarjeta uno de los osos de peluche en la habitación – con este anillo improvisado te prometo que lo haremos, te prometo que cuando llegue el momento, nos casaremos y tendremos una linda familia, una que juegue al golf por supuesto, yo me esforzaré por darte una linda casa, ¿ que te parece una mascota?, y sobre todo te prometo un futuro lleno de amor. Y cuando llegué el momento te haré mía para siempre. Aunque técnicamente ya lo eres.
– Si, a todo Valentina. Quiero todo eso contigo y muchas cosas más. Pero prométeme, en realidad te lo digo, prométeme que cuando sea el momento llegaré a mi boda con mi cabello largo y sedoso, caminando por mi propia cuenta.
– Te lo prometo mi amor. Así será.
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Meses después.