8.
28 de Noviembre
Querido diario:
Mi sistema inmune es un inútil. Aparentemente, tengo la gripe del Día de Gracias que todos en la escuela tienen. Ellos se recuperarán en un par de días. Yo estaré atascada con eso hasta mayo, si tengo suerte.
Después de mi increíble cita con Valentina anoche, llegué a casa y me metí a la cama. Me desperté una docena de veces a la mitad de la noche sintiendo como que me había caído de un edificio de tres pisos. Ha sido la misma rutina con cada ronda de quimio. Me enfermo por el tratamiento, después me siento mejor por todas las medicinas. Después de que mi sistema inmune ha sido destruido, atrapo un virus con el que no puedo pelear. Pensarías que estoy acostumbrada a eso ahora, ya quisiera.
Me sacudo y doy vuelta la mayor parte de la noche, soñando sobre Valentina y nuestra cena a lado del fuego. Y, obviamente, sobre sus labios en los míos. No tengo mucha experiencia en ese departamento, pero santa mierda, ¡es una asombrosa besadora! ¡No hay forma de que pueda ser mejor que eso! Es fácil perderse en ella.
No pude armarme de valor para preguntarle sobre el sujetador en el piso de su recamara. Estúpido, lo sé. Desastroso, quizás. ¿Pero cómo se suponía que arruinara el momento?
Le preguntaré. Tengo que hacerlo, sin importar lo asustada que este por su respuesta.
Meto mi diario debajo de la almohada. La cita de anoche con Valentina pasa por mi mente, haciéndome sonreír.
¡Si solo no tuviese esta estúpida gripa!
***
Ya era pasado el mediodía. El sol colgaba alto en el cielo, asomándose por las cortinas. Todo mi cuerpo me dolía. Había perdido todo lo de mi estómago a mitad de la noche. Un vaso de agua medio tomado estaba en mi mesita de noche, burlándose de mí. Mi boca se sentía llena de algodón, pero si las cinco a.m. fue alguna indicación, tampoco sería capaz de mantener la otra mitad.
Sin embargo, el agua irresistible decía mi nombre. Mi garganta quemaba. Agarré el vaso y tomé la mitad en un trago. Se sentía como la gloria bajando; el vaso se vacío demasiado rápido. Balancee mis piernas de un lado de mi cama y me tambalee hacia el baño en el pasillo.
—Oye, cariño —me saludó mamá. Tomó el vaso de mi mano y colocó su palma en mi frente—. Estas caliente. Definitivamente no es por la quimio. Te traeré más agua. Regresa a la cama.
Asentí, murmurando un "gracias" y me di la vuelta. Mis piernas casi cedieron, y tuve que aferrarme a mi cama para no colapsar en el piso. Cuando me arrastré sobre las sábanas, sentí como si hubiera corrido un maratón. No es como si supiese cómo se sentía.
Rodé y enterré mi rostro en la almohada, gimiendo. No tardó mucho para que escuchara a mi mamá entrar y colocar el vaso a lado de la cama. Besó la cima de mi cabeza después cerró la puerta detrás de ella. Odiaba que esto fuera una rutina normal en nuestra casa.