11.
13 de Diciembre
Querido diario:
Leslie dijo que estoy cambiando a Valentina, lo cual es bueno, ¿verdad? Entonces... ¿Por qué me siento tan confundida? ¿Son verdaderos mis sentimientos hacia ella? ¿Estoy albergando alguna idea de que puedo arreglarla? Y si lo estoy, ¿es eso necesariamente algo malo?
Sí, lo es.
"Papá esperaba que tomara el lugar de Eva o Guillermo. Llenar sus gigantes zapatos. Convertirme en lo que ellos eran. Ser un ejemplo para la sociedad, lograr buenas notas y estar en una buena universidad con una carrera respetable. En vez de eso, me convertí en todo lo que mis hermanos no eran."
No la miro y veo a sus hermanos, es cierto. Entonces, ¿qué veo?
La presión es demasiada. Tal vez por eso me siento miserable. Todo el mundo está dependiendo de mí, y no sé si pueda ofrecer algo. Trato de no demostrar lo asustada que estoy.
Desde la gripe, los dolores de cabeza se han estado poniendo cada vez peor. Tengo la esperanza que solo sean restos del virus. Pero no puedo sacar todos los "y si" de mi mente.
¿Y si fracaso?
¿Y si la esperanza no es suficiente?
¿Y si toda mi lucha no vale la pena, y estoy acostada en mi lecho de muerte?
¿Y si los decepciono a todos?
Juego con el collar que Valentina me dio. Esperanza. Es fácil creer que la esperanza es suficiente y todo lo que estoy pasando valdrá la pena cuando el Dr. Carvajal declare la remisión, o incluso en mantenimiento. Extiendo mi mano y trato de agarrarla, pero parece que nunca soy capaz de sostenerla.
¿Por qué otra remisión parece como un cuento de hadas que no obtendré?
***
Llamé a mi mamá al trabajo para preguntarle si había visto mi gorro negro. Estaba sobre mi cabeza, pero necesitaba la confirmación de que no volvería a casa temprano.
—Nos vemos después de mi tratamiento. Adiós, mamá —dije, colgando el teléfono y tomando una respiración profunda.
Corrí a la sala de estar para asegurarme de que todo estuviera listo.
Manta, listo.
Almohadas, listo.
Cesta de picnic rellena, listo.
Sí, todo parecía listo. Me paseé por la cocina, buscando cosas que hacer mientras esperaba. El reloj tomó una eternidad en voltear un minuto. Incluso consideré mover las manillas hacia adelante para aliviar mis nervios.
Estaba tan ocupada siendo paranoica que no oí el BMW de Valentina estacionar en el camino de entrada. Ella abrió la puerta delantera, y grité.
—Nerviosa, ¿eh? —dijo, mientras soltaba una sonrisa.